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Sonia Garza arrancó su negocio hace 30 años, en su Nuevo León natal. Entonces, recuerda, las mujeres no eran sujeto de crédito y tenían pocas propiedades a su nombre, si es que tenían alguna. Para profesionalizar su negocio, comenzó a asistir a cursos y capacitaciones. Nunca olvidará aquellas ‘lecciones’: “Nos dijeron que teníamos que pensar como hombres si queríamos que nuestros emprendimientos fueran exitosos o que, para tener credibilidad, teníamos que vestirnos como hombres”, recuerda.
Por eso, cuando llegó a la Asociación Mexicana de Mujeres Jefas de Empresas (AMMJE), hace 25 años, su mundo se abrió. “Me quedé impactada y dije: de aquí soy”. En febrero del año pasado asumió la presidencia de la organización, fundada en 1965 y con más de 5,000 asociadas, para el periodo 2021-2023.
Al frente del organismo se han enfocado en mejorar las oportunidades de los negocios fundados por mujeres tras la pandemia, especialmente a través de alianzas con empresas financieras como Afirme o Konfío.
Expansión Mujeres: ¿Es necesario tener una organización que agrupe a mujeres empresarias, por qué no unirse en una organización mixta?
Sonia Garza: Yo me lo he preguntado muchas veces, porque también soy consejera nacional de la Coparmex [Confederación Patronal de la República Mexicana] y otros organismos empresariales, pero la verdad es que, al estar agrupadas las mujeres que conocemos nuestra problemática, somos un ecosistema que nos ayudamos y nos impulsamos. Cuando entré hace 25 años, tenía muchas dudas y quise profesionalizar mi empresa y, cuando entré a tomar cursos de capacitación, no te puedes creer lo que nos decían en estos cursos: que teníamos que pensar como hombres si queríamos que nuestros emprendimientos fueran exitosos o que, para tener credibilidad, teníamos que vestirnos como hombres. Y creo que fue una de las cuestiones por las que se crearon estos suits, estos trajes de hombre masculinizados y que nos impedían de alguna manera reconocer nuestro valor como mujeres.
Cuando llegué a la primera reunión de la AMMJE a la que me invitaron, hace 25 años, me quedé impactada y dije: de aquí soy. Me reconocí en todas esas mujeres que batallaban tanto por sacar sus empresas adelante, por tener la credibilidad, por tener ese doble rol de ser amas de casa, madres de familia y la economía del cuidado y aparte ser empresarias, cómo hacíamos malabares para cumplir con todas nuestras responsabilidades. Si no hubiera sido por esta asociación, a lo mejor yo hubiera abandonando mi proyecto, porque no es fácil estar luchando contra todo, contra una sociedad que te dice que tus obligaciones son otras.
He estado en asociaciones de hombres y, en los inicios, yo sé que es inconsciente porque no están acostumbrados a ver a mujeres que opinen, pero cuando nosotras levantábamos la voz como que no se sentían muy a gusto de escucharnos, como que tenían un poco esto de «no, es que no has visto lo importante». De alguna manera, sin darle el valor que tenía la palabra de la mujer. Ahora los tiempos han cambiado, pero no creas que tanto, falta mucho camino por andar y creo que una asociación de mujeres nos da la certeza de que vamos bien, de que no eres la única que tiene dificultades y de que a pesar de ellas puedes sacar a tu familia o a tu negocio adelante. Una asociación como AMMJE puede ayudar, sobre todo, en una situación muy importante: si no estuviéramos aquí y no conociéramos la problemática de las mujeres, no hubiéramos firmado estas alianzas tan importantes con Konfío o Afirme.
EM: ¿Por qué falta esta representatividad de las mujeres en las cúpulas empresariales, aunque algunas ya tengan áreas de equidad de género?
