Uruguayos compran acciones en Wall Street, ¿cuánto invierten, en qué sectores y cómo hacen las transacciones? – El País Uruguay

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Él sabe que son cada vez más, que es apenas uno de los tantos jóvenes uruguayos que está invirtiendo sus modestos ahorros en el más importante de los mercados bursátiles, pero aun así siente pudor: prefiere que no sepan que él, un trabajador de la clase media, tiene acciones en Wall Street. Por eso para contar su experiencia elige otro nombre; vamos a llamarlo Ricardo. Ricardo dio el paso en octubre pasado. Desde entonces cambió su rutina. Hace cosas como esta: cada mañana desayuna viendo una transmisión en vivo de la cuenta chilena “Inversiones y Trading”, en la que una dupla de traders repasa lo que sucedió en la bolsa norteamericana el día anterior y proyecta qué podría esperarse para la jornada.
Para cuando termina la transmisión, el distrito financiero de Nueva York está abriendo sus puertas. Entonces, desde su apartamento en el Centro de Montevideo, Ricardo entra en la aplicación del broker online local que contrató y le abrió una cuenta en el exterior. Desde su celular, observa su portafolio. Revisa el informe que cada mes le envían. Y chequea cómo evoluciona la cotización de las principales empresas que le interesan.
Quizá compre o venda alguna acción. En ese caso, le pagará al broker uruguayo 25 dólares por la transacción. Hasta ahora no le ha ido nada mal en este mundo que antes conocía solo por las películas. Asegura que en seis meses triplicó el rendimiento de sus ahorros.
“Mi concepción es más a lo Warren Buffett —dice en referencia a uno de los mayores inversores del mundo—. Él dice que compra una acción para tenerla toda la vida. Yo compro una acción y espero, no uso a la bolsa como si fuera un timbero”. Ricardo sigue los consejos de distintos asesores que en sus canales de Youtube recomiendan primero invertir solamente en los negocios que uno entiende y luego, una vez que se entra en este ambiente, no olvidarse de “diversificar el portafolio”. En otras palabras: no se debería invertir solo en una compañía, ni en un único instrumento financiero.
“Hace años que vengo estudiando la economía espacial y apuesto a eso. Invierto en empresas que para mí serán el futuro y además tengo acciones en otras firmas ya consolidadas, que pagan dividendos no muy altos pero es un ingreso a largo plazo y seguro. Así mantengo mi portafolio en positivo”, dice Ricardo.
Sus platos fuertes —“mis bestias”, les llama— son Amazon, Google, Tesla (fabricante de autos eléctricos y otras industrias relacionadas) y Lockheed Martin (industria aeroespacial y militar estadounidense), pero tiene la esperanza puesta en Rocket Lab, una empresa “cuya misión es desarrollar servicios de lanzamiento orbitales comerciales ligeros y rentables”.
Por ahora tiene rendimiento negativo, ¿pero mañana? “Mañana, si la pego me lleno de oro”, suelta un poco en chiste, un poco en serio. Aunque confía en el potencial de esta empresa, para limitar el riesgo este inversor minorista ya está pensando en invertir en alguna compañía de trayectoria, de esas que nunca fallan: tiene la mira en acciones de la Coca Cola.
Bien lejos de Wall Street, apenas a unos minutos de distancia de la casa de Ricardo, está la Bolsa de Valores de Montevideo, una empresa privada que es la versión más nueva de la primera agrupación de corredores que 155 años atrás se unieron para organizar el otrora pujante negocio bursátil. Es una de las más antiguas de América Latina.
Integrada a la Cámara de Comercio y Servicios, el monumental hall del edificio que comparten está vacío y silencioso. Esta imagen contrasta con las viejas fotografías que decoran el despacho de Patricia Torrado, la gerenta general de la bolsa: los pasillos que ahora están despoblados lucían desbordados de hombres con pomposos bigotes y usando levita.
Unas décadas atrás, decenas de empresas cotizaban en la bolsa, pero ahora quedan apenas seis o siete de las cuales una sola tiene realmente “presencia bursátil”, es decir que hay un mercado en que sus acciones se compran y venden. La estrella de nuestro minúsculo Wall Street es el parque eólico Valentines, una sociedad con participación estatal (de UTE) en la que participan miles de uruguayos: sus acciones se compran y venden a diario.
