Candidatos sin proyecto y pobreza de idealismo – infobae

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Hay solo dos destinos para optar, el colectivo y el individual. Luego, como en todo lo humano existen infinitas variantes a combinar y abundancia de codicias personales. Nada define tanto la decadencia como esa ausencia de voluntad de trascender que define la vocación de los estadistas, de los elegidos que priorizan lo político. El hombre digno debe “pensar la vida”, mientras que el político tiene que ocuparse del rumbo de la sociedad que no siempre coincide con sus ambiciones e intereses particulares.
Hubo un acto oficial contra “el neoliberalismo”, triste expresión de ignorancia de sus promotores, gente capaz de crear una realidad adaptada a sus prejuicios que se considera en condiciones de ignorar su propia y atroz violencia tan solo porque la perversión de sus enemigos los superó con creces. ¿Imaginan acaso que el nefasto Putin actúa al servicio de algún “neoliberalismo” de turno? Olvidaron a Stalin y otros muchachos o en una de esas ni siquiera están al tanto de su existencia. La deformación que lograron del concepto de los “derechos humanos“ es triste. Recordemos que en tiempos de Alfonsín eran propiedad ciudadana y que los Kirchner los redujeron a prebenda partidaria, contracara de la digna política exterior que Dante Caputo había instalado y el vice Canciller Carlos Foradori degradó al nivel de gradiente alcohólico.
Toda la Cancillería del anterior gobierno se asentaba en el sueño de lucir elegantes con los que admiraban sin ocuparse de saludar al resto, se autoconcebían como habitantes de un mundo de barrios privados. Las elecciones en Francia nos recuerdan que el acuerdo de libre comercio con el mercado común nunca tuvo la menor posibilidad de existir. Nadie ignora que los países fuertes pregonan el libre comercio mientras ejercen el más digno proteccionismo.
Milei y La Cámpora expresan con pasión que las generaciones que vienen no sólo no mejoran, son más limitadas que las anteriores. Los de La Cámpora imaginan prebendas y revoluciones, en ese orden y los de Milei, son los ricos que se quedaron con el Estado, echaron a los obreros para convertir las privatizadas en rentables, luego los mantuvieron un tiempo y ahora sienten que no están ya obligados a hacerlo. Un matutino publicó las pérdidas de las empresas del estado, oculta el número de los subsidios a las privatizadas, detalles del capitalismo bancario.
Somos una sociedad sin destino, al menos en el presente. En el gobierno dos grupos se reparten el poder y los cargos, disimulando estar enfrentados por ideas que no tienen y en la oposición la profusión de candidatos no se corresponde con la escasez de propuestas. En nuestra oscura realidad las ideas son un simple decorado de los intereses. Un materialismo apoyado en los bancos se va apropiando de todos los espacios rentables, una concentración comercial y productiva que va eliminando lentamente a la clase media. Pagamos al extranjero, en patética dependencia, porcentajes de todas nuestras viejas costumbres y consumos. Por caso, ni una simple administración de los viejos remises pudimos gestar para no depender y dejar al trabajador nacional obligado a extranjerizar parte de su trabajo.
Los europeos no nos compran productos agrícolas porque somos más eficientes, nosotros les compramos espejitos de colores porque somos más dependientes. La concentración y extranjerización de nuestra economía nos va convirtiendo de patria en colonia y además ya sabemos que las coimas de las privatizaciones y demás negocios desregulados necesitan fugar sus ingresos como todo lo mal habido. El Gobierno enfrenta al productor agropecuario solo por rémoras ideológicas que ya hace décadas dejaron de ser vigentes. Necesitamos una ley que prohíba la venta de tierras a manos extranjeras, o al menos ponga una limitación a la cantidad.
Entre el liberalismo productivo al que muchos adherimos y el colonialismo dependiente de algunos cultores del cipayismo la diferencia es infinita. Los supuestos “liberales”, Milei y Espert, ubican nuestra decadencia en 100 años, nunca terminan de explicar el porqué. Fuimos nación hasta el mismo año setenta y cinco, luego el modelo colonial, con Domingo Cavallo como mentor, transitó toda la dictadura, el gobierno de Menem y el de Macri. Sin olvidar que los Kirchner no lo mitigaron demasiado. Y aquí se asienta el conflicto tanto del oficialismo como de la oposición. El privatizador de YPF, Oscar Parrilli, intenta ocupar el papel de defensor de la patria, como el juez de la dictadura que aconseja destruir la Corte o el revolucionario que nunca fue preso invita al caos.
La profusión de candidatos sin proyecto habla de pobreza de idealismo, que muchos en ambos bandos tratan de confundir con exceso de virtud. Tanto el Gobierno como la oposición tienen abierto el camino a la recuperación o a la división definitiva de sus fuerzas. Cuando los opositores escucharon que todavía las encuestas reflejaban un notable apoyo al gobierno más allá de sus errores, tomaron conciencia que denunciar y acusar no sirven ni para destruir al acusado ni para prestigiar y dar votos al acusador. Duele ver tantos denunciantes y tan pocos ideólogos. Dura lucha por demostrar que los otros son peores, tan dura como impotente para regalar virtudes al que solo se ocupa de denunciar defectos. La dificultad feudaliza, gobernadores e intendentes lo mismo que los dirigentes sindicales cuidan sus quintas intentando quedar fuera del alcance de la crisis colectiva. El egoísmo se inició en los individuos mientras ahora se expande a las mismas organizaciones e instituciones. Impotentes de convocar al “juntos podemos” nos reducimos a su triste contracara que es el “sálvese quien pueda”. Debemos apostar al prodigio que engendre grandeza de tanta pequeñez. Lo bueno a mi edad es que todavía creo en los milagros.
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