SG: Yo estoy en varias organizaciones y representó a la AMMJE en otras y, aun cuando se han abierto varias direcciones, que primero era equidad de género y ahora es inclusión, aunque lo traemos en el papel y el discurso, no se opera en la vida real. Simple y sencillamente un dato: somos el 51.2% de la población, ¿cuántas mujeres presidentas de un organismo empresarial conoces? ¿O cuantas gobernadoras tenemos? ¿O si te dicen cuáles son las principales empresarias, cuantas se te vienen a la mente? Y ese ejercicio yo lo hice aquí en Nuevo León, porque es un estado muy difícil, donde la incursión de las mujeres en este sector no es tan fácil. Y otra cosa: las mujeres no tenemos tanto tiempo después de toda la carga laboral que traemos, de la carga de la economía del cuidado, [y por eso] ya no nos queremos meter tanto a cambiar otras cosas que creemos que son necesarias. Me decía un empresario: “invito a mujeres para que sean consejeras y no quieren”. Mira, no quieren no porque no quieran participar, pero la verdad es que no tenemos tiempo, nuestro día tiene 24 horas y si dedicamos 7.5 horas del día a los cuidados y luego a nuestra empresa y luego a crecer de manera personal, la verdad es que nos quedamos sin tiempo.
Todavía falta mucho por hacer. Todavía hay empresas que te piden examen de no gravidez, que al contratarte te preguntan si tienes planes de casarte o tener familia. Las pymes han sido muy afectadas y las empresas de mujeres más, precisamente porque tuvimos que regresar a nuestras casas porque nuestros hijos no iban a la escuela o porque, si tenían que despedir a alguien de una empresa, a la que despedían era a la mujer. O porque sencillamente tuvimos que renunciar al trabajo por las responsabilidades que nos pedían a gritos volver a casa.
EM: ¿Cómo están las empresas mexicanas lideradas por mujeres?
SG: Puedes contar con los dedos de la mano cuántas mujeres lideran una empresa importante o una mediana. Un empresario de Nuevo León me dijo: “Sonia, yo tengo a muchas mujeres en mi negocio, no sé por qué tú trabajas tanto dándole visibilidad a que las mujeres necesitan mejores oportunidad, si yo tengo muchas empleadas en mi empresa”. Sí, perfecto, pero dime en qué puestos, no son de toma de decisiones.
Y aquí se viene otra problemática, que es el despido porque te embarazas o te casas, o tienes que ir a las reuniones de la escuela de tus hijos. Y las empresas mexicanas no están tan acostumbradas. ¿Qué es lo que pasa? Que nos orillan de alguna manera a renunciar. Nos han metido mucho en México la culpa y a veces nos sentimos muy culpables de tener que trabajar y tener que dejar a los hijos en casa o en una guardería. Creo que son situaciones que hacen que las mujeres emprendamos menos y el 23% de las empresas que fracasan es por falta de tiempo.
Es muy interesante que 89% de las empresas que se desarrollan inician con un financiamiento de la familia: las mujeres tenemos muy pocas cosas que estén a nuestro nombre por la cultura en México. Antes, a las mujeres ni se les heredaba, es más todavía una de cada cinco personas a la que le preguntes si es mejor educar a un hombre que a una mujer te dice que a un hombre. Es impresionante, pareciera que vamos evolucionando, pero no estamos avanzando a la velocidad que quisiéramos. Otro ejemplo, las mujeres para ganar lo que los hombres ganan en 12 meses tenemos que trabajar 13. La brecha salarial está presente en todo momento y la situación de la familia ni te digo. En mi época me decían: “¿Quieres trabajar? Perfecto, pero que a tus hijos no les falte nada, que la casa esté perfecta y el marido no esté desatendido. Si cumples con esas tres cosas, ya puedes iniciar tu trabajo». Y aún así nos aventuramos.
EM: ¿Qué ha pasado con las pymes lideradas por mujeres en estos dos años de pandemia?