Luego, está el shopping Tres Cruces. “Es una acción que paga buenos dividendos, lo que se traduce en una buena renta para el inversor. Pero, si el que tiene las acciones no necesita el dinero para hacer otra inversión, ¿para qué va a vender sus acciones?”, explica Torrado. Este “mercado secundario” no se mueve mucho por esa razón y, además, no son tantos los accionistas como para generar un mercado fluido de transacciones.
Algo parecido sucede en el caso del Frigorífico Modelo, otra de las empresas que cotiza. “Tiene muchos accionistas pero la mayor parte del paquete accionario está concentrado en pocos, entonces es una minoría la que puede querer salirse y vender acciones, ya que muchos las mantienen por tradición”. En el caso de la industria química Isusa, “tiene buena performance pero su mercado secundario es escaso”, apunta Torrado.
Ahora bien, suponiendo que un inversor minorista como Ricardo tenga algunas de las pocas acciones que integran la bolsa local y decida venderlas para volver a invertir, ante este escenario enfrentará otro problema. Al margen del pequeño grupo de compañías que cotizan, los otros instrumentos que suelen ser muy requeridos son los bonos —compuestos por distintos instrumentos de deuda pública o privada—, pero están escaseando en nuestro mercado de capitales. “¿En qué va a invertir ese dinero si en nuestra estantería no tenemos variedad de productos financieros para ofrecerle?”, plantea Torrado.
Ante la poca oferta, sucede que los capitales que circulan en tierra celeste se colocan en bolsas del exterior: los inversores uruguayos compran acciones, bonos y fondos de inversión en otros mercados, en especial Wall Street. Pero, antes de pasar a esa parte del negocio bursátil —que sí está en crecimiento—, ahondemos en qué pasa con el mercado de capitales local.
Según perciben distintos corredores, la avidez de invertir en el mercado de capitales local está. Cada vez más uruguayos se convierten en inversores minoristas, como Ricardo. ¿Por qué? “Lo hice para que mis ahorros me den mayor rentabilidad que dejándolos en un banco a plazo fijo”, dice.
Por otro lado, también se explicaría porque las tasas de interés internacionales se han mantenido muy bajas. “Por eso había una gran avidez porque empresas de primera línea nacionales pudieran hacer emisiones y conseguir opciones con gran rentabilidad”, plantea el corredor Ángel Urraburu, presidente de la bolsa.
Tal y como lo ve Gustavo Estévez, operador de De Simoni & Piaggio, aquí hay un mercado interesante para las letras de regulación monetaria tanto en pesos como en unidades indexadas, mientras que la demanda hacia algunas emisiones privadas en 2021 fue sólida. En especial, menciona el interés que generó la emisión de obligaciones negociables (otro instrumento de deuda) de La Tahona. La demanda triplicó la oferta.
Pero, si pensamos en las acciones, el instrumento bursátil más popular, ¿por qué son pocas las empresas que recurren al mercado de capitales para financiarse? Torrado explica que hay varios factores. Para empezar, la empresa debe estar dispuesta a abrirse y “hacer pública” una parte. Hubo firmas que abandonaron la bolsa porque optaron por “cerrarse”, como sucedió con Montevideo Refrescos y Salus. El capital pasa a concentrarse en un grupo o en unas pocas personas.
También puede pasar que la firma consiga una herramienta de financiamiento más conveniente fuera del país (un ejemplo son las empresas de tecnología que apuntan a mercados con mayor “vocación de riesgo”). Y luego pesan las exigencias de las regulaciones.
Los requerimientos regulatorios exigen, entre otras cosas, que se cumpla con requisitos de gobierno corporativo, antigüedad en la información contable, proyecciones y tiene que tener una presencia en el mercado, “porque, ¿quién compraría en una empresa que no conoce?”, plantea Torrado. Esto ya significa una barrera de entrada para las empresas medianas, que según distintos corredores, son el objetivo a captar por la bolsa.
Como sea, hay consenso en que el mercado de capitales necesita ser “relanzado”. En las últimas elecciones presidenciales, los directores de la bolsa se reunieron con todos los candidatos y, según dicen, fue Luis Lacalle Pou quien demostró más interés. Hoy el asunto estaría en la agenda del gobierno.
En ese sentido, Diego Rodríguez, director de la firma de corredores Gastón Bengochea & Cía., menciona que el Banco Central dio una señal al simplificar los requisitos para la emisión de obligaciones negociables, lo que podría atraerlas.
