La de los videojuegos es quizás la industria de entretenimientos que más creció en los últimos años, con una facturación que en el 2020 se estima superó los 177 mil millones de dólares, gracias a los 2.900 millones de jugadores en todo el mundo, de los que 274 millones son de Latinoamérica, convirtiéndolos en fenómenos imposibles de ignorar, aunque seamos solo jugadores circunstanciales (como es mi caso).
Anualmente se producen lanzamientos de verdaderos tanques que los jugadores esperan por segundos que estén disponibles para jugarlo. Estas súper producciones al estilo hollywoodense (de hecho hay juegos que son casi películas interactivas por su trama, calidad gráfica y hasta por protagonizarlos actores famosos) son posibles gracias a la ductilidad que tiene la industria de monetizar sus productos.
Lejos quedaron los tiempos en que las ganancias provenían exclusivamente de la venta del software que se instalaba en la consola o la computadora. Hoy esa modalidad sigue siendo una fuente importante de financiamiento, pero ya no la única.
La posibilidad de crear inmensas comunidades de jugadores entrelazados por todo el mundo le dio un giro a los videojuegos, ya que en esta interacción encontraron la posibilidad de monetizar alternativas de sus productos, tales como poder comprar un arma, un jugador de fútbol, una vestimenta exótica para el avatar o el acceso a características exclusivas.
Estas alternativas sedujeron a los fans para invertir dinero real que eventualmente se convirtiera en puntos o algún tipo de moneda que solo sirven para obtener esas ventajas, pero sin incidencia en el mundo exterior.
Así planteada, la posibilidad de un intercambio directo entre participantes aún no era posible ya que siempre había una instancia de centralización, porque el que vendía algo lo hacía mediado por el propio juego, y solo a través de esas monedas o puntos fijados por el juego internamente.
Pero con la incorporación de la tecnología blockchain y las criptomonedas mediante los NFT (non fungibles token), los juegos dan una nueva vuelta de tuerca que rompe esa intermediación y habilita un nuevo modelo de negocios, pero principalmente de interacción, en la que ahora sí los jugadores pueden vender, comprar o intercambiar directamente entre ellos.
Axie Infinity quizás es el mejor ejemplo de juego que puedo utilizar acá, porque por modalidad y posibilidades logró una gran popularidad no solo en cuanto jugabilidad sino también como una opción para invertir. Muy similar a Pokémon, el objetivo es criar a pequeñas criaturas, que pelearán en equipo. Cada una de estas criaturas son NFT que a medida que avanzan las batallas van ganando experiencia y habilidades. Esos animalitos pueden ser vendidos en cualquier momento por los que buscan una rentabilidad (que inclusive ceden sus axies para que otros los jueguen en pos de potenciar la inversión inicial) y comprados por aquellos que quieren destacarse en el juego. Al ser NFT la transacción se hace de persona a persona.
La paradoja es que esta «modernidad» recupera un clásico que se remonta hasta nuestros abuelos, con los intercambios de bolitas o figuritas, ya que con los NFT juegan esos mismos factores subjetivos de querer obtener algo por la necesidad de un objetivo (antes llenar un álbum, ahora formar el mejor equipo) o el mero gusto de tenerlo (antes esa bolita multicolor gigante, ahora una criatura con algún tipo de estética particular).
Las posibilidades que se abren en la industria de los videojuegos para facilitar el intercambio de NFT son inmensas. Actualmente, hasta un mundo de bienes raíces se abre paso en ese ambiente, y crecen las ciudades virtuales en las que se comercializan lotes que se pagan con criptos, y en los que luego se puede construir y mejorarlos. Hasta ahora la mayoría de esas inversiones lograron siempre cotizar en alza y se posicionan como alternativas de inversiones con buena rentabilidad.
Lo lúdico y lo comercial se fusionaron creando un universo cuyo potencial aún está lejos de alcanzar su techo, pero que definitivamente incorporó las principales características de las criptomonedas: seguridad sobre la base de la tecnología blockchain y descentralización que permite el intercambio mano a mano entre dos jugadores, sin necesidad de una matrix que haga de intermediaria.
*Maximiliano Hinz es Director General Latam de Binance.