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¿Son las empresas argentinas rentables? ¿Por qué cierran las empresas y comercios en nuestro país? Lo invito a pensar, revisitar, desde otro punto de vista, tres conceptos de uso diario en nuestro lenguaje: rentabilidad, inversión y el emprendedurismo.
La política y la sociedad tienen dos puntos de encuentro. En primer lugar, ambos critican por derecha y por izquierda al empresariado argentino. Ambos perciben que la rentabilidad de una empresa a lo largo y ancho del país es tan grande que deberían repartir más ganancias entre los empleados, contratar más gente idónea o pagar más impuestos. En segundo lugar, ambos perciben que los servicios y productos que esas empresas proveen son caros en relación a la calidad.
Si la primera hipótesis fuese cierta, la mitad de los argentinos que hacen transacciones de manera informal nos señalan que hay un error en el razonamiento. ¿Son las empresas argentinas rentables?, ¿están en condiciones de pagar más impuestos?, ¿por qué cierran las empresas y comercios en nuestro país?, ¿el cierre es culpa de los políticos e intendentes? o ¿es culpa de la demanda que no percibe valor en las propuestas?
Antes de contestar estas preguntas, le propongo ejercitar el pensamiento. Lo invito a pensar, revisitar, desde otro punto de vista, tres conceptos de uso diario en nuestro lenguaje: rentabilidad, inversión y el emprendedurismo. No se asuste: no voy a usar fórmulas matemáticas ni conceptos extravagantes.
Las empresas, todas ellas, ubicadas en cualquier lugar del mundo, se pueden agrupan en dos grupos:
En los mercados donde es posible competir, abrir un negocio, importar y exportar, cambiar moneda, entre otros factores, se llega al equilibrio cuando un empresario o emprendedor satisface al consumidor con una cantidad y precio. Cada empresa (chica o grande) que vende productos homogéneos cuenta con un obstáculo a la hora de emprender: si se corre el rumor, entre emprendedores, de que todavía hay retornos jugosos en ese rubro van a intentar “robar” al primer emprendedor parte de esa rentabilidad.
Cuando un nuevo jugador entra a la cancha, se incrementa la oferta (por ejemplo de tostadoras), los precios tienden a bajar (para ganar una cuota de mercado la competencia baja el precio hasta donde más puede) por tanto la rentabilidad de los otros competidores comienza a disminuir lentamente. A la par que caen las ganancias y la rentabilidad, el valor de ese negocio y su posibilidad de venderlo también merman.
Piense cuantas canchas de paddle, videoclubs, canchas de papi futbol, casa de empanadas, casa de pollos a la parrilla, salones de fiestas infantiles, locales de juegos arcade, perecieron desde 1990 a la fecha. Cientos. Cientos de familias perdieron sus ahorros siguiendo una inversión de moda, que era un negocio sin barreras de entrada, sin protecciones, sin ventajas competitivas.
Cuando el mercado limpió a los emprendedores que no pudieron disminuir costos o mejorar sus productos, los precios de las tostadoras se estabilizaron a un precio más alto pero en el largo plazo nadie generará un dinero extra. Todos buscarán sobrevivir.
Por otro lado, en los mismos mercados libres, hay otra clase de negocios: aquellos que tienen ventajas únicas y casi imposibles de reproducir, copiar o robar. Cuando las obtienen por medio del esfuerzo crean una suerte de monopolio.
Un monopolio ocurre cuando una compañía es muy buena resolviendo un problema o haciendo una actividad, por lo que ningún otro competidor le llega a los talones. Monopolio no significa tener un acuerdo de exclusividad con el gobierno para hacer plata; significa hacer muy bien una tarea, un producto u ofrecer un servicio. Siempre pensando en el cliente, en satisfacerlo de la mejor forma posible.
Desde una mirada financiera, los negocios sin ventajas competitivas tienen bajos márgenes brutos (ventas menos costos de mercadería vendida), baja rentabilidad (ganancia neta dividido capital empleado), esta rentabilidad suele ser menor o igual a la inflación, la relación entre el inventario y los activos es alta y el negocio tiene que rezar para traspasar al cliente los aumentos de los costos. ¿Es sano un negocio en el que hay que agarrarse de las manos y rezar un padre nuestro para sobrevivir a un aumento de precios?
Algunos ejemplos ayudarán a comprender cada caso. Negocios sin ventajas competitivas son los fabricantes de autos, marcas de indumentaria, taxis, remises, supermercados, almacenes, quioskos, restaurantes, discotecas, cines, librerías, entre otros. Por el otro lado, los negocios con ventajas competitivas son tarjetas de crédito, empresas de software, empresas proveedoras de servicios de mantenimiento (ascensores, cajeros automáticos), redes sociales, seguros de salud, salud e higiene, etc.
Un negocio protegido por barreras de entrada es rentable, sobrevive a las crisis, tiene espacio para innovar, el dinero de los accionistas crece, generar nuevos proyectos. Esto lo consiguió concentrándose en resolver un problema mejor que otros, en crear una tecnología propia y patentarla, generando un efecto de red en su producto o servicio, en tener como mantra “cuidar los gastos”. El ahorro o manejo eficiente de los gastos puede generar que un comercio le pueda ofrecer precios más bajos a sus clientes.
Es una experiencia y precio comer pizza en un local de barrio y otra muy diferente es comer pizza en “Los Inmortales” o en “El cuartito”.
Los argentinos por la necesidad de sobrevivir, de tener que emprender porque no conseguimos un empleo o desconocemos las reglas básicas sobre cómo invertir, nos zambullimos en negocios sin ventajas competitivas. Es decir, nos metemos de cabeza en negocios que tienen los días contados, que difícilmente generen un incremento en la riqueza del emprendedor. Lo ayudará a sobrevivir, pagar las cuentas, pagar el colegio de los chicos, hasta la próxima recesión o hasta que nuevos emprendedores decidan meterse en su rubro.
Caminar por la calle Cabildo o visitar el microcentro porteño ofrecen un vívido ejemplo de lo narrado. Cientos de negocios cerraron y continúan cerrando porque la rentabilidad es menor a la inflación y al costo de pedir dinero prestado para “mantener a flote el proyecto”.
Entonces, ¿no hay que emprender? Sí, hay que emprender. El mundo tiene miles de problemas a ser resueltos. Y aún más problemas hay en Argentina y en cada provincia. Sólo hay que intentar cuidar al máximo el fruto de la indemnización o los ahorros. En tal sentido, es necesario pasar horas investigando un problema antes que tirarse al vacío sin una red de contención o emprender por el simple hecho de sentir que hacemos algo con nuestro tiempo.
A modo de resumen, si no encuentra un problema para resolver no invierta. Si quiere emprender para “hacer algo con su tiempo”, no lo haga. Dedique horas a encontrar un problema, a pensar soluciones mejores que la de un competidor y logre que ése negocio sea rentable con todas las letras. Como sociedad necesitamos generar empleos, por lo que necesitamos emprendedores que tomen riesgo y abracen lo incierto pero también necesitamos que sus negocios estén operando el mayor tiempo posible para que el empleo sea verdaderamente genuino. Eso se logra con educación financiera y particularmente preguntándose sobre las características que tienen los buenos negocios.
*Javier Frachi es Analista de Mercados y Magister en Finanzas de la Universidad Torcuato di Tella.
Domicilio legal: Arístides Villanueva 444, Mendoza, Argentina.
Director Editorial responsable: Pablo Icardi | Propietario: Territorio Digital S.A. | Registro DNDA N° 11804985 | N° de Edición: 5425 | Miércoles 15 de Junio 2022 .
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