Diego Ruzzarin, viralizar el pensamiento crítico – Hoy Chicago

La vida virtual de Diego Ruzzarin cambió la noche del 19 de marzo de 2021. Ese día, el diseñador industrial nacido en Brasil acudió a un debate con Carlos “Master” Muñoz, empresario e influencer mexicano enfocado en marketing, del que no pensaba salir convertido en un referente viral del pensamiento crítico.
Dicha confrontación de ideas, que se transmitió en vivo a través del canal en YouTube de Muñoz —quien luego de las críticas en su contra decidió ocultar la grabación durante varios meses, hasta que el 9 de agosto la reactivó en la plataforma, omitiendo los comentarios— rebasó el millón de reproducciones en su noche de estreno y los siguientes días se mantuvo como tendencia en diversas redes sociales. Y por la forma en que el coach empresarial desdeñó a la filosofía y se enfocó en atacar en lugar de argumentar, la mayoría de los espectadores erigieron como vencedor a Ruzzarin, quien se limitó a cuestionar las posturas de su interlocutor: “¿Por qué crees en lo crees?”.
Tras este suceso, el especialista en diseño de alimentos no ha dejado de ganar seguidores en sus cuentas personales, además de ser invitado a programas muy variados: desde contenidos humorísticos como “La Cotorrisa”, conducido por los standuperos Ricardo Pérez y Slobotzky, y “Los amos del universo”, del comediante Franco Escamilla; hasta charlas en podcasts enfocados en estilo de vida, como “Se regalan dudas” y “La magia del caos”.
Pero, ¿en qué cree Diego Ruzzarin y por qué?
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Los encuentros de Diego Ruzzarin con dos de sus más grandes pasiones, la filosofía y el diseño de alimentos, ocurrieron en momentos muy distintos entre sí. A la primera la conoció en el baño de su casa: “Extrañamente tenía un libro de (Friedrich W.) Nietzsche, ‘Más allá del bien y del mal’, en el baño cuando estaba creciendo; era como mi lectura del baño, todos los días lo agarraba y le daba una repasada”, recuerda.
Mientras que la segunda lo sorprendió tras graduarse del Tecnológico de Monterrey, cuando, buscando una especialidad en el Politécnico de Turín, Italia, conoció a un chef que lo orientó a “pensar sobre la comida de una manera distinta a la forma en que se hace tradicionalmente”.
Con ambas pasiones identificadas, el diseñador se insertó en el mundo corporativo a través de PepsiCo, donde durante más de un lustro pasó por varias áreas: Innovación, empaque, ingeniería de producto, mercadotecnia y estrategia, hasta que lo dejaron crear y liderar un equipo enfocado en el diseño de alimentos.
Pero pronto Diego tuvo el interés de hacer algo con mayor rango de acción, por lo que dejó a la multinacional para embarcarse en Enivrance, que se describe en Facebook como la “primera agencia de diseño industrial de alimentos y bebidas del mundo”. De dicho proyecto llegó a ser director y coordinar oficinas en París, São Paulo y Singapur, hasta que de nuevo lo asaltó la necesidad de autonomía.
Decidido a poner en práctica sus ideas, volvió a México para, en 2014 y junto al empresario Ignacio de Zamacona, fundar Foodlosofia, un “centro de diseño enfocado en la industria de alimentos y bebidas” con el objetivo de crear “modelos de negocios rentables, escalables y sostenibles que nos ayuden a transformar los productos commodities en experiencias”, señala el proyecto en su sitio web.
Kellog’s, Heineken, Cheetos, Quaker y Sigma son algunos de los clientes que han solicitado los servicios —investigación, compartir visión, estrategia de innovación e innovación conceptual— de esta agencia que se desenvuelve con metodologías de design thinking en pos de ampliar el consumo sustentable y mejorar los hábitos alimenticios de los consumidores. “Hoy en día creo que se come mucho más por entretenimiento, lo cual no me parece mal; lo que me parece mal es que el entretenimiento esté ligado al volumen, vinculado al exceso, demasiada grasa, demasiada proteína, demasiado azúcar”, indica el experto.
Pero tras tantos años conociendo y probando platillos de todo tipo, el recuerdo más añejo de Ruzzarin en relación a la comida lo remite a “un domingo en casa de mis abuelos, porque mi familia era italiana y normalmente nos juntábamos los domingos a cocinar en casa de mi abuela. Y ella nos delegaba responsabilidades a cada uno: uno pone los vegetales, el otro prepara la pasta, el otro aplasta los tomates, el otro prepara el pollo. Eso es un recuerdo afectivo que tengo, pero no está vinculado tanto al platillo sino a la ocasión”.
