Ellas han ido ganando reconocimiento y espacio entre quienes desarrollan iniciativas privadas en Cuba, pero ¿siguen los prejuicios, las trabas que les impiden avanzar? La Redacción IPS Cuba intenta recoger, a partir de estas interrogantes, la opinión de un grupo de mujeres que dirigen y contribuyen a desarrollar emprendimientos.
Sociedad 30 diciembre, 2022
Antes de comenzar con el proyecto, ya llevaba años como especialista en masajes y reiki. Lo primero que hice fue buscar ayuda desde el punto de vista empresarial y me propuse pasar el curso de Cuba Emprende para aprender acerca de cómo echar adelante un negocio. Uno de los aprendizajes fue que no podía vivir netamente del negocio, sino que tenía que vivir de un salario, como cualquier otro trabajador, y que el dinero que entrara era para sustentar los gastos del proyecto.
Por otra parte, aprendí que un negocio que no se promociona no se puede ubicar en el mercado; otra cosa importante es el tiempo que le lleva a una empresa poder ubicarse, posicionarse en el mercado. Entonces, me propuse abrir con D’ Marie siguiendo cada paso y detalle que había aprendido antes de arrancar. Todos esos saberes me ayudaron a encaminarme dentro del mundo de los emprendimientos en Cuba y, algo muy importante, a sobrevivir durante ese largo año de la pandemia, un momento en que muchas personas como yo decidieron emprender, pero no tuvimos el apoyo de nadie.
He conseguido llevar adelante mi negocio perseverando, capacitándome, buscando ayuda para desarrollar mi plan de negocio, aprendiendo cómo hacer una ficha de costo, cómo llevar la parte económica y creando redes para poder lograr el éxito.
Las principales trabas que he tenido han sido el hecho de no contar con un equipamiento a la altura de la etapa en que estamos desarrollando el emprendimiento; la escasez de materias primas y las limitaciones de recursos para brindar un servicio de excelencia.
Sin embargo, hemos logrado encontrar estrategias y alternativas para estar presentes en el mercado. También hemos contando con el apoyo del gobierno municipal e instituciones como el Centro Martin Luther King y el Centro Oscar Arnulfo Romero, entre otros.
El proyecto nació, inicialmente, por iniciativa personal; es decir, en la modalidad de trabajo por cuenta propia; llegamos a tener entre 25 y 30 trabajadores. En la actualidad somos una empresa y, además, llevamos adelante un proyecto de desarrollo local.
Si algo nos distingue es la perseverancia. Como muchos otros en Cuba, nuestro proyecto no tiene la posibilidad de acceder a servicios mayoristas; por tanto, al comenzar con los servicios de reparación de bicicleta, por los cuales conseguimos la autorización para arrancar en el mundo del emprendimiento, no podíamos y aún no podemos comprar partes y piezas, no solo para brindar ese servicio a nuestros clientes, sino para poder reparar las bicicletas que, desde 2015, comenzaron a hacer algunas excursiones al interior de La Habana y luego, en 2018 y gracias a gestiones de la Oficina del Historiador, nos permitieron ser seleccionados para desarrollar el primer sistema público de bicicletas en la capital, que comenzó con 60 bicis y hoy ya cuenta con unas 500.
El hecho de no poder comprar las partes, piezas y accesorios para reparar las bicis constituye, como decía, una traba importante para que nuestro emprendimiento crezca. No obstante, no nos hemos detenido, apelamos constantemente a la creatividad y al ingenio de nuestros especialistas.
Por otra parte, y a diferencia de otros modelos de negocios, el nuestro depende totalmente del clima. De noviembre a abril tenemos muy buenas temperaturas —dígase no solo los niveles de calor, sino también las lluvias—, pero ya desde mayo hasta los primeros días de octubre se hace muy difícil andar en bicicleta, tanto para cubanos como para visitantes extranjeros.
