Mauricio Lorca: “Si hiciéramos negocios según lo que pasa en el … – Los Andes (Mendoza)

El enólogo y empresario vitivinícola, propietario del Grupo Foster Lorca, charló con Los Andes acerca del complicado 2022 para las exportaciones de vino, la innovación en la industria y más.
Después de los números récords de 2021, el 2022 no fue uno de los años más sencillos para las exportaciones de vino en Argentina. Problemas como la cotización del dólar, el aumento de los costos internacionales y la logística, entre otros, no dejaron un panorama para nada sencillo para las bodegas. Sobre el desafío que enfrentaron las empresas vitivinícolas para no perder mercados, habló con este medio Mauricio Lorca, enólogo y propietario de la bodega que lleva su nombre y es parte del Grupo Foster Lorca.
Él es responsable, junto a Enrique Foster, del grupo que arrancó hace casi 20 años con 10 hectáreas de viñedos y una capacidad en bodega de 100 mil litros. Hoy venden casi 2 millones de botellas y tienen un patrimonio de alrededor de 250 hectáreas entre Luján de Cuyo, Valle de Uco y la zona Este.
– ¿Cómo hace una bodega para diferenciarse en un mercado vitivinícola tan competitivo?
– Intentamos hacer un montón de cosas y que el conjunto termine ofreciendo una experiencia diferencial. Desde la calidad de los vinos, el servicio, la forma en la que se recibe a los turistas, la flexibilidad de incorporar nuevas ideas, hasta escuchar mucho a la gente. Creemos que ese es el camino. La diversidad de productos y proyectos también lo hace atractivo para que la gente se interese en conocernos.
Hay otro factor que es la distribución internacional de nuestros vinos. Se venden en mercados que normalmente generan turismo receptivo para la bodega: Brasil, Estados Unidos, Inglaterra y Europa en general. Los que nos visitan, generalmente, ya probaron una botella de vino en su país.
– ¿Por qué asumir como empresa el riesgo económico de hacer experiencias como la de Potrerillos con vinos “subacuáticos”?
– Tratamos de innovar mucho y detrás de eso siempre tenemos un fundamento técnico y teórico fuerte que respalda la idea. No encaramos proyectos porque sí. Eso nos garantiza que puede llegar a ser exitoso. En mi caso, yo viajo mucho por los mercados y escucho mucha gente diversa de distintas nacionalidades, lo que me permite tener una idea de hacia dónde va el consumo. Somos una bodega con mucha personalidad, pero también entendemos que hay que acompañar las tendencias para que la gente no nos deje de tomar. Son todas decisiones que terminan apuntando a la sustentabilidad económica de la bodega y no podemos hacer locuras, porque de la empresa dependen muchas familias.
– ¿Cómo es el desafío que han emprendido de revalorizar la zona Este?
– Lo que tenemos que hacer los técnicos y productores es entender el potencial de la región. No hay ninguna mejor que otra, siempre y cuando encuentres el perfil del producto que necesitas. Compré una finca muy antigua de Criolla, Moscatel y Pedro Giménez y terminé haciendo una línea de vinos dulces naturales con esas uvas, con bajo alcohol y un enfoque muy comercial. La verdad fue un suceso y vendemos todo. Si hiciéramos más, también lo venderíamos, pero no lo hacemos porque es lo que da esa uva y no nos interesa salirnos de eso que tenemos.
Lo que nos falta es encontrar el valor de cada región y ahí empezaríamos a hablar de que todas son buenas, siempre y cuando se entienda cuál es el mercado objetivo. El Este es fantástico y se pueden hacer cosas maravillosas. También me tocó asesorar proyectos en La Rioja, donde muchos tenían prejuicios, pero hay que ver y entender el lugar.
Partimos denostando sin ver el potencial. Todos los terruños de Argentina, no solamente Mendoza, pueden dar vinos buenísimos, la diferencia la hacen las personas, no es un problema de las regiones. Esa es la gran diferencia. Y lo que hacemos en el Este me encanta y los vinos son muy buenos y se venden muy bien, al punto de algunos productos no venderlos en más mercados de exportación porque no tenemos stock suficiente.
– El 2022 no ha sido un año sencillo para la exportación, ¿cómo se dio en su caso?
– Vemos la empresa a largo plazo. Tenemos en claro que la coyuntura de Argentina es solo del país y nos tenemos que aislar. Si hiciéramos negocios basados en lo que pasa en el país, la bodega no existiría. La Argentina tiene vaivenes, los gobiernos cambian y nosotros seguimos existiendo y somos los mismos. Tener esa visión nos permite entender el mercado de otra manera y, a veces, aunque no sea rentable le seguís vendiendo, porque sabés que construir ese mercado lleva mucho tiempo, inversión y sacrificio que no se pueden perder.
Algo que hice en 2022 para no perder mercados fue casi irme a vivir afuera y estar muy encima de nuestros clientes, lo mismo que en 2021. Y la verdad es que nos ha ido bien en la exportación. Hay mercados y vinos más rentables que otros, la filosofía es que tenemos que estar en todos lados y las adversidades de Argentina las resolvemos internamente. No es algo que podemos trasladarles a los clientes.
– En 20 años de historia de la bodega, ¿Cómo es el reconocimiento de la industria y de los consumidores?
– Entiendo que es algo que hemos logrado. Tengo mucho intercambio con colegas y me doy cuenta de que somos una opinión escuchada. La gente local, los productores y los pares nos reconocen como una bodega que tiene buen vino y una política a largo plazo. En Argentina eso se refleja en el crecimiento muy fuerte que hemos tenido en los últimos cinco años en el mercado interno. No tenemos un gran marketing y yo no me considero un enólogo que le guste estar todo el día visible, sino más bien lo contrario.
Entiendo que la construcción de una empresa como esta se hace con un equipo de trabajo. Se puede tener muy buenas ideas, pero si no se respalda con un equipo es imposible. Veo que la comunicación hoy de las bodegas se basa mucho en una sola persona, como si fuese un Dios que puede manejar todo y hace todo perfecto, pero en realidad no es así. Hay muchos pormenores y personas que ejecutan tareas todo el tiempo y el resultado de todo eso es la calidad y el producto final. Prefiero mantener un perfil más bajo y demostrar a través de las botellas que trabajamos bien.
Mauricio Lorca (51) es licenciado en Enología de la Facultad de Don Bosco. Su recorrido en la industria del vino comenzó hace 30 años en el Grupo Catena donde trabajó con figuras como José “Pepe” Galante, Pedro Marcheschi, Mariano Di Paola, Paul Hobbs y Jacques Lurton. Luego, siguió en bodegas como Michel Torino (Salta), Luigi Bosca, La Celia y en 2003 comenzó su proyecto personal Bodega Mauricio Lorca.
Años más tarde, se unió a Enrique Foster, lo que dio lugar al Grupo Foster Lorca. Además de su proyecto en Mendoza, tiene inversiones en la región española de Ribeira Sacra.
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