Como es de público conocimiento se reiteran condenas contra negocios que llevan a cabo distintos emprendedores en muy diversos rubros. Por ejemplo ahora que estamos en pandemia se cargan las tintas contra laboratorios farmacéuticos sosteniendo que obtienen demasiados beneficios y que el aparato estatal debiera controlarlos o en algunos casos se la emprende de tal manera contra esos empresarios que se llega a la conclusión que deberían entregar sus productos sin cargo para bien de la humanidad.
Esto es a todas luces descabellado puesto que cuanto más importante el sector más razón para abrir al máximo los incentivos al efecto de atraer inversiones en el área en cuestión. Como sabemos, los precios son la única señal con que cuenta el mercado para operar. Mirando ese tablero de señales es que se percibe si un negocio es rentable o si no lo es. Dado que los recursos son limitados y las necesidades son ilimitadas es indispensable establecer las prioridades o urgencias en los diversos territorios puesto que todo no puede hacerse al mismo tiempo.
Como decimos, en el caso considerado, en una pandemia más que en ninguna otra circunstancia resulta indispensable que el mecanismo de precios funcione en libertad. Si se llegara a la conclusión que por la gravedad del momento y para facilitar el acceso a los medicamentos necesarios se imponen controles de precios el desastre es seguro. Un precio máximo es un precio inferior al de mercado con lo cual naturalmente habrá más gente que puede comprar el bien pero este hecho no se condice con lo que ocurre con la oferta ya que al instante del establecimiento del precio máximo no se agranda la cantidad disponible por arte de magia, por lo tanto en ese primer momento habrá un faltante artificial. Es decir, como queda dicho, la demanda se ampliará pero para en definitiva requerir una cantidad igual a la que existía antes de la intervención en el precio lo cual provocará interminables filas de personas que necesitan el producto pero al no haber para todos muchos quedarán insatisfechos a pesar de contar con el dinero necesario. Más aún, la situación empeora notablemente a continuación puesto que los productores marginales, es decir los menos eficientes que cuentan con un margen operativo reducido se ven obligados a discontinuar la producción o distribución del bien en cuestión lo cual a su vez contrae aún más la oferta situación que agrava el antedicho faltante artificial. También los inversores potenciales y los eficientes que están en el reglón de los medicamentos verán que artificialmente otros rubros se tornan más rentables y atractivos por lo que se encaminarán en esa dirección que genera una mayor defección en la oferta respectiva. En otros términos una catástrofe sanitaria de magnitud.
Con otra perspectiva debe verse que lo que es considerado caro en un momento dado atrae otras miradas con lo que al ampliarse la oferta el precio se reduce y se torna más accesible. Esto no quiere decir que los productos serán gratuitos, nada es gratis pero se venderán al precio más atractivo que las circunstancias permitan dados los previos años de investigación para posibilitar el lanzamiento del producto.
Por eso en los lugares civilizados se respetaron los arreglos contractuales libres y voluntarios para los trasplantes cardíacos a partir del primer caso del célebre cirujano sudafricano. Supongamos que el primer trasplante costó un millón de dólares, esto fue una señal muy potente para acentuar la especialización del caso lo cual empujó los honorarios a la baja hasta convertirla en montos que más personas pudieron afrontar. Sin duda que este proceso no tuvo lugar allí donde gobiernos estatistas se inmiscuyeron en los referidos honorarios en nombre de los pobres lo cual condenó a pobres y ricos a morirse debido a temas cardíacos o mudarse a un país civilizado para atenderse adecuadamente.
Salvando las distancias, este proceso ocurre en todos los campos. Cuando apareció el automóvil era un bien de lujo para unos pocos, solo se pudo convertir en un bien de uso corriente allí donde el mercado pudo funcionar libremente.
Estas diatribas contra los negocios lícitos que describimos no solo se refiere a los medicamentos y a los automóviles sino que abarcan todos los quehaceres posibles. Se ataca al comerciante de las empresas del vestido, a los alimentos, a la agricultura, a las comunicaciones, a los transportes, a los emprendimientos inmobiliarios, a la hotelería, a las jugueterías y a todos los bienes y servicios imaginables por eso las trifulcas, los desajustes, las protestas y los desabastecimientos ocurren allí donde se la emprende con el intervencionismo estatal.
Es muy curioso y llamativo pero en lugar de saludar y felicitar a los emprendedores en todos los territorios mencionados y en muchos otros por permitirnos contar con esos bienes y servicios, resulta que en los países socialistas se los ahuyenta y disuade de producir con lo que la pobreza se incrementa a pasos agigantados. En lugar de ello resulta que se alientan empresarios prebendarios que en una cópula hedionda con el poder político de turno asaltan a sus semejantes con privilegios, mercados cautivos y otras indecencias a costa de calidad y precio. Tampoco se condena la corrupción alarmante de gobernantes que se enriquecen a manos llenas expoliando el fruto del trabajo ajeno. Una hipocresía mayúscula.
Ahora bien en esta nota periodística quiero destacar otra hipocresía exponencial que revela una incoherencia a prueba de balas. Se trata de lo siguiente que la formuló en forma de una pregunta a todas luces retórica: ¿Por qué se calla acerca de los formidables negocios multimillonarios en todos los escalones en rubros tales como el fútbol o en los populosos recitales de música? ¿Por qué se acepta en estos menesteres el pago de sumas exorbitantes a los personajes involucrados en estos capítulos del entretenimiento colectivo? Y esto no es en los más mínimo para criticar estos espectáculos masivos puesto que si a la gente le agrada bienvenido sea, de lo que se trata es de marcar la inconsistencia fenomenal de criticar y condenar empresarios que se preocupan y ocupan de otros procesos masivos como la alimentación, el transporte, los medicamentos, la comunicación, la vestimenta, la vivienda y demás que atienden necesidades más vitales que el mero entretenimiento.
Aunque no soy un entendido de futbol, tengo mucho respeto por Lionel Messi no solo por su habilidad en el campo de juego sino muy especialmente por su conducta ejemplar como persona de bien, igual que en otra época y en otro deporte el gran Roberto De Vicenzo que enalteció al verdadero y noble espíritu deportista de quienes se comportan en la cancha como fuera de ella con la misma corrección. También me satisfacen algunos recitales pero eso no justifica en modo alguno la doble vara sobre lo que estamos comentando.
¿Es hipocresía o es estupidez y mala fe? ¿Cuáles son los argumentos para deslindar estos rubros de un modo tan frívolo y contraproducente? ¿Es que no se percibe que no hay entretenimiento que valga si no hay comida, transporte y medicamentos? Todos los días se reporta la compra de algún jugador por algún club o se firma un nuevo contrato con cantantes y miembros de orquestas para nuevos recitales en distintas partes del mundo que se toman como naturales que en verdad lo son pero, nuevamente reiteramos, que no se entiende la doble vara con otros negocios que también operan según sea la aprobación o reprobación del público. Si aciertan en lo que sus semejantes demandan obtienen ganancias, si yerran incurren en quebrantos a contracorriente de lo que hacen los antes mencionados prebendarios que inexorablemente explotan miserablemente a sus congéneres junto con gobernantes ladrones que se burlan de la gente puesto que no solo la empobrece con sus medidas estatistas sino que habitualmente la roba a manos llenas.
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