Lo que hemos hecho desde un inicio, aun cuando todavía no éramos empresa, era darles, en ese período de tiempo, un mes de vacaciones a los trabajadores; si la ley decía que les correspondía una semana pagada, les dábamos tres. Nosotros trabajamos mucho la responsabilidad social empresarial y así dimos muchas licencias de maternidad y de paternidad. Eso nos ha permitido ajustarnos a todo el sistema, sobre todo con nuestros clientes internos, en función de hacer vacaciones de conjunto, celebrar los cumpleaños… Uno de los temas más complejos que hemos mantenido durante estos ocho años de existencia ha sido el reajuste de los horarios. Nos adaptamos al horario de trabajo de nuestros clientes internos —diseñadores, fotógrafos, constructores, chef de cocina, personas con diversas profesiones— y hemos logrado respetar sus tiempos de estudio o empleo, con el propósito de que además de continuar con lo que realizan habitualmente, sigan laborando con nosotros. Con ello no solo gana el negocio, sino que esas personas, tanto hombres como mujeres, pueden tener doble ingreso, algo que es muy importante para su vida personal y familiar. Con nosotros han logrado desarrollar habilidades como vendedores, mensajeros, administrativos e, incluso, como mecánicos.
Con orgullo podemos decir que Vélo Cuba cuenta con la única escuela de mecánica de bicicletas en el país y es así reconocida por los ministerios de Educación y Trabajo y Seguridad Social. Ambas instituciones certifican los cursos que impartimos en la escuela, de modo que las personas que los pasan salen como obreros calificados. Ofrecemos cursos intensivos de un mes, de los cuales las personas salen con todos los conocimientos, no solo para arreglar cualquier bicicleta —desde las menos complejas hasta las de alto estándar—, sino que también les proporcionamos saberes culturales relacionados con los servicios: cómo atender a la clientela en términos de venta, seguridad y salud del trabajo, además de aprender a guiar grupos, lo que se denomina cicloturismo, mensajería, administración y sobre gestión del capital humano, un eslabón esencial y al que el negocio le otorga mucha importancia. Algunas de estas personas —por suerte no solo de La Habana, sino de otras provincias (Holguín, Villa Clara, Pinar del Río y Sancti Spíritus)—, una vez recibidos estos conocimientos, salen listas para echar adelante sus propios emprendimientos.
Otro de nuestros aciertos como emprendimiento ha sido mantener la estabilidad laboral, un problema de muchos negocios hoy en Cuba y, en sentido general, en el mercado laboral del país. Lograrlo no ha sido una tarea fácil, pero tampoco imposible porque nos hemos propuesto evaluar cada día cuál es el clima laboral de nuestro equipo, que ya hoy llega a 42 personas; qué situaciones se presentan. Para nosotros, los clientes internos llegan hasta las personas que integran el núcleo familiar del trabajador, con quienes vive y comparte cada día.
Creemos que el alcance de una empresa que se respete tiene que tener en cuenta el recurso humano como eslabón esencial para obtener resultados, fomentar un clima laboral favorable, que las personas se sientan como en familia, experimenten interés y motivación no solo por el ingreso que reciben sino porque estén a gusto, puedan ser escuchadas y se les respetan sus opiniones.
Dirigir Vélo Cuba es, para mí, un aprendizaje continuo. Puede que no pregunte por los niveles de ventas diarios, pero sí estoy al tanto de cada uno de los asuntos que suceden con el personal.
Contar con una psicóloga como vicepresidenta del negocio ha sido súper importante. Nos ha llevado a tomar decisiones en tiempo real y a mantener una atención constante sobre los trabajadores. Y sabemos que ellos lo perciben y valoran.
Otra de las trabas es la imposibilidad de contar con fuentes de financiamiento estables y seguras para poder gestionar y operar con mayor agilidad nuestro negocio, lo que incide directamente en poder crecer.
En nuestro caso, llevar adelante el negocio ha sido un reto. La manera que nos hemos permitido ha estado centrada en la economía circular, la creatividad, inspirada en la cultura, la historia y el amor.
