La oferta de cafés y restaurantes en Menorca cae bajo mínimos en un invierno flojo en consumo – Menorca – Es diari

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Establecimientos cerrados en invierno por vacaciones de personal | Gemma Andreu
La oferta de bares, restaurantes y cafeterías en esta segunda quincena de enero y la primera de febrero cae bajo mínimos, esta vez el bache invernal es más pronunciado y deja con pocas opciones a los residentes porque se suman diversos factores: el descenso de clientes debido a la caída del consumo en ocio de las familias, que deben dedicar más dinero a la cesta de la compra; las vacaciones del personal en un sector que este año ha visto alargarse la actividad hasta entrado noviembre; el aumento de los costes de energía y materias primas, que cada vez hace menos rentable abrir y tener locales semivacíos; y la reforma laboral, que obliga a tener los trabajadores fijos o fijos-discontinuos y estos últimos, explica Josep Bosch, de los restauradores de CAEB, deben parar dos meses.
Estas son las principales causas que alegan los empresarios de bares, cafeterías y restaurantes consultados por «Es Diari» sobre el apagón de la oferta este invierno, que es palpable al pasear por Maó y Ciutadella y al intentar reservar mesa en establecimientos que solían abrir en temporada baja; algunos pocos resistían incluso en zonas más turísticas como Calesfonts en Es Castell pero este año han echado la persiana.
«Los inviernos son cada vez más flojos, a la gente de aquí le cuesta salir a comer y cenar», afirma Josep Caules, empresario del grupo Café Balear. El restaurante del mismo nombre en el puerto y la pizzería Roma siempre abrían todo el año hasta que llegó la pandemia, que modificó la planificación del negocio. Esta temporada baja el restaurante del puerto cerró a finales de octubre y reabrirá el 3 de febrero, igual que la pizzería, que ha permanecido cerrada cinco semanas. El grupo tiene otro restaurante, Pins46, que abrirá en Semana Santa.
Caules explica que en los meses menos rentables «no podemos mantener gente de alta en la Seguridad Social cuando no hay trabajo, no es viable», y solo en el Café Balear trabajan entre 35 y 40 personas en verano mientras que en invierno no se necesita ni la mitad. Por otro lado, este empresario constata que los clientes «bajan poco al puerto en invierno, ahora es casi ya como una urbanización». Lo mismo se puede decir del pequeño puerto de Es Castell, Calesfonts, muy animado en verano, lo habitual es que languidezca en invierno, pero siempre quedaba algunos locales abiertos para la gente del pueblo que este año, también han cerrado, con la excepción de Sa Punta. En esa zona, otro restaurante de comida asiática trabaja a buen ritmo y abre todo el año, sin notar un descenso de clientela porque ésta es local o de otros municipios próximos.
El asador Molí des Comte es otro ‘clásico’ de Ciutadella que estos días permanece cerrado por vacaciones del personal y reabrirá el 7 de febrero. Desde hace una década este restaurante programa en estas fechas el descanso de sus trabajadores, apuntan sus responsables, y abre once meses al año.
No es este el caso de un gran restaurante del puerto de Maó, el Way, que se inauguró en 2008 y en 15 años es la primera vez que cierra en temporada baja. Estará así hasta marzo. Los motivos, según el empresario Shumin Wang, son el descanso del personal, un menor número de clientes y una subida de costes de las bebidas (15 % en bebidas alcohólicas o 10 % la cerveza) y materias primas que no quiere repercutir en la carta, «prefiero esperar», asegura.
En el centro de Maó y después de una profunda reforma en 2021, el American Bar, que regenta el grupo Binifadet, permanece cerrado este invierno. Es un cierre temporal, explica Luis Anglés, su reapertura está prevista para abril o mayo. Luis Anglés explica que desde finales de la pasada temporada e incluso en meses punta como julio «venimos notando un descenso del consumo en mesa y del ticket medio». Según el empresario, no ha sido una temporada tan buena ni a la par con el ingente movimiento de personas. «No es extraño que muchos bares y restaurantes no quieran abrir ahora, algunos lo han intentado pero es que no hay nadie por la calle», lamenta. Anglés cree que la inflación, que ha disparado el precio de los alimentos y encarecido la cesta de la compra, es la principal razón por la cual los menorquines salen menos este invierno y eso lleva a que más negocios opten por cerrar. «Los hogares recortan en ocio, es lo primero que te quitas, y eso afecta a la restauración», declara.
