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Por Jorge A. Castañeda
La militarización parece ser un fenómeno que llegó para quedarse. No la inició este gobierno, pero parece haberla llevado a otro nivel. Una de las grandes diferencias, como lo muestra el estupendo estudio de México Unido Contra la Delincuencia, es que bajo la administración actual a las Fuerzas Armadas se la han encomendado tareas que van mucho más allá de la seguridad pública.
Entre ellas, parece que los militares serán grandes empresarios. A inicios de este año, el presidente anunció la creación de la empresa “Olmeca-Maya-Mexica”, dependiente de la Sedena que administrará el Aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y los nuevos aeropuertos de Tulum y Palenque. Por si fuera poco, la semana pasada a través de Guacamaya Leaks, diversos medios reportaron que la Sedena busca crear y operar su propia aerolínea. En todos estos anuncios, el mandatario ha enfatizado que las ganancias de estos grandes negocios serán para financiar las pensiones de los militares.
Todo esto suena muy bonito, pero no arreglará el problema sino lo hará peor. Si los militares creen que estas empresas van a ser negocio alguien los está engañando. Y peor aún, si piensan que estas les van a garantizar sus pensiones, están viviendo en un mundo de fantasía.
Empecemos por el Tren Maya. Más allá del costo exorbitante de la inversión que hasta ahora van casi 300 mil millones de pesos, una vez concluido, lo más probable es que pierda dinero y a carretadas. El estudio costo-beneficio presentado inicialmente es una broma. Los supuestos de este eran que el tren tenía una demanda capturable de 325 mil pasajeros al día, lo que implicaba que más del 50% de los turistas internacionales lo tomarán. Y estas cifras eran alegres cuando el tren llegaba al centro de Mérida y Campeche y tenía una estación dentro del aeropuerto de Cancún, todos supuestos que hoy no son ciertos.
El caso de la aerolínea es aún peor. Hay un dicho famoso del empresario británico Richard Branson que dice que la manera más rápida para volverse millonario en el negocio de las aerolíneas es empezar como billonario. Si hay un negocio que ha destruido valor para sus accionistas en el largo plazo durante las últimas décadas es el de la aviación. Es tremendamente complejo, cíclico y vulnerable a los precios de los combustibles (aquí el subsidio no aplica).
Por último, los aeropuertos podrían parecer un buen negocio. En México los diferentes grupos aeroportuarios privados han generado grandes ganancias para sus accionistas. Pero es un negocio donde los activos más valiosos –los aeropuertos con mucho tráfico– subsidian al resto de los activos que por sí solos operarían a pérdidas pero son necesarios para capturar los efectos de red. El problema es que ninguno de los aeropuertos que se quedará el ejército parece ser de gran atractivo, solo Tulum que tendrá que competir con Cancún, quizá el aeropuerto más moderno y eficiente de México.
Estos negocios sin duda crearán oportunidades para extraer rentas y serán fuente de corrupción –el responsable de una estación del Tren Maya podrá cobrar a los vendedores de artesanías a las afueras– pero no serán rentables a largo plazo y sin duda no podrán financiar las pensiones. Además, estos “negocios” tendrán que ser subsidiados año con año y solo agravarán el problema ya que las pensiones de los militares no se van a ir a ningún lado. Más allá de lo que uno opine sobre el papel de las FFAA en seguridad pública, esas pensiones están ganadas y son un compromiso del Estado mexicano.
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