Es el comienzo de un nuevo año que arranca con toda la motivación, las mejores intenciones y también, muchas industrias que se encuentran en plena transformación digital.
Si bien, existen empresas que se iniciaron en este camino hace varios años, también hay otras que apenas están dando los primeros pasos.
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Lo que es una realidad es que nos encontramos en lo que se conoce como el valle de la decepción; esto de acuerdo con el ciclo de la adopción de tecnología de la manufactura inteligente.
Las grandes empresas de consultoría (KPMG, Deloitte y PWC) quienes desde 2015 educaron a los niveles más altos de las corporaciones de la importancia de adoptar tecnologías digitales en sus procesos de manufactura, hoy en día avanzaron a temas más urgentes como las cadenas de suministro, la economía circular y la recesión económica que nos espera.
Las personas visionarias, que durante mucho tiempo evangelizaron a los ingenieros y líderes de la industria, han insistido en que toda empresa que quiera sobrevivir los siguientes diez años debe de tener una estrategia de transformación digital. Una en la que se asignen recursos para implementar un mapa de ruta en sus organizaciones, las cuales se han cansado de la falta de seguimiento, así como de la resistencia al cambio de paradigmas.
Los fabricantes de equipo de tecnología se han quedado cortos en microprocesadores y no se han dado abasto en la demanda que ha surgido en últimos dos años, dejándolos con quejas de clientes y oportunidades de ventas irrecuperablemente perdidas.
Hoy existe una gran divergencia entre los diferentes grupos de adopción. Los innovadores, empresas como Schneider Electric o Siemens, ayudaron a definir lo que entendemos como Industria 4.0 y fueron los que estuvieron dispuestos a apostar en que del 50% al 60% de sus iniciativas o tecnologías, no funcionen en escala.
Los “early adopters” que empezaron temprano y lograron resultados positivos, como BMW y ABB, convencieron a sus empleados, clientes e inversionistas, y ahora son quienes se llevan la mayor parte del valor de la digitalización.
Divido en dos el grupo de la mayoría temprana: Los que empezaron la transición e implementaron una parte pero dejaron de dar seguimiento, aquellos que se quedaron con elefantes blancos en sus plantas (como los famosos arrumbados AGVs), ingenieros frustrados y una organización en estatus quo.
Y la segunda parte de la mayoría temprana, quienes mediante educación y comunicación de casos de uso funcionales generaron una masa crítica interna que está convencida que hay una nueva forma de hacer las cosas más fáciles usando tecnología al alcance de todos.
Y al final, los que nunca se convencieron porque las propuestas de los proveedores les parecieron caras o porque el gerente de operaciones dijo: “siempre lo hemos hecho así”. Ellos verán sus márgenes afectados en los siguientes cinco años, y al final, culparán a la competencia dura porque ya no son competitivos.
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Por otro lado, no podemos olvidar ese grupo de empresas que no tienen que transformarse: los nativos digitales. Compañías que nacieron después del 2012, con el uso nativo de sistemas en todos sus procesos, activos eficientes, una red global de empleados y sin la historia pesada de industria 3.0. La mayoría no los tiene en el radar todavía pero pronto tomaran una parte del mercado de manufactura importante.
Mi visión de Industria 4.0 hoy es sumamente diferente que la que tuve hace cinco años. Muchas tecnologías no llegaron a generar el valor que prometieron, sin embargo, otros excedieron mis expectativas (MQTT como protocolo de comunicación, ´Low code´ como herramienta para democratizar la programación) y eso me ha permitido entender el enorme potencial y valor que tiene la Industria 4.0.
Mi recomendación para todos los que están el en valle de la decepción es la siguiente: no enfocarse en lo mucho que falta por hacer, mejor elaborar planes tácticos de tres a seis meses, en los dos o tres proyectos que mejores resultados les dieron, e implementarlo en toda la planta. Animo, si se puede.