Urraburu, el presidente de la bolsa, cree que la salida de este círculo vicioso está fundamentalmente en el artículo 285 de la Ley de Urgente Consideración, uno de los 135 que la oposición instó a derogar en el reciente referéndum. Ya pidió una entrevista con el ministro de Industria, Omar Paganini, para planificar como avanzar, cuenta.
¿Qué incorpora la cuestionada norma? Establece que las sociedades anónimas con participación estatal deberán promover, siempre que las condiciones lo permitan, la apertura de una parte minoritaria de su capital accionario mediante la suscripción pública de acciones.
Según informó Búsqueda, en 2018 eran 63 las empresas satélites del Estado en distintos rubros. Un ejemplo: Alcoholes del Uruguay o Ducsa, en el caso de Ancap. Desde la oposición, plantean que este es un camino potencial para privatizar empresas públicas, mientras que el gobierno y los operadores bursátiles lo niegan y argumentan que, en cambio, generará “mayor transparencia” en la gestión ya que las empresas que coticen deberán presentar balances anuales y dar explicaciones a los accionistas.
Urraburu confía en que, “seleccionadas cuidadosamente”, algunas de estas empresas podrían revitalizar el mercado; quizá convertirse en un espejo de lo que sucedió con los molinos, el último caso de éxito de la bolsa.
Uruguay tiene libre entrada y salida de capitales desde la década de 1970. En eso, como en la creación de la bolsa, fuimos pioneros. Esto no ocurre en todos los países, por eso en las carteras de clientes de los corredores entre el 20% y el 30% son inversores extranjeros. Argentinos, brasileros, españoles, franceses, incluso asiáticos.
Esta libertad para mover capitales en el mundo abrió la puerta precozmente a las transacciones de corredores locales con bolsas internacionales, en especial la estadounidense. Por 1990, las autorizaciones se hacían por fax. Ahora, solo basta un click.
En los últimos años, algunos corredores nacionales se modernizaron y lanzaron plataformas que permiten operar de forma online (con y sin su asesoramiento, a cambio de un costo en las transacciones). En el mundo, en tanto, expertos en software y finanzas se dedicaron a simplificar y abaratar aún más la operativa generando un boom de la autogestión.
Se multiplicaron las plataformas en los que no media ningún broker, que durante el aislamiento por covid se popularizaron, generando así cambios radicales en las reglas tradicionales de las operaciones. Para bien o para mal, esto democratizó el acceso a la bolsa de los pequeños inversores.
Pero volvamos al universo local. Las transacciones internacionales son la parte del negocio que está en crecimiento y constituye la otra cara de la moneda de la actividad de la bolsa, que desde mediados de la década de los ‘90 actúa como custodio de valores en el exterior.
En un mundo cada vez más globalizado y con inversores minoritarios que le han perdido el miedo a los mitos de Wall Street —“subsiste esa idea errónea de que se gana o se pierde todo, o que hay que ir a un corredor mínimo con medio millón de dólares”, dice Estévez— son estas transacciones las que han generado cambios de un lado y del otro del mostrador.
En una década, el número de corredores se redujo de 74 a 27. Hubo oficinas que cerraron, pero otras se fusionaron para afrontar los altos costos de las regulaciones —con asiduas auditorías internas y externas— y del negocio en sí, mientras que otras generaron alianzas internacionales y crecieron, operando a nivel local y regional. “El sector está en un proceso de profesionalismo acelerado”, opina Rodríguez.
En ese mercado secundario de uruguayos (y otros clientes extranjeros que operan desde aquí) en Wall Street, es que inciden los inversores minoristas como Ricardo. Los operadores consultados los ubican entre los 30 y 45 años, son ahorristas o personas que están desarrollando su carrera empresarial. ¿De cuánto dinero disponen para empezar? Para trabajar con un corredor codo a codo -—es decir, un camino opuesto a la autogestión que es mucho más económica— estiman que la cifra mínima a invertir oscila entre los 10.000 y 30.000 dólares.
“La nueva generación tiene un perfil diferente del de los veteranos, que son los que tienen los ahorros más importantes. El Uruguay es el país más conservador del mundo. Los más veteranos, conservadores, se manejan con títulos de deuda mientras que la nueva generación está deslumbrada por Wall Street y se inclinan a la renta variable, es decir las acciones”, explica Urraburu.