Las principales trabas han estado expresadas en la burocracia, la falta de flexibilidad gubernamental en cuanto a «soltar» la posesión de los locales estatales, la falta de recursos, los constantes cambios monetarios embestidos de la dualidad de moneda, la inestabilidad económica, el escenario cubano en sí mismo. Pese a esto, hemos logrado estrategias familiares que nos han permitido estar en un espacio físico donde desarrollamos la labor comercial. Ese espacio ha contribuido con la visibilidad de la marca. Desde los inicios de BarbarA’s Power, pudimos presentar nuestros productos en Estados Unidos y, como resultado de ello, ser Miembros de Honor de la Cámara de Comercio Negra de Washington DC. Hemos logrado crear una línea de ropa que permite la expresión de las personas en edad infantil (Afrokids).
Hemos sido portada de Negolution, una de las revistas de emprendimiento más conocidas en Cuba, y somos la única marca cubana en haber estado en la semana de la moda en Torino, Italia, en el mes de julio de 2022.
En mi vida personal, el problema más puntual ha estado en el hecho de ser jurista, trabajar con el Estado y no lograr repartir los tiempos entre el fortalecimiento del negocio y la función gubernamental. Otra afectación, quizás la más importante, ha sido en el plano económico, en tanto he sido la inversionista de mi propio negocio, desembolsando sumas familiares y personales para el sostenimiento de la empresa.
En realidad, en mi vida personal me ha traído pocos conflictos. Primero, porque el momento en que decidí montar mi proyecto no tenía hijos pequeños ni adultos mayores que cuidar. Es un proyecto de familia que llevamos mi esposo y yo. Ambos nos apoyamos y complementamos.
En cuanto a la organización de mi vida personal, sobre todo de los tiempos, vivo en un constante conflicto entre atender a los clientes y dedicar más tiempo a mi familia y a mí misma. A veces me estresa tener que estar al tanto del bienestar de tantas personas que solicitan nuestros servicios y notar que mi tiempo personal se resiente.
Pero, aunque pueda ser un tanto contradictorio, para eso soy reikista y sanadora y he sabido sacar lo mejor de mí para tratar de conciliar lo que hago para mí misma y el tiempo que dedico a los demás.
Yo venía de trabajar en el mundo estatal, ya con experiencia en el tema de los recursos humanos. Al graduarme, laboré en el turismo, luego estuve en una empresa internacional de administración de cruceros y también fui directora de recursos humanos del Ministerio de Comercio Exterior. En 2014 decidí dar el salto al universo privado. Quería poner en práctica todo lo aprendido desde que me gradué, en función de un proyecto propio y en una actividad no convencional. Ahí apareció el interés por desarrollar la ciclomovilidad. Ya había visto con mis propios ojos –en Europa, sobre todo en Italia, un poco en España— el movimiento de transformación de las ciudades en función de una movilidad sostenible. Lamentablemente, en Cuba la gente dejó de usar la bicicleta como medio de transporte, se había perdido aquel sistema que surgió como una necesidad en tiempos del periodo especial más crudo. No existían talleres de reparación, pero seguían los problemas para moverse dentro y entre ciudades. Yo viví durante un tiempo en la Isla de la Juventud y sabía las limitaciones de las personas para poder moverse. Entonces aposté por la bicicleta, siempre con la mira puesta en lo que puede representar ese medio para mejorar la calidad de vida y como un punto de partida para emprender muchas otras actividades. Pero había un problema: no tenía capital para arrancar, pero sí muchas ganas, y la solución que encontré fue vender mi carro. Así nació Vélo Cuba, primero en la modalidad de trabajo por cuenta propia y ya ahora como empresa.
El mayor conflicto ha sido en el orden personal y con mi familia, pues al hacer la apuesta por este emprendimiento he dejado de recibir beneficios económicos. Contando los ocho años de existencia del negocio, por cerca de un año he dejado de percibir salario. Mis familiares me decían: “tienes que hacer algo, sacar personas, disminuir servicios, cerrar talleres”… Y mi respuesta siempre fue: “no, no; tenemos que seguir adelante”. Creo que lo que somos hoy como emprendimiento ha sido gracias a esa lógica de perseverar, de creer más en el futuro que en el presente. Claro, no ha sido fácil, sobre todo porque todos no lo aprecian así.