La costumbre de salir a cenar por la noche y después seguir con las copas hasta altas horas de la madrugada es cosa del pasado. No es que no cuente aún con adeptos pero ahora impera el tardeo, las copas y las tapas de mediodía, que han ido sustituyendo a las noches de marcha. Si bien ya había comenzado este hábito antes de la pandemia, la crisis sanitaria lo afianzó, con medidas como el toque de queda. La nueva forma de salir y relacionarse ha hecho mella en la oferta de restauración. Después de alargar el tapeo pocos tienen ganas de sentarse en torno a una mesa por la noche. «Las costumbres han cambiado, ahora la mayoría se va de tardeo y por la noche se quedan en casa», reflexiona Josep Caules. También a la hora de pedir los platos en un restaurante o cafetería se nota que el presupuesto es más bajo. «La gente comparte plato más que antes, incluso en establecimientos que no son de clientela con un bajo poder adquisitivo», comenta Luis Anglés, el gerente de Binifadet. Para Josep Bosch, de CAEB, es difícil coordinar que el cierre en invierno sea casi simultáneo. «Como asociación intentamos coordinarlo, con eventos y llamamientos, pero al final es una decisión de cada empresa», afirma, y «el mercado se regula solo».
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Una excelente noticia para los anti turismo. Los pueblos desiertos, sin un alma en las calles. Los ayuntamientos deberían subvencionar las hierbas rodantes de las pelis del oeste para dar un poco de ambiente. De paso, podrían solucionar el tema de los topónimos. Nada de Maó ni Mahón, sencillamente ciudad de los muertos vivientes (modus ironicus).
El problema es triple. Uno. Falta gente. Somos cuatro gatos y si restamos a ancianos y niños, la población de entre 18 y 60 años es irrisoria e insuficiente para que haya movimiento. Un ejemplo, más allá de la restauración, es el mercadillo de los domingo de Mahón. Aquí hay cuatro gatos mientras que los rastros de Mallorca, y de cualquier pueblo de la península, se llenan de gente. Dos. Si hace un poco de frío, viento, caen cuatro gotas o anochece, la gente no pisa la calle. Muchos domingos por la tarde uno puede cruzar Mahón y no encontrar prácticamente a nadie. Los días laborales, no se te ocurra a las 20:00, al salir del trabajo ir a tomar algo. Te vas a quedar con las ganas. Tres. Poca oferta y precios altos. En Mahón, entre que no hay nada que ver y que los bares son todos iguales es un aburrimiento. No hay nada que mate más la motivación que la monotonía. Para ir a un bar a tomar un café, que te claven 1,40e y que de fondo se escuche telecinco… Para eso me quedo en casa. Los bares también deben autocrítica.
Resumiendo, al turista que viene con la cartera llena le abrimos las puertas, al menorquín que le den. ¿Y si las farmacias solo abrieran en verano para vender cremas de sol? Teneis una jeta…
Negocios que son inviables si abren 12 meses al año. Suena a que son unos tiesos…
No es la falta de demanda, los locales que tienen abierto muchos no dan abasto, lo que sucedes es que en Menorca existe de cada vez más una mentalidad vaga y facilona, MUY POCO AMBICIOSA, a vimos a principios/mediados de octubre como muchos locales de restauración cerraban sus puertas porque ya habían hecho su caja por la temporada, dejando «tirados» a miles de turistas que aún circulaban por las urbanizaciones… lo de Menorca en ese sentido, ES DE VERGÜENZA. Como digo, poca ambición y pocas ganas de trabajar, y es algo extraíble a una gran parte del sector hostelero menorquín, dicho queda. Que vayan a Mallorca o a Ibiza a ver si allí sucede lo mismo
Yo y mi familia y amistades desde que han están haciendo una subida tan bestial ya no vamos cervecita de súper y buenas comidas en casa, no veáis lo que me estoy ahorrando y disfrutando
Fart de sentir plorar es bars i restaurants, fart.
No todos los que vivimos en esta isla nos quedamos en casa en invierno. Pero realmente las opciones que tenemos son muy pocas. Bares no adaptados al frío. Te sientas a tomar algo, y te quedas helado. Carta igual que el resto de los mortales. Vinos que dejan mucho que desear. Copas de vino del año maricastaño. Un poco de inversión en calidad no les vendría nada mal a algunos.
Y los que estamos aquí todo el año, no podemos acceder ni en verano, ni en invierno. Excelente.
Cansada de oír llorar a los restauradores. Los desastres del turismo los padece toda la población, no solo ellos. Por cierto, ya va siendo hora que retiren las «terrazas covid». Los sábados y domingos al medio día, si hace buen tiempo, los viandantes tienen que bajar de la acera lo cual es especialmente peligroso para los niños y los ancianos.

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