Negocios y ocurrencias – Milenio

Carlos Marín
Joaquín López-Dóriga
Irene Vallejo
De la ciudad podemos decir muchas cosas, pero me quedo con una idea que leí hace tiempo y la definía como la creación más grande de la humanidad, porque es el espacio donde deberíamos encontrar todas las condiciones para desarrollarnos a plenitud.
Por eso, pensar la ciudad, implica reflexionar, ¿Qué tipo de espacio queremos?, ¿Cómo hacerlo cada vez más público y de mejor calidad?, ¿Cuáles son las mejores respuestas a los problemas comunes?, ¿Cómo debemos organizarnos para vivir juntos y lo mejor posible? Aunque esto choque con los interese de algunos particulares.
Citando La Peste de Camus diría que, “El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere”.
Es muy preocupante ver que la oferta de vivienda se ve exclusivamente como negocio olvidándose que es un derecho de toda la ciudadanía. Los desarrollos inmobiliarios cada vez más lejanos y desconectados hacen del tiempo de traslado a escuelas o trabajos el martirio diario para sus habitantes, pero seamos claros, la ciudad amigable para todos no está en la privatización del espacio público que se promueve.
La ocurrencia del gobernador de un segundo piso para la Avenida López Mateos nos debería indignar, porque otra vez es apostar por el automóvil como respuesta a la movilidad en la ciudad, otra vez es construir una ciudad para los autos en lugar de hacerla vivible para la gente. Otra vez pensar primero en el negocio individual antes que en el beneficio de la colectividad. Otra vez la salida fácil con la obra faraónica que no resolverá de fondo el problema, porque los desarrollos seguirán creciendo como la especulación inmobiliaria que beneficiará solo a los inversores.
Ante la escasez de recursos que el gobierno del estado dice padecer, se debe pensar mejor en cómo invertir el dinero público, es decir, cómo resolvemos un problema viejo con respuestas que no sean “ponernos creativos”. No necesitamos repetir el error de ampliar los carriles para el auto particular, cuando la mejor respuesta ha sido el transporte público de calidad que democratiza el espacio.
¿Qué pasa cuando no hay planeación más allá de “su sexenio”? Pues nos dan respuestas como la Línea 4, que no resuelve la movilidad al sur de la ciudad, pero es excelente para lucrar con la necesidad de la ciudadanía a la par de hacerse promoción política.
Ya tuvimos una ciudad que creció sin planificación por muchos años y la seguimos padeciendo, donde las opiniones de especialistas estuvieron superadas por la ambición electoral, donde la respuesta rápida le ganaba a la solución de fondo. Dando como resultado una ciudad sin suficientes parques públicos, con un transporte público de mala calidad, sin servicios públicos básicos, con farmacias que suplen a los lejanos hospitales, sin seguridad en las calles y una larga lista de más problemas que sufrimos de diversas formas.
Para muchas personas la vida es lo que pasa mientras circulan por una ciudad que crece sin dimensión humana, que privatiza calles, que autoriza cotos que incumplen con las normas. Pero hay gente que levanta la voz, que sospecha la existencia de otra forma de vivir en la ciudad, más democrática, con más y mejores servicios públicos, es decir, una ciudad para todas las personas, antes que una ciudad para el negocio y la ocurrencia.
Ernesto Gutiérrez
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