Estuvimos varios años solos porque nadie creyó en nosotros. Nos acercamos a varias instituciones con proyectos para enseñar a los niños a montar bicicletas y nos “batearon” la bola, como se dice en buen cubano. Aún hoy, muchos no creen en lo que hacemos.
Pero nosotros no paramos de generar ideas y proyectos. Cuando la Oficina del Historiador nos contrató para desarrollar un sistema de bicicletas públicas, muchos dijeron que eso era una locura. Sin embargo, eso generó una escuela de mecánica. Aceptamos y dijimos: pero esta escuela no será solo para preparar a personas que vamos a contratar de modo eventual. Al poco tiempo abrimos los cursos a más personas, sin importarnos que en el futuro nos generara competencia. De hecho, muchos de los graduados de aquellos cursos, en plena pandemia, abrieron sus negocios de talleres, se convirtieron en mensajeros, otros se compraron cuatro o cinco bicis y con ellas comenzaron a rentar. Es decir, tener esa visión es lo que nos mantiene vivos, porque queremos que más gente se interese por el mundo de la ciclomovilidad. Por muchos obstáculos que se nos presenten, seguir hacia esas metas de futuro es nuestro propósito.
En mi vida personal no creo que ser emprendedora me haya creado grandes conflictos. Por el contrario, liderar este proyecto me ha ayudado a empoderarme, contar con mi propia economía y, claro, ha contribuido a mejorar la calidad de vida de mi familia, ya que también cuento con el apoyo de mi esposo y mis hijos.
Me he sentido en desventaja, no por ser mujer sino por el tipo de negocio que llevo. La mayoría de las personas les pone importancia a los negocios que tienen muchos empleados o aquellos que cubren necesidades esenciales (de comida, construcción, hospedaje, peluquería…)
Por otra parte, he sentido esa desventaja en eventos y actividades en las que participo. Las personas no me ignoran o prestan menos atención por el hecho de ser mujer, sino por la modalidad de mi emprendimiento. Creo que eso se debe al hecho de que en Cuba no existe cultura del masaje, de la sanación y, además, lo que hacemos no encaja mucho en lo que muchas personas consideran servicios esenciales para su vida. Eso de dedicar parte de su tiempo para aprender a cuidarse, quererse, amarse y darse valor es visto como algo “menor”. En ese aspecto sí me he sentido subestimada, aunque tampoco me hace daño. A una le hace daño lo que, como persona, permita que le haga daño. No me canso de explicar la necesidad que tienen para las personas los servicios que damos, en un mundo tan agitado y lleno de situaciones estresantes. Por otra parte, nuestro negocio se puede montar en cualquier sitio: una fábrica, una oficina… pues se trata de dar calidad de vida.
En el orden personal no he sentido desventaja por ser una mujer que lidera un emprendimiento. Pero, como el 58 por ciento de nuestro personal es femenino -—quienes están al frente de los talleres, en la gestión de ventas, operaciones, administración, vicepresidencia, las coordinadoras, todas son mujeres, con excepción de un jefe de taller—, al principio de incorporarse, los esposos o novios de algunas no se han sentido cómodos sabiendo que sus compañeras tienen esas labores en el proyecto. Como sabemos que esos estereotipos todavía funcionan, bien a través de la propia trabajadora o invitando a sus esposos y novios a nuestros talleres, hemos ido sensibilizándolos y notamos que se han ido transformando.
Por otra parte, hemos fomentado la unidad de la comunidad ciclística de La Habana, mediante eventos y recorridos donde participen también mujeres. Casi siempre, tal vez por hobby o para desarrollar habilidades, muchos de los que practican la ciclomovilidad —que no son pocos y casi siempre son hombres— se agrupan los fines de semana para hacer recorridos o excursiones por diversos sitios de la ciudad. Hemos aprovechado eso para que más mujeres se integren a esas prácticas y los hombres han ido comprendiendo mejor las ventajas de circular con mujeres: no se va a tanta velocidad, pero se visitan otros sitios de interés donde pueden compartir con sus novias, esposas o amigas. Eso ha contribuido a transformar la mentalidad de que cada vez sean más las mujeres quienes usen la bicicleta.
