La confluencia de múltiples fuerzas del mercado en todos los ámbitos ha provocado que los costos de las flotas continuen en aumento. Que crezcan hasta situarse en sus tasas más altas de las últimas décadas.
Los precios de la energía no paran de crecer, los costos operativos tampoco ceden y, por descontado, las tasas de interés acechan para dispararlos aún más. La gestión de los costos va a ser el plato principal que cada mañana se van a desayunar los gestores de flota en estos próximos tiempos.
Combustible, mantenimiento, tiempos de inactividad, alquiler, todo sube de precio, y lo hace fuertemente. Y lo que es peor: los costos de la flota continuarán en aumento
Y la alta dirección de las empresas, a la vista de la actual coyuntura, exige implementar estrategias de mitigación de costes que reduzcan una factura de las flotas en las empresas que comienza a preocupar… y mucho.
La gestión de flotas es una labor administrativa. Hay que gestionar y administrar un presupuesto. Adquirir activos, combustibles para operar, mantenimiento para permitir a los activos realizar su trabajo y cubrir cientos, miles de pequeños gastos operativos de todo tipo (peajes, lavados, multas, tasas, impuestos, alquileres, etc).
Y entre medias, gestionar reposiciones de neumáticos, adquirir piezas de repuesto a precios más favorables, negociar costos de alquileres y servicios, etc. Todo un mundo que, hoy por hoy, está revolucionado, patas arriba y en una preocupante progresión al alza en sus costos. Y lo único que no sube son los presupuestos de la flota. Al contrario, hay que reducirlos para cuadrar las cuentas de la empresa.
Difícil labor para el gestor. Este, de entrada, se encuentra con unos precios de adquisición de las unidades cada vez más elevado. Los OEMs han reducido drásticamente los incentivos que aplicaban para las ventas en bloque a las flotas. La crisis de los semiconductores les obliga a vender a precios más elevados para mantener la rentabilidad.
Y no tienen problema en hacerlo, al no haber producción suficiente, la demanda —tan elevada como impaciente—, está dispuesta a pagar algo más para garantizarse el poder disponer de vehículos. Los coches ya no se venden por fechas de entregas, se adjudican al mejor postor.
El precio medio de los coches nuevos se ha incrementado en el mercado unos 775 euros por termino medio en lo que va de año. Si analizamos la evolución por segmentos las cantidades difieren y a medida que subimos de segmento estas diferencias aumentan.
Así, en el segmento A, los precios apenas se han incrementado en 178 euros en el primer trimestre del año. Los del segmento B crecieron 635 euros, los del C lo hicieron en 724 euros, los del D en 997 euros y los del E en 1.810 euros.
Estas cifras son el resultado de comparar los precios de 217.743 vehículos anunciados por concesionarios oficiales de las marcas en la sección de coches nuevos de un portal de compraventa de automóviles.
Corresponden a precios reales de vehículos nuevos sin equipamiento extra y se han excluido del análisis los precios correspondientes a las berlinas de representación, SUV premium o los deportivos de lujo. El análisis se corresponde con datos obtenidos durante la primera semana del mes de abril.
Como decíamos la subida de los precios de los vehículos coincide con las rebajas en las cuantías de los incentivos que las OEMs ofrecen a los gestores de flota para que efectúen sus compras en bloque. Incluso hay marcas que han decidido prescindir de ellos dadas las dificultades que tienen para poder suministrar los vehículos solicitados.
La demanda supera entonces la oferta disponible y los OEMs buscan entonces obtener ventas más rentables de cada unidad, por lo que en su mayoría optan por sacar las disponibles a la venta en los mercados de particulares donde obtienen un rendimiento económico superior al que habitualmente logran en el mercado de flotas.
La situación es incluso peor, puesto que los OEMs no se comprometen —no pueden hacerlo— a tener las unidades solicitadas por las flotas en las fechas acordadas. Y no porque no quieran, sino porque el suministro de determinadas piezas y componentes se ha convertido en un gran problema de logística dado que los concesionarios ignoran de igual manera cuando van a tener unidades disponibles de un modelo y, sobre todo, cuando va a suceder tal cosa”.
“No solo no son fiables los plazos de entrega previstos, también puede que los incentivos negociados cambien durante el período de espera y que lo haga sin previo aviso. Las entregas se demoran ya por encima de los 60 días en algunos casos.
Todos estos retrasos tienen un impacto inmediato sobre los costos de la flota. Los gestores se han visto obligados a negociar ampliaciones de contratos de las unidadades disponibles en su flota o evitar desprenderse de aquellas cuyo ciclo de utilidad ya había llegado a su fin para poder disponer de movilidad.
Y eso causa fuertes estragos y tensiones tanto en los gastos de mantenimiento, especialmente en aquellas unidades que se encuentran al final de su ciclo de vida.
Y para colmo, muchos gestores ya comienzan a pensar que muchos distribuidores están aprovechándose de las limitaciones de suministro para “tratar de meter en vereda” a los compradores de flotas, lo que comienza a generar resentimientos y recelos entre unos y otros. Incluso hay gestores que ya van comentando que en el futuro dejarán de hacer negocios con determinados concesionarios o responsables de flotas de algunos fabricantes.
Este es sin duda el principal problema que han de afrontar los gestores de flota. El incesante subidón de precios tanto de los distintos tipos de combustibles (a excepción del autogas, cuyo precio no se incremento ni en un 1 por ciento). Está suponiendo todo un desafío para los responsables de administrar las flotas.
Tal situación está provocando importantes tensiones en las flotas. Los conductores se sienten amenazados y perseguidos por sus responsables de flota, quienes a su vez sienten cada vez más presión de la junta de gobierno de su empresa para el cumplimiento del presupuesto o generar los ahorros necesarios.