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“Debate es una palabra muy bonita, preciosa, que se ha prostituido mucho en estos tiempos donde un concurso de gritos no es un debate. Un debate debería ser entre dos individuos comprometidos en acercarse a la verdad contrastando diferentes posturas sobre un tema complejo, no una competencia de egos”, asegura Diego, haciendo referencia al episodio con Carlos Muñoz que lo volvió viral.
Ante su actual fama virtual, que se refleja en sus más de 500 mil suscriptores en YouTube y sus ocasionales pláticas con otros fenómenos de la web como Chumel Torres y Odin Dupeyron, el diseñador es cauto, pues cree que pensar en las redes sociales como un democratizador del discurso público “es un poco arriesgado. Las redes nos crean esta idea, como placebo, de que todo mundo se puede expresar, pero no: primero necesitas una computadora, internet, que alguien te escuche”.
Por lo tanto, el creativo siempre recomienda no tener presencia en todas las plataformas: “Es una pérdida de tiempo nociva porque te hace adicto a la dopamina, a la validación social externa, crea inseguridades y complejos”. Y señala que, contrario a lo que algunos piensan, él crea más contenido del que consume: “Cuando tengo tiempo para mí, prefiero leer, escribir, hacer otras cosas que estén separadas (de las redes)”.
Otro aspecto que Ruzzarin manifiesta constantemente es que no es un filósofo. “Leo filosofía igual que leo psicoanálisis, por hobbie. No sustituye terapia, no es un tipo de autoayuda, no es algo que te va a dar la iluminación; de hecho, la filosofía te va a abrir puertas muy deprimentes y difíciles de responder, pero me parece necesario para entender nuestros tiempos”, externa.
Diego dice lo anterior con firmeza, pues tras su encuentro con Muñoz muchas personas lo han querido ver como una figura a seguir, a lo que él responde que “nadie debería de estar por la vida diciéndole a los demás qué hacer con la suya”, acotando que su trabajo sólo pretende brindar herramientas para tener un pensamiento crítico, analizar el mundo a través de la teoría crítica, aprender a argumentar, a escribir, a leer, a tolerar la frustración.
“Valores que han perdido mucho en la modernidad; ahora parece que toda la lógica del propósito se instrumentaliza en la productividad”, comenta.
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Tanto en su contenido individual para YouTube como el que realiza junto a su hermano, Mateus, Ruzzarin aborda aspectos de cultura pop, por ejemplo: análisis de películas, canciones o memes. Sobre este último elemento, revela que le parecen “lo más cercano a un arte puro de nuestra generación”.
“Ahora están muy de moda un tipo de memes que se llaman “acid left”, la izquierda ácida, donde hacen memes con alta filosofía de teoría crítica. Me gustan mucho, pero son memes muy difíciles de entender porque tienen una cadena referencial compleja; de esos memes que necesitas haber leído a 15 autores para entender, pero me encantan”, confiesa.
Las posturas del diseñador ante los movimientos sociales que permean a la sociedad actual también son solicitadas por sus seguidores. Y en general, sobre este tema, considera que se deben seguir difundiendo y persiguiendo las causas que estén a favor de la “integración de los subalternos a la universalidad del hombre”, tal es el caso del antiespecismo, “para hablar del consumo ético de animales”, y del Antropoceno, “para entendernos como una ecuación mucho más compleja de Gaia”.
“Copérnico nos dijo que no éramos el centro del universo, Darwin nos dijo que no éramos el centro del mundo y Freud nos dijo que no éramos el centro ni de nosotros mismos”, agrega.
Además, ocasionalmente Ruzzarin habla sobre su familia: su esposa, la psicoanalista Alejandra González Pugh, y sus 2 hijos: “Mi hijo más grande nació con una enfermedad muy rara y gran parte de mi educación en el tema de alimentación fue por él, para entender su enfermedad”.
Aunque el grueso de lo que el fiel lector de Mark Fisher expresa en sus redes está relacionado con la filosofía, a la que actualmente ve vinculada al privilegio, porque “el tiempo se ha vuelto un privilegio, el acceso a los libros también; aunque esté todo gratis en internet, el internet es un privilegio”.
“Tanto puedes ver que la filosofía es un privilegio, que fue algo que fue dominado por hombres durante muchísimos siglos; las mujeres no tenían acceso a muchas de estas cosas, se les quemaba en la hoguera por pensar. Creo que la filosofía tiene una deuda moral muy grande con su propia postura. Y ahora lo que tenemos que cuestionar es por qué existen esos privilegios estructurales y cómo la filosofía puede ayudar a desmantelarlos”, reflexiona.
Y concluye señalando que mientras la lógica de la sociedad sea una lógica productivista, “la filosofía no tiene mucho lugar; tiene otro lugar en el sentido de hacer un cuestionamiento de las cosas, la salud de la duda. Por ser una sociedad hipercompetitiva, hiperproductiva, hiperdesigual, hiperhegemónica, donde los sistemas sólo buscan perpetuarse en el poder, la filosofía estorba”.

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