Nos queda mucho por avanzar, pues son mujeres solo 17 por ciento de nuestros clientes que usan entre cuatro y cinco veces a la semana nuestros servicios de renta de bicicletas. La mayoría siguen siendo hombres.
No sé si el término desventaja sea el ajustado a lo que he sentido; sin embargo, puedo decir que las oportunidades han sido complejas, teniendo en cuenta las dinámicas machistas porque, por lo general, son hombres los que dirigen los órganos del Estado y, a veces, prevalecen posiciones que dejan aflorar elementos que afectan el desarrollo de nuestro negocio.
No niego que, al comienzo, hasta los mismos hombres de la familia —por ejemplo, mis hijos— pensaban que era mejor que me quedara siendo la costurera del barrio y no soñar con un negocio propio, «un negocio que se respete», como digo yo, con una estructuración sólida. Ellos no creían que yo podía convertirme en lideresa; incluso, al inicio era mi hijo quien llevaba el control económico. Luego, con el tiempo, aprendí a hacerlo por mí misma.
Son muchos los retos; entre ellos pudiera mencionar que aún no hay condiciones fiscales mediantes las cuales se nos pueda proporcionar una ayuda para llevar adelante nuestros emprendimientos. De hecho, las mujeres no llegamos al 30 por ciento entre quienes lideran este tipo de proyectos. Pese a todos los avances, somos una sociedad muy patriarcal y es una contradicción total porque la realidad dice que en las fincas trabajan las mujeres; en las casas, si existe un negocio particular, cocinan las mujeres; y en cualquier otro tipo de negocio, por ejemplo, para que el hombre pueda manejar un taxi o un camión, las mujeres se ocupan de todo en la casa y de cuidar, en muchos casos, a los enfermos, hijos y nietos. Lo asumen sin recibir los beneficios por ese trabajo. En la mayoría de los casos, ellas no cuentan con autonomía económica y dependen de otros, por lo general de los hombres. Esta es una realidad que no ha cambiado.
No existen, por otra parte, programas diferenciados que respalden a las mujeres que deciden abrir emprendimientos; todavía no es posible acceder a créditos o financiamientos. Creo que es hora ya de pensar en políticas específicas que favorezcan la participación de más mujeres que quieren y necesitan entrar al sector privado, porque tienen capacidad y conocimientos para hacerlo. En estos tiempos complejos que vivimos, hemos demostrado que con resiliencia podemos trabajar y echar adelante nuestros negocios.
Considero, además, que las reformas económicas —hablo del sector privado— deben ir acompañadas de buenas prácticas y de socialización de esas experiencias, para que otras mujeres que quizás tienen deseos y posibilidades, se animen a ser emprendedoras. Falta todavía divulgar más en eventos locales, provinciales y por los medios de comunicación, lo que muchas estamos haciendo.
También es hora de mostrarles a los jóvenes lo que hacemos, que se puede emprender en Cuba, pese a todas las dificultades, porque duele que nuestro talento joven se nos esté yendo, que emigre hacia otras partes, cuando aquí —tal vez no con todas las condiciones— se pueden hacer cosas.
Creo que los retos son muy parecidos a los que tienen los hombres: las prohibiciones, la falta de libertad para tomar decisiones, y más en el caso de los emprendedores. Cuando he tenido que tomar determinadas decisiones en mi negocio, no he podido esperar por las autorizaciones, porque a veces son cuestiones que afectan o benefician solo al negocio. En no pocas ocasiones he sido atrevida y, por suerte, me han salido bien las cosas. Pero no creo que en Cuba se les pongan tabúes a mujeres o a hombres. En estos casos, no creo que los retos vayan por la cuestión del género. De hecho, la inmensa mayoría de las instituciones a las cuales nos dirigimos para hacer gestiones relacionadas con nuestros emprendimientos están dirigidas por mujeres. No quiero generalizar, pero me ha pasado que a veces me entiendo mejor con los hombres que con las propias mujeres.
