Historias de cuatro mujeres que pertenecen a la Red Nacional de Mujeres Emprendedoras y encontraron en el grupo la oportunidad de mostrar sus creaciones, recibir capacitación y empoderarse sobre sus derechos.
Ellas se apoyan unas a otras. Comparten el esfuerzo de empezar de cero y la alegría cada vez que alguien compra una de sus creaciones. Con historias de vida diferentes, han logrado construir, con sus manos, su independencia económica y con ello, la realización personal.
Norka Melgar, Rosemary Ávila, María Josefina Saavedra y Erika Cavero son algunos de los nombres detrás de las creaciones que dan vida a la Red Nacional de Mujeres Emprendedoras. Ellas, como muchas de sus compañeras, llegaron al grupo, entre temores y esperanza, con el deseo de encontrar una oportunidad de salir adelante. Años después, el abrazo mutuo ha fortalecido sus personalidades y, además de consolidar sus negocios, rompen patrones de machismo en su entorno y validan sus derechos a través del trabajo.
Melgar da testimonio del poder de las redes de apoyo. Recuerda cuando tenía 31 años, se acababa de divorciar de un hombre posesivo y estaba a cargo de tres hijos sin un empleo fijo.
Luego de dar aquel primer gran paso, el siguiente era tener una fuente de ingresos. Un día, mientras veía la televisión, una entrevista la motivó a crear algo propio relacionado con los tejidos, aunque la habilidad y el gusto por tejer inició mucho antes, junto a su mamá, quien le enseño a darle forma a los hilos.
De la mano del Instituto de Formación Femenina Integral (IFFI), a través de la Red Nacional de Mujeres Emprendedoras, recibió capacitaciones y cursos para mejorar su producto. Así nació Creaciones Christina, en homenaje a su mamá.
“Hace un tiempo, las mujeres estábamos estancadas. La mujer era para la casa, para la cocina, para el cuidado de los niños. Pero con esta iniciativa hemos sido capacitadas y no solo en nuestro emprendimiento, sino hemos aprendido a que ya no tenemos que ser sometidas”, relata Norka.
Empezó tejiendo accesorios para baño y otros adornos hechos de hilo. Actualmente, también ofrece chompas, blusas, chalecos y otras prendas tejidas a mano. “No tenía absolutamente nada. Me prestaba hasta la mesa para poder salir”, recuerda.
El grupo de Mujeres Emprendedoras es un espacio, también, de fortalecimiento emocional y psicológico. “De las mujeres que llegan a la Red, muchas han sido sometidas por sus esposos. Otras son mamás solteras. Nosotras vamos apoyándolas siempre. Acá en la Red somos hermanas. Estamos para todas”.
Norka entiende lo difícil que es empezar algo desde cero y con una mala relación de por medio. “Para mí fue un cambio tremendo. Yo era muy sometida. Ahora mismo les comento a mis compañeras que si hubiera seguido casada seguramente no sería posible que estuviera trabajando de esta manera. Tenía que pedir permiso para todo”, señala.
El proceso de crecimiento fue mutuo para ella y sus hijos, a quienes les enseñó sobre igualdad de derechos. El machismo quedó atrás. “Como tengo hijos varones, mi mentalidad era ‘son hombres, entonces yo tengo que hacer todo’. Y ahora no. Salgo a trabajar, llego a mi casa y ellos me esperan con la cena”, cuenta.
UN HOMENAJE AL APOYO
Rosemary Ávila se levanta todos los días a las 5 de la mañana. Le da comida a sus conejos y gallinas, alista unos productos elaborados por ella misma y sale de su casa con dirección a la avenida para emprender un recorrido de al menos dos horas, que son las que separan a su comunidad, Itapaya, de Cercado, donde llega para vender sus creaciones.
Ella es otra de las personas que encontró en la Red Nacional de Mujeres Emprendedoras un espacio para salir adelante, crear un producto con insumos naturales y consolidar su vida como una mujer independiente.
Contrario a lo que sucede con otras mujeres, el esposo de Rosemary la impulsaba a crecer, probar nuevas cosas y hacer lo que le gustaba.
Entre sus productos ofrece champús naturales hechos con hierbas y plantas orgánicas de su comunidad. Por ejemplo, tiene preparaciones de miel, ortiga y romero; hojas de nogal, sábila y romero; y de penca de tuna.
También, ofrece crema de caléndula y de siete hierbas para dolores musculares. Y hace poco lanzó su línea de lavavajillas natural.
Si bien Rosemary tenía la idea general, su hijo, quien es bioquímico, le dio algunas herramientas para que pueda elaborar el champú de la mejor manera sin perder las bondades naturales.
