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Las estafas piramidales vuelven a dar que hablar. Internet y las redes sociales dan nuevas alas a un problemas cíclico, que se adapta a los tiempos.
El truco es en realidad muy antiguo. Cumplió más de cien años, pero muchos incautos siguen cayendo en la trampa del sistema piramidal, cuya invención se atribuye a un inmigrante italiano que hizo de las suyas en Estados Unidos en 1920. Carlo Ponzi ideó un negocio con cupones postales y consiguió que muchos invirtieran. La promesa de ganancias de hasta un 100 por ciento en tres meses atrajo a la gente en masa. Solo que Ponzi no ponía los fondos obtenidos en el negocio propuesto, y por lo tanto no generaba ganancias para sus inversionistas, sino que, al comienzo al menos, les pagaba con el dinero de aquellas personas que se iban sumando. La estafa se descubrió, muchos perdieron grandes cantidades y Ponzi fue a parar a la cárcel.
Hasta el día de hoy, se lo conoce como «esquema Ponzi”. Y se mantiene en el fondo el mismo principio: el negocio funciona mientras vaya creciendo el número de participantes. Cuando eso deja de ocurrir, se acaba la multiplicación del dinero y la pirámide colapsa.
Carl Ponzi en Roma, en 1935, tras haber sido deportado de Estados Unidos. (1934).
Pero la estafa se reviste ahora con los ropajes del siglo XXI. No se recurre ya a la imagen de la pirámide, caída en descrédito, sino que se utilizan figuras de círculos concéntricos. Se presentan como «mandalas”, o se recurre al concepto de una «economía solidaria circular”, lo que da al asunto un toque ficticio de espiritualidad o compromiso social. Y los estafadores suelen lanzar sus anzuelos en internet para atrapar potenciales víctimas, también en América Latina.
Las redes han dado nuevas alas a este fenómeno. «Internet hace que uno pueda acceder fácilmente a través de cualquier página, plataforma o aplicación a diferentes instrumentos, y la gente se deja llevar por lo que se ofrece, que no necesariamente es algo real, verdaderamente rentable”, dice a DW Sergio Tricio, gerente general de Ruvix, una empresa que brinda asesoría en inversiones. Este magister en finanzas y profesor de la Universidad de Chile explica que «hoy en día es muy difícil hacerle seguimiento a una empresa que puede estar estafando y, con las criptomonedas y los avances de la tecnología, es muy fácil hacer este tipo de estafas. Por eso es muy importante que las personas se informen y analicen dónde están poniendo su dinero”.
La tentación del dinero fácil es lo que hace caer a muchos en el engaño. «Algunos creen que los grandes rendimientos ofrecidos son como encontrar oro puro. No entienden que, tal como está el sistema financiero actualmente, es casi imposible alcanzar rendimientos de un 8 o hasta un 12 por ciento mensuales. Es una locura creer eso”, señala Edmundo Zapién, analista económico y político de la Universidad Autónoma de Chihuahua.
Las ofertas tentadoras son peligrosas. Informarse bien antes de invertir es la mejor manera de cuidar el dinero.
Esa tentación y la falta de conocimiento explican, en parte, que continúen propagándose con éxito estas prácticas fraudulentas. También la pandemia ha influido, en opinión del catedrático mexicano. «La pandemia nos ha generado miedo; y, por otra parte, el estar encerrados en casa, sin tener oportunidad de poder hacer otros negocios o emprendimientos, y la lluvia de información en redes sociales y en internet, hacen que esta bomba sea muy peligrosa, porque la gente lo que necesita, hoy por hoy, es poner a trabajar su dinero, y ve en estas empresas la oportunidad de hacerlo crecer”.
Pero también antes de que entrara en escena el COVID estaba presente en las redes este mal, que muta como un virus. La estafa conocida como «Mandala de la Abundancia” apareció en 2015 en redes sociales como Facebook, luego resurgió y ya es compatible con formatos de móviles. Entretanto su semilla se propaga por WhatsApp. En Chile, por ejemplo, se advertía de la «flor de colores” que se habría viralizado en ese servicio de mensajería.
«Aquí en México se dio un fraude que se llamó la Flor de la Abundancia”, cuenta, por su parte, Edmundo Zapién. Y hace notar que, aparte de las nuevas plataformas, hay también nuevas estrategias. «Muchas veces, la persecución legal de estos fraudes no prospera porque utilizan un lenguaje clave. Cuando piden dinero, piden un ‘regalo’. Por eso se llama Flor de la Abundancia. ‘Tu me das un regalo, y el universo te va a premiar con más regalos’. Al tratarse de un regalo, no hay delito que perseguir”, explica a DW. Agrega que, además, algunos «han cambiado la invitación directa por la invitación a cursos para aprender a invertir. Por lo menos es lo que yo veo en Facebook y en Instagram. De esa forma empiezan a atraer a la gente”, para embarcarla luego en el viejo sistema.
Ya hay estafas basadas en promesas de inversión en bitcoins.
La otra novedad en este juego son las criptomonedas, aunque Zapién no cree que su aparición signifique un aumento de los fraudes piramidales. Pero ya hay algunos que dicen invertir en bitcoins y el analista reconoce que «es más complicado hacer que las personas paguen por cometer ese fraude, porque en general las criptomonedas no están reguladas”. Tricio acota al respecto que con ellas «es más fácil transferir dinero de un país a otro” que haciendo una transferencia bancaria y, por lo tanto, «puede ser una alternativa para captar dinero más fácilmente”.
¿Cómo poner coto a estas estafas piramidales? Mientras el analista mexicano considera que debe haber leyes más severas contra tales prácticas, el asesor de inversiones chileno cree que es muy difícil, o imposible, que un ente regulador pueda proteger a las personas. «Por lo tanto, la responsabilidad siempre recae en el individuo”, afirma. Y en esto coinciden ambos: lo fundamental es que cada uno se eduque en la materia y se informe bien antes de tomar decisiones sobre dónde invertir. De lo contrario, cíclicamente habrá escándalos de este tipo, que la gente olvida después de un tiempo, para volver a caer en la vieja trampa que hace más de 100 años ideó Carlo Ponzi.
(cp)
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