Pese al actual contexto de cambios en Cuba y la voluntad política de transformar esta realidad, y aunque las mujeres trabajen y sean profesionales, todavía muchas de nosotras seguimos asumiendo la responsabilidad de los cuidados, no somos visualizadas como empresarias, capaces de liderar un emprendimiento. Eso limita nuestro desempeño pues lo que hacemos, muchas veces, no es reconocido en el ámbito social, se nos limita el acceso a recursos o al patrimonio personal, se dificultan las posibilidades de conseguir avales para préstamos o para iniciar determinados negocios. Por otra parte, es difícil mantener los proyectos, debido a la escasez de materias primas y recursos financieros.
Los principales retos están relacionados con una historia de inequidades que aún persiste, a pesar de la voluntad política de transformar esta realidad.
Nos movemos en un tejido social de desigualdades relacionadas con estereotipos y subjetividades que complejizan el contexto para emprender. Entre esas trabas están:
Además de todo lo anterior, no existe una percepción de la importancia de los servicios generales o menores que brindan las mujeres desde sus pequeños negocios, por ejemplo: salones de peluquería/ barbería; reparación/ confección de textiles y calzado, los cuales no son apoyados desde los gobiernos municipales ni se incluyen en los proyectos de desarrollo local y su estrategia municipal como solución a realidades de escasez de servicios y satisfacción de necesidades.
Otro de los retos son las múltiples interpretaciones y aplicaciones diversas que se hacen de leyes, resoluciones y regulaciones en los espacios de toma de decisiones a nivel municipal, lo cual dilata y burocratiza los procesos de aprobación.
También el insuficiente conocimiento sobre legalidad, administración, dirección de negocios, control económico y otros temas relacionados. Por lo general, las mujeres están preparadas para asumir responsabilidades en la producción, pero aún no se ven como dueñas de negocios, lo cual se convierte en un reto extra que ellas deben superar con gran dificultad, por no ser una práctica cotidiana.
Los principales retos en el contexto de reformas en Cuba están dados en mantener un adecuado balance en el negocio dadas las alternativas a las que hay que ajustarse. Retos en los precios respecto a la adquisición de las materias primas; encontrar suministradores claves de tejidos y otros insumos que sean perdurables, adecuados, idóneos. En nuestro caso individual, el hecho de ser empresaria, gerente y a la vez líder social, también se convierte en un reto.
Considero que sí pues el cuidado y responsabilidad con el medioambiente es principio y valor que rige nuestras vidas y, por tanto, debe extenderse al negocio, reutilizando, reciclando, no desechando cosas que pueden tener una segunda y hasta una tercera oportunidad; también comprendiendo que los recursos naturales son finitos y la propia tierra debe ser alimentada, preservada y no sobrexplotada y desde el negocio y como responsabilidad social se pueden compartir estos valores y también contribuir a la formación de nuevas emprendedoras.
Las mujeres con las cuales trabajo, que son parte del Movimiento Mujeres en Espiral, practican la economía solidaria, con precios justos y diferenciados, cuidan del medioambiente. Sus proyectos no solo generan ganancias sino que promueven una vida más sana en armonía con la naturaleza.
La respuesta es sí, pero está llena de matices. Vamos a partir de que no están diseñadas las infraestructuras, ni siquiera las proyecciones dentro del empresariado (estatal y privado), que tomen en cuenta integralmente la responsabilidad social empresarial (RSE). No existe una ley de RSE; por tanto, nadie se siente obligado, en el mejor o el peor sentido de la palabra, como se quiera mirar, de “nacer” con RSE incluida. Esto se traduce en unos principios de cómo tratar, tanto a los clientes internos como externos. Ahí entra todo: el cliente que paga, las comunidades, los gobiernos, la prensa; son los actores con los cuales interactúa la empresa. Pero, sobre todo, los clientes internos (el personal que acompaña, que es el responsable y la pieza clave de cualquier sistema empresarial) y luego está esa relación que se debe tener entre los clientes internos y el entorno donde se enmarca la empresa, el negocio privado —como se le llame—, que incluye la seriedad, responsabilidad y respeto que aún no se exige.
Los clientes no tienen la costumbre, ni siquiera piensan que tienen el derecho de reclamar, de demandar por cualquier mal servicio o maltrato recibido. Eso los cubanos no lo tenemos incluido en nuestro cerebro; sin embargo, es una alta responsabilidad, de cualquier empresa, dar un servicio como corresponde.
