NUEVA YORK (AP).— Cuando Mahlet Berhanemeskel regresa a su casa en la ciudad de Nueva York tras un traslado de 90 minutos no tiene ganas de cocinar. Así que pide sándwiches, botanas y galletas a la app Gorillas. Es económica y la comida tarda unos 10 minutos en llegar. “Es gratificación instantánea”, afirma.
Gorillas es una de varias empresas en las que capitalistas de riesgo han invertido miles de millones de dólares, en la más reciente tendencia de entregas en pandemia: negocios que prometen llevar analgésicos, café helado, humus, un pepino o un rollo de toallas de papel en 30 minutos o menos.
Suelen hacer las entregas desde pequeñas bodegas ubicadas en barrios residenciales y comerciales.
Los expertos dicen que no son rentables, aunque las empresas más grandes se están abriendo paso. Funcionarios de ciudades europeas y de Nueva York ya comenzaron a quejarse por la forma en que operan, al afirmar que son malas para los trabajadores y los vecinos.
“El problema es que los participantes en el comercio rápido, a pesar de las buenas valoraciones y el aparentemente imparable flujo de dinero, en algún momento tendrán que encontrar el camino hacia la rentabilidad”, opina Marc-André Kamel, socio de la consultora Bain y coautor de un informe sobre supermercados en línea.
Algunos de estos negocios ya dejaron de operar. Uno, llamado 1520, cerró a finales de diciembre pasado y dos más, Buyk y Fridge No More, lo hicieron en marzo, al parecer por falta de fondos.
Los fundadores rusos de Buyk aparentemente no lograron aportar capital debido a las restricciones impuestas por la invasión a Ucrania. Fridge No More tuiteó que cerraba después de dos años “debido al aumento de la competencia y otros problemas relacionados con el sector”.
Otras empresas de entregas tienen problemas de crecimiento. Gopuff recientemente despidió a 3% de su fuerza laboral: más de 400 personas.
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