Ávila está inmersa en cursos de capacitación sobre los derechos de las mujeres desde la década del 90. Además de ser enfermera de profesión, siempre desarrolló algún emprendimiento paralelo en su comunidad.
Con gran cariño, recuerda a Mariana, una voluntaria suiza que llegó hasta su comunidad para impulsar la práctica de tejer, crear prendas únicas y exportar chompas de lana de alpaca y de oveja. “Es en honor a la suiza que nos colaboró a todo el grupo que he puesto su nombre a mi champú. Como una muestra de cariño”, dice mostrando un envase de su producto llamado Marianne.
Algo que resalta Ávila es que tuvo “la suerte” de contar con el apoyo de su esposo, quien falleció hace dos años. “En mi familia no había el machismo. Todo fue por igual. Cuando me llegaba alguna invitación él (esposo) siempre me decía que vaya. Siempre me apoyó”, relata.
Sin embargo, asegura que en la Red vio muchas veces cómo algunas mujeres frustraban sus sueños a raíz de negativas de sus parejas o falta de apoyo. “Cuando una empieza a ser independiente, tiene que ser consecutiva. No dejar las cosas a medias. Hay que seguir, aunque haya algunos obstáculos. A veces, cuando se dan cursos de igualdad de derechos, algunos varones lo toman por el lado malo. Piensan que si nos dan esos cursos es para que la mujer haga su gusto, sin embargo, no es así. Es una oportunidad para que podamos salir adelante”, sostiene.
Algo similar cuenta María Josefina Saavedra, quien tampoco vivió en carne propia el machismo de su esposo, pero sí vio de cerca cómo otras compañeras lo sufren.
Saavedra fue maestra durante más de 20 años. Luego de jubilarse, lejos de quedarse en casa, decidió crear su propio emprendimiento con algo que enseñó durante su etapa profesora: manualidades.
Las perlas son su material base, con ellas crea todo lo que una persona “pueda imaginar”; desde elefantes de menos de cinco centímetros hasta cofres de gran tamaño son parte de su oferta.
“Ya puedo comercializar mis productos. Ellos me colaboran (IFFI). Trabajar en esto me ha servido para que no me sienta mal”, asegura.
Su hija y su yerno la impulsan a seguir. Luego de enviudar, elaborar adornos le ayudó a mantenerse activa y explotar su imaginación con sus creaciones.
DECIDIR EMPRENDER Y ENCONTRAR UNA RED DE APOYO
Mientras Erika Cavero viajaba por el lado amazónico del país trabajando en el Centro de Formación y Realización Cinematográfica (Cefrec), tenía en mente volver a Cochabamba. Su hijo único la necesitaba. Así que al retornar se vio con el panorama del desempleo.
«Tuve que tomar la decisión de volver a Cochabamba por mi hijo, porque estaba creciendo muy solo», cuenta.
Un día, mientras caminaba por las calles de Santa Cruz, vio una tienda que vendía piedras. Le encantó el material y descubrió que podía hacer bisutería para generar ingresos.
Después, buscando cómo comercializar sus productos encontró la Red, lo que le abrió un espacio de venta, pero también de contención y apoyo.
Cavero no rehúye. Sale a “talonear”, como ella le dice al acto de vender sus manillas en la calle, y sin temerle a nada, ni a los microbuses públicos donde alguna vez se subió para ofrecer sus creaciones.
«Hay que tener mucha entereza porque no es fácil. Cuando no estamos en ferias, yo vendo en la calle. Me acerco a las personas. Soy vendedora ambulante», afirma.
Los emprendimientos de las cuatro mujeres son parte de la marca Munama, la línea de alta calidad que reúne lo mejor de los productos que se ofertan a través de la Red Nacional de Mujeres Emprendedoras.
Con la marca pudieron se parte de la Feria Internacional de Cochabamba y exportar sus mejores creaciones.
Actualmente, hay un grupo de mujeres que está en etapa de capacitación para presentar sus nuevos productos.
La Red Nacional de Mujeres Emprendedoras nació en 2008 como una iniciativa del Instituto de Formación Femenina Integral. Luego de consolidarse, comenzó a manejarse de forma autónoma.
Actualmente, la Red está presente en siete departamentos, Cochabamba, La Paz, Santa Cruz, Chuquisaca, Tarija, Oruro y Potosí, y cuenta con 396 integrantes.
Las mujeres que deseen ingresar a la Red pueden enviar una carta de solicitud. El único requisito es que las aspirantes sean productoras, es decir, que ellas se encarguen de elaborar sus propios productos.
“Yo me siento bendecida. Espero que otras mujeres también puedan hacer esto porque es importante tener la solvencia económica propia”, finaliza Norka Melgar.