El otro aspecto es tener en cuenta los entornos donde se desarrollan los emprendimientos. Con excepción de los inspectores de Higiene y Epidemiología que controlan los negocios de elaboración y venta de alimentos, nadie inspecciona los temas de seguridad y salud del trabajo; nadie está pendiente de si los negocios transforman los entornos. Por ejemplo, los que consumen altos niveles de agua en los barrios muchas veces afectan a los vecinos; otros, que tienen el descuido de contaminar con sus desechos el medioambiente que los rodea, no tienen en cuenta la contaminación sonora que genera su negocio y, sin embargo, desde su nacimiento tienen que cumplir con un número grande de controles, entre los cuales están estas cosas que mencionaba. Repito: no existe una ley que proteja esto en Cuba y que sirva no solo para sancionar a quienes lo incumplan, sino para estimular a quien lo cumpla, respete y verdaderamente incentive y logre mayor cantidad de beneficios sociales con su cumplimiento.
Desde el principio, en Vélo Cuba no solo tratamos de generar beneficios en las comunidades donde nos ubicamos, sino también de atraer a esas comunidades para que formen parte de nuestro emprendimiento. Así, por ejemplo, tenemos precios con cero costo desde 2014, cuando asumimos la reparación de las sillas de ruedas; 50 por ciento de descuento para la infancia, por el alquiler de bicis y cualquier otro tipo de servicio; para estudiantes y personas jubiladas hacemos un descuento de 30 por ciento y muchos de los eventos que hemos realizado en estos ocho años también han sido sin costo para los clientes.
Ahora bien, la fórmula, ¿en qué consiste? Es sencillo: un emprendimiento que se respete, desde que nace, debe destinar un porcentaje de su contabilidad a generar servicios de impacto social de transformación. En nuestro caso, trabajamos con temas de comunicación sobre la importancia del uso de la bicicleta, generamos acciones para involucrar a personas que no tienen cómo pagar un servicio o un porcentaje de ese servicio y realizamos eventos, actividades y acciones para que esas personas puedan recibir beneficios. Eso es posible diseñarlo desde que nace un negocio. De hecho, la mayoría de las empresas en el mundo que crecen, se respetan y son valoradas por los clientes, lo contemplan en su contabilidad. Esa es la fórmula; es así, matemática. Claro, eso tiene que estar respaldado por un sistema fiscal que lo acompañe.
Pienso que un emprendimiento sí puede ser responsable con la naturaleza, socialmente útil, si para ello optimiza, recicla, crea nuevas cosas utilizando alternativas (como he mencionado antes) de economía circular, o si lleva de manera consciente la responsabilidad que conlleva ser sustentables para así lograr la sostenibilidad. Ello propicia la rentabilidad. La fórmula consiste en trabajar a conciencia, querer lo que haces, crear para sostener, trabajar cohesionados y no rendirte.
Claro que sí, un emprendimiento puede ser responsable con la naturaleza y también ser rentable, pues son principios del compromiso social que hay que asumir para cuidar nuestro entorno; es decir, la vida con todo lo que la rodea. Por eso en nuestro proyecto reciclamos los desechos y los rehacemos para crear otros productos, con nuevo valor de uso. Con nuestras acciones contribuimos a sensibilizar a la población, a nuestra clientela, para que protejan el medioambiente y el sitio donde viven.
Cuando a las personas les hablan de responsabilidad, lo asocian automáticamente con el dinero. Ser responsable socialmente es respetar el derecho de los demás, e incluyo a la naturaleza, a la que muchas veces la afectamos con los desechos que generan nuestros negocios. Ser responsables es promover la superación de quienes trabajan con nosotros. En D’ Marie reciclamos muchos productos, como por ejemplo las borras del café o el agua de los aires acondicionados, porque está destilada. Ser responsable es tener buen corazón y no solo pensar en uno, sino en todo lo que nos rodea. La responsabilidad no solo se expresa por parte del empresario o la empresaria, sino por cada uno de los seres humanos que habitan nuestro planeta.
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