“Muchos clientes cuando vienen por primera vez, creen que es como en las películas: se gana o se pierde todo, o que hay que invertir medio millón de dólares”, dice el corredor Gustavo Estévez. Es cierto, pero en el otro extremo están los que optan por la autogestión en el mercado bursátil, un espectro compuesto por inversores minoristas que se disparó durante la pandemia. Ellos suelen operar sin intermediarios, en algunas de las diversas plataformas extranjeras, invirtiendo pocos cientos de dólares. “Vos invertís directo en empresas en el exterior”, explica Gastón Pérez, un joven youtuber uruguayo que comparte sus análisis sobre la bolsa y se reconoce como un producto de la “masificación de la educación financiera” mediante el éxito de algunos libros (“Padre rico, padre pobre”, principalmente); el interés por las criptomonedas (que es otro rubro, pero fomentó la inversión en activos de riesgos para equilibrar la rentabilidad), podcasts y recomendaciones de distintos expertos en redes para “poner a trabajar el dinero desde temprano”. Volviendo a la autogestión en plataformas, Pérez explica que, en esos casos, los bancos cobran 50 dólares por la transferencia. De hecho, menciona que Itaú (y se prevé que algún otro banco) dio un paso hacia los pequeños ahorristas incorporando la posibilidad de invertir, en dólares, en fondos de inversión. ¿Su consejo para los que quieren empezar en la bolsa? “Tenés que entender dónde vas a poner tu dinero. A un amigo que no tiene idea le diría que invierta en un fondo indexado o en un ETF”, que tiene un costo de 500 dólares.

O sea, los más conservadores apuestan por los bonos. “El bono tiene cierto valor y me va a dar un interés anual; la expectativa es recuperar mi capital al vencimiento y haber cobrado los intereses todos los años, al plazo fijo”, explica el operador Estévez. Los jóvenes, cada vez más se interesan por las acciones, lo que implica lidiar con activos “dinámicos, volátiles y más riesgosos”. Compran una acción a 10 para venderla a 15, por ejemplo.
Apenas se acercan estos clientes, los corredores les preguntan de cuánto dinero disponen y cuánto están dispuestos a esperar para ganar. En base a ese perfil, se les ofrece alternativas.
Desde Puente, el corredor Fernando Vechio les hace dos recomendaciones esenciales a los clientes que quieren entrar en el reino de las acciones: “Que diversifiquen su cartera —en especial se recomiendan los fondos de inversión, que son paquetes con acciones en distintas empresas, para evitar así pérdidas importantes al apostar en una sola— y que como segundo paso tengan presente invertir en compañías de calidad, con trayectoria importante”. Insiste: no hay que dejarse llevar por la moda.
Por ahora, los accionistas uruguayos en Wall Street se inclinan por los sectores de energías alternativas, tecnología 5G de telefonía móvil y vehículos eléctricos. “Hay preferencias por las compañías alineadas con la sustentabilidad y responsabilidad social y ambiental”, dice el corredor Rodríguez. Luego, hay interés por invertir en aerolíneas y en los laboratorios que desarrollaron vacunas contra el covid. Y están los bancos norteamericanos y las compañías globales que nunca fallan, y en las que algún inversor anónimo como Ricardo, que cada día cumple sus ocho horas de trabajo en Montevideo, invierte una parte del dinero que ahorró y cruza los dedos para que se multiplique.

A fines de diciembre de 2021, El País informó de una estafa que había sacudido a una importante empresa de corredores de bolsa uruguaya. Son 30 los inversores que se vieron afectados en una operación fraudulenta calculada en más de 3.3 millones de dólares. Los abogados de Baeremaecker y Perera —el exfiscal de Corte Jorge Díaz, y Leonardo Costa— informaron que la firma denunció a una mujer que tenía un vínculo de “introducing broker”. Es decir, acercaba a inversionistas a cambio de una comisión. El asunto se complejizó cuando, desde la defensa de la denunciada, se manifestó que la misma tenía una relación de dependencia con la empresa desde hacía 16 años, pero cobraba en negro por ser jubilada bancaria. Según informaron los abogados a Interpol, habrían descubierto por los menos seis maniobras distintas para lograr su objetivo. En ocasiones, estas estrategias habrían incluido a otras personas en el supuesto delito. Los inversionistas afectados presentaron una denuncia contra la empresa corredora, la empleada que habría estafado y también contra un cambio donde se realizaban varias de estas operaciones. Fiscalía investiga, con el apoyo de distintos expertos en finanzas y organismos.
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