SG: Nos ha afectado más que a los hombres. Los sectores donde más nos desarrollamos las mujeres son los de servicios, comercios, agroindustria. Y toda la cuestión de hoteles, restaurantes, turismo… fueron los primeros declarados no esenciales y se tuvieron que cerrar. Muy pocas pymes pudieron resistir más de tres meses de cierre. Cuando inició la pandemia, hicimos una encuesta y 30% de nuestras empresarias estaban siendo afectadas por esta situación de una manera importante. Lo que hicimos fue empezar a usar la tecnología, firmamos un convenio con Mercado Libre y con Google y empezamos a crear un proyecto que se llamó Academia AMMJE, donde las invitamos a todas a subirse a la tecnología y digitalizar sus negocios. Yo crecí muchísimo con mis ventas en Mercado Libre y Amazon y era un mercado que no tenía tan explorado.
Pero hubo algo más. No solamente lo hicimos para las mujeres de la asociación. Invitamos a todo el ecosistema emprendedor de mujeres, formales o no formales, a que tomaran estos cursos que duraron ocho meses y a llevarlas a la digitalización de sus negocios. Creo que este proyecto nos ayudó a que la pandemia no nos impactara tanto. Algunas migraron sus negocios a vender las cosas que eran necesarias para la pandemia, como cubrebocas, oxígeno, antibacterial… y otras nos mantuvimos pero ya nos subimos a las plataformas de e-commerce para sacar adelante nuestros negocios.
Pero también creció el mercado informal. Seguro has oído de la ‘economía neni’, que genera 9.5 millones de pesos diarios y de la que dependen 13 millones de familias. Como a las mujeres lo que nos mueve es precisamente generar economía para la familia, porque 80% de nuestros ingresos se los damos a la familia, no había manera de que nos detuviéramos, en la formalidad o en la informalidad, teníamos que salir adelante.
EM: ¿Por qué a las mujeres les cuesta tanto trabajo conseguir créditos para sus empresas y cómo les ayuda la asociación?
SG: Uno de los principales problemas que nos encontramos al emprender es el financiamiento. Como te dije, 89% de las empresas de mujeres empieza con el patrimonio familiar y las mujeres más que los hombres tenemos miedo a usarlo porque no sabemos cómo nos va a ir. Empezamos a buscar con quién aliarnos y tuvimos dos alianzas estratégicas muy importantes. Una con Afirme, que nos hizo un traje a la medida, y luego vimos otras necesidades, a medida que vamos avanzando. A nosotras a veces nos daba miedo poner algo en garantía, como las escrituras de tu casa o tu carro, porque como es el patrimonio familiar te aterra hacerlo. Ahora no solo estamos con el financiamiento, también estamos enfocadas en conseguir capacitación y asesoramiento para que no te dé miedo solicitarlo y sepas cómo hacerlo.
EM: ¿Qué tenemos que hacer para que más mujeres estén al frente de empresas familiares?
SG: En Nuevo León, por ejemplo, las grandes empresas no las lideran las mujeres de la familia, falta mucho y es una tarea muy importante tanto de ustedes [los medios de comunicación] como de nosotras. Hay que señalar cuáles son las ventajas de tener a las mujeres en la toma de decisión y las ventajas están nombradas por muchos organismos internacionales y nacionales: las mujeres aumentamos el 17% de la productividad y el 21% la rentabilidad de las empresas, sabemos hacer buenos equipos, sabemos trabajar bajo presión, generamos equipos más colaborativos, somos más cumplidas con los pagos… La verdad es que creo que falta visibilizar todas estas ventajas de que una mujer pueda ser la jefa de su empresa. Alguna gente se ríe del término Asociación Mexicana de Mujeres Jefas de Empresas, pero imagínate en el contexto en el que se formó, cuando las mujeres no eramos ni jefas ni dueñas de nada. Nombrarnos así era un autorreconocimiento de que tú puedes, tú sabes, tú debes, aviéntate. Yo creo que eso es lo que ahora se requiere, normalizar más la mujer en puestos de toma de decisión. No hay de otra, por más que hablemos de inclusión, de igualdad, de diversidad, nos falta un tramo grande por recorrer. Pero vamos avanzando, hemos tenido logros.
