‘Hormigas’ que reciclan basura electrónica – EL PAÍS

En La hormiga verde, una empresa ubicada en Villafranca de los Barros (Badajoz), no existe el concepto de usar y tirar. Esta compañía nacida en 2018 se dedica exclusivamente a la gestión de basura electrónica, dándole una segunda vida a los residuos tecnológicos. Si el modelo imperante es consumir y desechar, aquí defienden el reducir y reutilizar, como explica el ingeniero industrial y gerente, Ignacio García, de 50 años: “Recuperamos el 100% de las materias primas de los aparatos”. García proviene del sector de la biomasa y abrió la empresa al quedarse en paro: “Empecé solo, desmontando aparatos, quería aprender antes de llamar a nadie”. En 2019 pidió un préstamo al banco, contrató a 10 empleados y facturó 100.000 euros. Ahora el escuadrón de hormigas factura 900.000 euros y está compuesto por 31 personas, de las cuales 29 son discapacitadas. Tienen clientes en Madrid, Valencia, Sevilla y en Holanda. García sostiene que el éxito de una empresa no es del dueño sino de su equipo: “Mi modelo ideal de negocio aúna el ecologismo con la empatía social”.
Pero emprender es un camino lleno de dificultades. García invirtió tiempo y dinero sin saber si daría sus frutos: “Me preocupaba que no hubiera suficientes cacharros para recoger, empezamos con 1.000 kilos diarios y actualmente estamos en el triple”. La principal dinámica de trabajo se basa en reacondicionar ordenadores, móviles y en general, extraer materias primas de cualquier aparato para darle una segunda vida en el mercado. En La hormiga verde también reparan paneles solares de centrales fotovoltaicas y han dado sus primeros pasos fabricando objetos a partir de residuos. El gerente, Ignacio García, asegura que ahí está la gran línea de crecimiento: “Quiero desarrollar carpintería plástica y fabricar sillas y bancos para espacios públicos. Sólo falta que nos apoyen las administraciones”.
Según las Naciones Unidas, en 2019 se alcanzó el récord de basura electrónica con 53,6 millones de toneladas en el mundo. La mala gestión de los residuos electrónicos, entre los que hay elementos tóxicos que no son biodegradables, como el plomo, el arsénico o el mercurio, atenta gravemente contra el medio ambiente y afecta a la salud de la ciudadanía. España está a la cola de Europa en el reciclaje a pesar de ser uno de los que más chatarra produce: casi un millón de toneladas anuales, de las cuales tan solo se recicla el 21%, muy por debajo de la media de la UE (35%). José Ángel Parra tiene discapacidad visual, llegó hace dos años como coordinador y explica que recogen los residuos de forma gratuita a través de su red de micropuntos verdes: “Ponemos en venta los objetos a los que damos otra vida, desde consolas, tablets, televisiones…”.
El sector del reciclaje es un negocio al alza y una oportunidad de creación de empleo, como afirma Vicente López, director del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud: “Atraerá gran parte del esfuerzo innovador en las próximas décadas y un elemento básico es la integración de los colectivos más vulnerables”. El emprendedor de La hormiga verde tenía claro que quería resaltar el valor social pero encontró dificultades, porque, asegura, falta pedagogía y normalización con la discapacidad. García agradece la ayuda que le brindó la Federación Española de personas con discapacidad con la que encontró a personas discapacitadas dispuestas a trabajar en su proyecto, y con la que espera seguir ampliando la plantilla los próximos años: “Funcionamos como un engranaje, ayudándonos como si fuéramos familia”.
Una de las claves del negocio es la relación de igual a igual entre trabajadores independientemente del rango que ocupen. Un accidente laboral dejó a Sonia González Pulido, de 44 años, con una minusvalía del 33%: “Me incorporé en abril pero estoy tan a gusto que parece que llevara mucho más”. Solía trabajar en organizaciones sociales antes de llegar a la empresa de García. Ahora organiza las rutas de recogida de basura electrónica y comenta que la dignidad que le otorga este trabajo demuestra que la discapacidad no debería ser vista como un impedimento en la inserción laboral: “Donde otros ven barreras, nosotros vemos retos”.
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