Dinero, Fondos y Valores
“Cuando viene la crisis de la pandemia”, los dirigentes de las cámaras empresariales “me vinieron a plantear (…) que no íbamos a salir si no pedíamos deuda”, contó el jueves pasado el presidente López Obrador.
En su conferencia matutina de ese día, dijo que “me pidieron dos cosas: que endeudáramos al país para dar créditos con bajos intereses al sector empresarial y, la otra propuesta, que yo declarara una moratoria de pago de impuestos”.
Después de ese episodio, “me ofrecieron disculpas porque eso llevó a una ruptura como de un año o año y medio” con el sector privado, abundó el mandatario.
Según AMLO, “no es gente mala, es que tienen una idea, o sea, era una fórmula o una receta que aplicaban siempre con la crisis; era: salvas arriba, si llueve fuerte arriba, gotea abajo. No, así no es, vamos a apoyar de abajo para arriba, y eso fue lo que hicimos”.
El presidente recordó que México no contrató deuda adicional para contrarrestar los efectos económicos de la crisis sanitaria.
Y así fue, pues desde 2020 su gobierno decidió no mitigar los impactos económicos de la pandemia con medidas de política fiscal relevantes.
El argumento de AMLO fue no seguir la ‘receta neoliberal’ de contratar deuda para rescatar corporaciones empresariales o financieras; es decir, a los ricos, a costa de los pobres.
Sin embargo, la falta de medidas fiscales orientadas a apoyar la actividad económica de México explica en gran medida no sólo el estancamiento del PIB después de la ‘recuperación’ pospandémica, sino también el rezago de nuestra economía, cuyo tamaño es similar al que tenía hace cinco años.
La revelación de AMLO sobre la ‘ruptura’ con el sector privado se dio en la misma semana en que Francisco Cervantes fue electo como presidente del Consejo Coordinador Empresarial para el periodo 2022-2023.
En sus primeras declaraciones como dirigente del máximo organismo de representación del sector privado, Cervantes reconoció que “el clima de inversión, de negocios, no es el mejor”, aunque hay una gran oportunidad para atraer capital al país.
En sintonía con el presidente del CCE, los analistas encuestados por el Banco de México a finales de febrero, según la encuesta publicada el jueves, tienen una percepción poco optimista sobre el ambiente de negocios.
El porcentaje de los que consideran que el clima de negocios en los próximos seis meses empeorará disminuyó de 36 por ciento en la encuesta de enero a 28 por ciento en la de febrero.
No obstante, la opinión preponderante es el 53 por ciento de los especialistas que creen que el clima de negocios permanecerá igual.
En otra pregunta sobre la percepción del entorno económico, el 67 por ciento de los analistas –dos de cada tres– considera que este es un mal momento para invertir.
Sólo el 6 por ciento de los entrevistados piensa que la coyuntura actual es buena para realizar inversiones.
En la semana estuvo en México Jose W. Fernandez, subsecretario de Estado para Crecimiento Económico, Energía y Medio Ambiente del gobierno de Estados Unidos, a quien este reportero entrevistó.
De acuerdo con el funcionario estadounidense, “crear un clima de inversión atractivo es una tarea que nunca termina”.
Su reflexión es que “muchas veces los inversionistas miran lo que, en su opinión, has hecho (como país o gobierno) erróneamente, en vez de observar lo que has hecho bien”.
Aunque tiene razón, una combinación de factores ha contribuido al deterioro en el clima de inversión en México al que hacía referencia Cervantes.
Los problemas de corrupción, inseguridad pública y de falta de Estado de derecho, así como la incertidumbre relacionada con el cambio continuo en el marco institucional y regulatorio del sector energético, merman la confianza empresarial y perjudican la inversión.
Si bien este viernes se anunció que en diciembre pasado la inversión fija bruta creció 1.2 por ciento respecto al mes previo, es insuficiente para revertir su debilidad.
Aún no remonta su nivel previo a la pandemia y, además, está 15.5 por ciento por debajo de su máximo histórico, registrado en septiembre de 2015.
La inversión ha estado prácticamente estancada desde marzo de 2021 y la única manera de reactivarla es con un clima de mayor certidumbre y un ambiente de negocios favorable, no con ‘rupturas’ con el sector empresarial.
¿Se podrá recuperar y preservar la confianza de los empresarios e inversionistas? Lo veremos.
Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.
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