EM: Señalas que la palabra jefa es muy poderosa y parece que a las mujeres ni siquiera les ha dado tiempo a aprovecharla, porque con el cambio de paradigma en el liderazgo, ya no hablamos de jefes o jefas sino de líderes. Pero, mentalmente, la palabra ‘jefa’ crea una imagen distinta, ¿no?
SG: Fíjate que sí la crea y me gusta. Me han dicho que cambiemos el nombre de la asociación en este mundo de igualdad e inclusión en el que ya no hablamos de jefes… Pero es que para las mujeres todavía significa mucho esta palabra. Para ellos a lo mejor no les gusta tanto, les causa cierto ruido, pero para nosotras, que nos falta mucho trabajo por hacer en el autorreconocimento, es muy significativo. Es increíble que aún en estas épocas hay mujeres emprendedoras o empresarias que ni siquiera se reconocen, que dicen que apenas están empezando cuando llevan ya dos años y viven de lo que el negocio les da.
Tienen miedo a la formalidad porque no saben cómo, pero también que estén en la informalidad significan que no tienen derecho a financiamiento, está relacionado a bajos sueldos, no tienes las ventajas que la ley te ofrece… Nosotras solo aceptamos a mujeres legalmente constituidas, pero nuestra reflexión ahora es preguntarnos qué estamos haciendo con las otras, que tanto nos necesitan. En 2022 a través de estas alianzas que estamos formando queremos llegar a impactar a un millón de mujeres. El IMCO [Instituto Mexicano para la Competitividad] nos dice que de la población económicamente activa de las mujeres, representamos las emprendedoras representamos el 26% y, de ellas, el 82%, que significan 4,286,000, operan en la informalidad. ¿Crees que es difícil que podamos impactar a un millón de mujeres, para que formalicen y les pierdan el miedo? Nosotras lo vemos como una gran alternativa. Si quieres un país con oportunidades para todos, lo que necesitamos es sumar y apoyar a este porcentaje de población que tenemos desprotegida.
EM: ¿Crees que el teletrabajo se puede convertir en un arma de doble filo teniendo en cuenta que al final las mujeres son las que se siguen haciendo cargo del hogar y los cuidados?
SG: La verdad es que este trabajo es agotador, pero hay que diferenciar el trabajo como empleada y como empresaria. Cuando trabajas como empleada, que te exigen porque creen que tienes todo el tiempo porque no te mueves y te absorbe más el trabajo de la empresa y además la casa, pues sí, la verdad es que es un arma de doble filo, pero si es tu negocio el que estás operando, es una ventaja. Pero lo que tenemos que hacer es trabajar en nuevas masculinidades, en poder tener un equipo de colaboración en la casa. ¿A mi qué es lo que me ha permitido salir adelante y crecer? Pues que tengo un equipo de ayuda y soporte y que a la familia le tengo asignados el rol a cada quien, si no yo no podría. Esa es una de las problemáticas que enfrentamos las mujeres y que nos detiene a que sigamos creciendo, esa carga laboral cuando no hemos creado equipos colaborativos en la casa. En las nuevas generaciones, tanto las mujeres como los hombres vienen con otras ideas más revolucionarias.
En una plática, me comentaron al final: es que mi novio dice que no se va a casar con una mujer que trabaje. Pues, oye, hay muchos hombres con los que te puedes casar, elige otro con el que puedas crear una sociedad conyugal que te permita crecer y que no te limite a ser una esclava de nadie ni de tu casa. Esto es algo que limita a las mujeres, que no tenemos mucho tiempo y que la carga y la cultura nos limita para seguir creciendo. Y la única manera es que tanto ustedes, los medios, como nosotras en la asociación, visibilicemos esta problemática. Tenemos que lograr sociedades, comunidades y hogares más colaborativos, donde el trabajo de la mujer se valore, pero también el hombre tenga que meter el hombro. Los hijos y la casa también son suyos.
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