Esto implica obligatoriamente una constante supervisión de las funciones y comportamiento de cada miembro de la cadena. A los conductores se les fiscaliza hasta el extremo la forma en la que utilizan las unidades de la flota, se les fiscalizan los kilómetros recorridos innecesariamente, etc.
Y la situación no tiene visos de para, pues la guerra de Ucrania ha puesto patas arriba todos los mercados energéticos a escala global. La escasez de determinados productos y la falta de suministro eleva constantemente el precio.
Tanto de los combustibles como de la electricidad o del gas. Todos están afectados por igual. Y la guerra en Ucrania no hace sino ampliar la imprevisibilidad y volatilidad de todos los precios.
Para algunos fabricantes esto puede resultar incluso alguna buena noticia, pues no son pocos los que a la vista de la situación están optando por acelerar la electrificación de sus flotas, para aunque en menor mendida, también la oferta de sus vehículos Eco (PHEV o EV puros) también se está viendo afectada por la escasez de producción.
La dificultad para obtener los nuevos vehículos genera igualmente problemas en la flota. Al tener que mantener más tiempo en servicio los antiguos surgen mayores problemas en el mantenimiento de los antiguos, que debido a sus elevados kilometrajes comienzan a averiarse en mayor medida y con reparaciones de mayor calado y costo.
Muchas flotas llevan ya dos o mas años sin poder renovarse convenientemente. Y eso afecta profundamente a sus cronogramas de reeemplazo y afecta directamente a la rentabilidad que esperaban obtener de cada una de las unidades disponibles en la flota.
Además, la falta de suministros (agravada aún más con la reciente huelga del transporte en España) provoca una importante escasez en materia de piezas de repuesto y componentes, lo que obliga a mantener a los vehículos veteranos de la flota o bien parados sin aportar servicio o bien trabajando cada vez en peores condiciones.
Hay muchas unidades paradas en las campas a la espera de las piezas que precisan para ser reparados. Hay flotas que incluso desarman alguna unidad para proveer de piezas al resto. En su momento ya las incorporarán cuando el mercado se calme y vuelva a la normalidad.
Pero hasta entonces, los tiempos de inactividad de las unidades de la flota se estiran. Las reparaciones y estancias en taller se estiran más de la cuenta y se prolongan en el tiempo por la falta de repuestos. Especialmente cuando se trata de reparar una colisión.
Y eso también se debe a que muchos pequeños empresarios al frente de pequeñas tiendas de suministros se están viendo forzados a tener que cerrar sus negocios ante la falta de ayudas para poder mantenerlos. El problema es grave, y tardará aún en resolverse.
Y claro, todas estas tensiones, esperas y demás no sólo incrementan los nervios y alteran la conducta de muchos profesionales. Los fabricantes se ven obligados a trasladar los aumentos de precios más rápidos que nunca. Lo mismo sucede con los proveedores de servicios. Todo el mundo aprovecha la fuerte inestabilidad entre oferta y demanda para hacer lo mismo y sacar su tajada… o al menos no perder la que tenían.
También aumentan las tarifas laborales, y los costos de la energía han multiplicado ya varias veces su valor. Problemas y más problemas que impiden en muchas ocasiones a las flotas cumplir con los cometidos encomendados y, en ocasiones, ni tan siquiera con los presupuestos asignados.
Y si a todo ello le añadimos la fuerte presión que la inflación está ejerciendo (estamos prácticamente en el 10 por ciento) sobre los costos laborales de nuestra plantilla añadiendo importantes dosis de malestar entre los trabajadores de la flota por la paulatina y progresiva pérdida de poder adquisitivo pese a la mayor exigencia que se aplica sobre ellos. Tenemos ante nosotros una «tormenta perfecta» con la que va a ser necesario pelear duramente para poder llevar la nave a buen puerto.
Algunos ven en la aceleración de los procesos de electrificación de la flota una posible solución anticipada al problema. Los menores costos de mantenimiento de los eléctricos frente a los modelos ICE animan a ello, pero esta transición también conlleva otros riesgos.
La dificultad de conseguir estos vehículos es igual o mayor y además, en función de la zona donde esté radicada la flota la posibilidad de disponer de puntos de carga instalados en zonas convenientes para la actividad de la flota puede ser o no posible en los plazos en los que los necesitamos.
Otra consideración es acudir a los mercados de ocasión. Desprenderse de unidades en ellos puede resultar especialmente rentable, dado que ahora muchos modelos han visto variar al alza sus precios y resulta atractivo financieramente amortizar las distintas unidades.
Sin embargo, la escasez de unidades nuevas que incorporar a la flota pueden generar importantes problemas de movilidad para las personas, materiales, servicios y productos de la empresa a los que la flota a de proveer de la movilidad que necesitan.
Para finalizar, decir que esta es una situación coyuntural que, lamentablemente, no va a tener una fácil solución a corto plazo, máxime cuando la situación bélica en Europa todavía no permite vislumbrar soluciones a corto plazo y llena de incertidumbre los distintos mercados.
Por todo ello, los gestores han de trabajar cada vez con mayores dosis de anticipación, aquilatar al máximo las inversiones que realizan y dedicar todos sus esfuerzos a contener los costos de sus flotas tratando de mantener al máximo sus servicios a las empresas. Son tiempos duros, donde los esfuerzos a realizar son realmente exigentes.
Pero si somos capaces de superarlos y, además, hacerlo con éxito, sin duda la recompensa a recibir será altamente satisfactoria. Y eso aunque sólo sea por el hecho de saber que, una vez más, hemos cumplido satisfactoriamente con la misión que en su día nos encomendaron.