/ viernes 13 de enero de 2023
Por: Chava Carrejo
Como todos sabemos, el acontecimiento nacional de la semana fue la Cumbre de Líderes de Norteamérica llevada a cabo en nuestro país.
En esta ocasión, se da en un contexto particularmente complejo para México por varias razones: Inseguridad y violencia sistémica acompañada de escandalosos brotes de eventos de alto impacto en días recientes (Culiacán, Cd. Juárez, etc.); disputas comerciales en puerta, principalmente en materia energética y agrícola.
Crisis migratoria y humanitaria con epicentro en nuestra frontera norte; Polarización política creciente y serias amenazas a nuestra democracia, provenientes desde el mismo poder.
Como suele suceder en este tipo de eventos de alto nivel, públicamente prevalece la diplomacia, las fotografías sonrientes, los elogios mutuos, los buenos deseos y como aderezo, las anécdotas de detalles totalmente irrelevantes (que si el aeropuerto, los botones de “La Bestia”, que las formas de la esposa del presidente; etc.).
Pero, lo que realmente importa, la política real que sucede cuando las cámaras se apagan, lo iremos sabiendo en la medida que transcurran los meses y se tomen las decisiones respecto a los temas de interés trilateral.
Para nuestro país, quedan claras las tareas que seguramente fueron exigidas en las mesas de negociación, destacando la urgente necesidad de reconstruir la confianza, hoy deteriorada, por la falta de certeza para la inversión y un débil estado de derecho.
México se encuentra ante una oportunidad inigualable y, hay que decirlo, no por méritos propios, sino por coyunturas internacionales derivadas de asuntos geopolíticos muy lejanos a la influencia de nuestro gobierno, como la disputa comercial entre EEUU y China, la invasión de Rusia a Ucrania, el resurgimiento del COVID en Asia, etc., que están obligando al reordenamiento logístico en las cadenas de suministro globales, generando el famoso fenómeno del nearshoring y que posicionan a México como el destino natural de miles de millones de dólares en inversiones productivas.
Está en nosotros (Gobierno e Iniciativa Privada) hacer lo necesario para capturar la mayor tajada posible de este “obsequio” que llega a nuestra puerta.
No solo es tarea para el Gobierno. Desde el sector privado, se necesitará arrojo para invertir, para asociarse, para desarrollar proveedores, para innovar. Requerimos trabajar en hacer de nuestras empresas unidades más productivas y competitivas, aún a pesar de que el ambiente para desarrollar nuestros negocios no es el mejor en este momento.
Si bien es cierto, los anteriores no son retos menores, vemos del lado del Gobierno los principales “muros a derribar”. En estos 4 años de gestión, la administración federal ha implementado una política no solo no amigable a la inversión, sino incluso, la calificaríamos como “hostil”. Parece que nuestras autoridades están convencidas de ir en sentido contrario al camino del desarrollo sustentable, y del apoyo a un ambiente de negocios que favorezca la productividad y la competitividad de las empresas.
La falta de una política industrial moderna, la ausencia de un Estado de Derecho en los asuntos domésticos, el clima de violencia e inseguridad en buena medida fomentado por la inacción del propio Gobierno y las peligrosas señales de un autoritarismo antidemocrático, son sin duda, los principales obstáculos a vencer para México en los próximos meses.
Veamos si el actual régimen seguirá optando, como hasta hoy, de privilegiar la ideología sobre el sentido común. Rectificar el rumbo es cosa difícil, pero necesaria si queremos un asiento en la mesa de los beneficios del nuevo orden económico mundial.
Por: Chava Carrejo
Como todos sabemos, el acontecimiento nacional de la semana fue la Cumbre de Líderes de Norteamérica llevada a cabo en nuestro país.
En esta ocasión, se da en un contexto particularmente complejo para México por varias razones: Inseguridad y violencia sistémica acompañada de escandalosos brotes de eventos de alto impacto en días recientes (Culiacán, Cd. Juárez, etc.); disputas comerciales en puerta, principalmente en materia energética y agrícola.
Crisis migratoria y humanitaria con epicentro en nuestra frontera norte; Polarización política creciente y serias amenazas a nuestra democracia, provenientes desde el mismo poder.
Como suele suceder en este tipo de eventos de alto nivel, públicamente prevalece la diplomacia, las fotografías sonrientes, los elogios mutuos, los buenos deseos y como aderezo, las anécdotas de detalles totalmente irrelevantes (que si el aeropuerto, los botones de “La Bestia”, que las formas de la esposa del presidente; etc.).
Pero, lo que realmente importa, la política real que sucede cuando las cámaras se apagan, lo iremos sabiendo en la medida que transcurran los meses y se tomen las decisiones respecto a los temas de interés trilateral.
Para nuestro país, quedan claras las tareas que seguramente fueron exigidas en las mesas de negociación, destacando la urgente necesidad de reconstruir la confianza, hoy deteriorada, por la falta de certeza para la inversión y un débil estado de derecho.
México se encuentra ante una oportunidad inigualable y, hay que decirlo, no por méritos propios, sino por coyunturas internacionales derivadas de asuntos geopolíticos muy lejanos a la influencia de nuestro gobierno, como la disputa comercial entre EEUU y China, la invasión de Rusia a Ucrania, el resurgimiento del COVID en Asia, etc., que están obligando al reordenamiento logístico en las cadenas de suministro globales, generando el famoso fenómeno del nearshoring y que posicionan a México como el destino natural de miles de millones de dólares en inversiones productivas.
Está en nosotros (Gobierno e Iniciativa Privada) hacer lo necesario para capturar la mayor tajada posible de este “obsequio” que llega a nuestra puerta.
No solo es tarea para el Gobierno. Desde el sector privado, se necesitará arrojo para invertir, para asociarse, para desarrollar proveedores, para innovar. Requerimos trabajar en hacer de nuestras empresas unidades más productivas y competitivas, aún a pesar de que el ambiente para desarrollar nuestros negocios no es el mejor en este momento.
Si bien es cierto, los anteriores no son retos menores, vemos del lado del Gobierno los principales “muros a derribar”. En estos 4 años de gestión, la administración federal ha implementado una política no solo no amigable a la inversión, sino incluso, la calificaríamos como “hostil”. Parece que nuestras autoridades están convencidas de ir en sentido contrario al camino del desarrollo sustentable, y del apoyo a un ambiente de negocios que favorezca la productividad y la competitividad de las empresas.
La falta de una política industrial moderna, la ausencia de un Estado de Derecho en los asuntos domésticos, el clima de violencia e inseguridad en buena medida fomentado por la inacción del propio Gobierno y las peligrosas señales de un autoritarismo antidemocrático, son sin duda, los principales obstáculos a vencer para México en los próximos meses.
Veamos si el actual régimen seguirá optando, como hasta hoy, de privilegiar la ideología sobre el sentido común. Rectificar el rumbo es cosa difícil, pero necesaria si queremos un asiento en la mesa de los beneficios del nuevo orden económico mundial.
Salvador Carrejo
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Chihuahua
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Salvador Carrejo
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