Muchos inversores estarán asistiendo con cara de susto al espectáculo de los mercados financieros que ahora se mueven a golpe de los precios del petróleo y de la evolución de la invasión rusa a Ucrania. ¿Qué hacer, por ejemplo, con mis fondos de inversión? Una pregunta que un millón de inversores españoles en fondos no se hacen, ya que optaron por dejar esta decisión en manos de su banco o fintech mediante la fórmula de la gestión discrecional de sus carteras.
A cierre de 2021, esta gestión acumuló un volumen de 105.337 millones de euros, que supone la tercera parte de todo el patrimonio de fondos de inversión que se mueve en España, que se elevó a 316.084 millones. Es decir, cada vez más ahorradores prefieren que sea su banco el que mueva sus fondos, después de elegir un perfil de riesgo entre el conservador —formado por carteras de fondos de renta fija— o el más agresivo, que se configura con fondos de acciones, materias primas, divisas… En total, los mandatos de gestión superan el millón, que corresponden casi todos a clientes minoristas.
Bajo este esquema, cada banco o fintech crea un variado número de carteras de fondos que bautiza con variopintos nombres de acuerdo con el riesgo y el perfil del inversor. Se podrían definir, de antemano, dos grandes grupos de acuerdo a cómo se gestionan esas carteras de fondos: aquellos donde un grupo de gestores decide qué fondos comprar o vender en cada momento, o aquellos en los que esta decisión queda en manos de los llamados roboadvisors (sofisticados algoritmos de inversión). Aunque como apunta Unai Ansejo, consejero delegado de Indexa, el mayor roboadvisor por patrimonio (1.351 millones de euros), “la definición de las carteras la realiza un comité asesor de expertos, configurándolas según los distintos tipos de riesgo. Luego, la implementación y reajuste se automatiza”. La rentabilidad de las 10 carteras de Indexa se movió entre el 2,8% de la más baja hasta el 20,2% de la más ventajosa.
Con gran diferencia, Caixabank se sitúa al frente de esta forma de gestión con 45.385 millones de euros en sus carteras, casi la mitad del conjunto del sector. Durante 2021 las rentabilidades de las carteras han oscilado en función de cada gama y perfil de riesgo: la ganancia en 2021 de las carteras Máster ha oscilado entre el 2,7% y el 14,1% y las Smart Money entre el 2,6% y el 20,2%. Desde Caixabank ven la gestión de carteras como la mejor opción para clientes y gestores en tiempos de alta volatilidad del mercado como el actual. “Es fundamental contar con la gestión delegada de un profesional y una inversión proactiva de la cartera, que se mueva en cada momento en función de las perspectivas del mercado y esté diversificada”, explican.
El ahorrador puede optar por que su cartera esté formada por fondos indexados (evolucionan de acuerdo con los índices de las bolsas, renta fija, materias primas, etcétera) o con fondos activos —gestionados por analistas—, en distintas clases de activos, o por una mezcla de ambos, al criterio de su banco. Lo normal es que la gestión indexada resulte más económica al ahorrador que la realizada por expertos.
Luis Ussia, consejero delegado de Mutuactivos —cuyas carteras rentaron el pasado año entre el 1,8% y el 12,35% entre la más conservadora y la más dinámica—, apunta que “las carteras de gestión discrecional se han convertido en uno de nuestros servicios estrella. Una de las claves del éxito está en la gestión eficiente, diversificada, dinámica y de calidad que ofrecen. Otro punto diferencial es que las carteras cuentan con un 50% de fondos de otras gestoras distintas a la nuestra”.
También desde la gestora de fondos del Banco Santander —mueve 14.712 millones de euros bajo esta fórmula— explican otras ventajas de esta forma de inversión que se ha popularizado entre particulares desde hace solo cuatro años: “El buen tratamiento fiscal de los fondos de inversión, ya que no tributas hasta la venta de la cartera”.
Antonio Saiz Eslava, director de la oferta de ahorro minorista de Banco Sabadell, subraya la amplia y detallada información que recibe el cliente sobre la cartera, y además que, en muchos casos, “este tipo de inversiones solo son accesibles a partir de unos volúmenes mínimos a los que no podría llegar un inversor minorista”. También 2021 fue un buen año para sus clientes, con rentabilidades desde el 2,97% para aquellas con un 10% de porcentaje invertido en fondos Bolsa hasta el 24,3% para aquellos que se arriesgaron a elegir la cartera con el 90% de fondos de Bolsa.
Pero estas mejoras de diversificación, acceso a mercados sofisticados o delegación del dinero a unos expertos o a un robot precisa también de la atención del ahorrador para lograr un buen rendimiento que suele ir muchas veces unido a un bajo coste y a que la gestora busque los mejores fondos y no solo los propios.
En un reciente trabajo de la OCU se destacan los aspectos menos positivos de esta fórmula de inversión, como son, según los expertos de esta organización, un coste elevado o la utilización de fondos de la propia gestora “donde canalizan las inversiones a través de fondos del propio banco creados para dar cobertura a este servicio”. Es decir, las denominadas clases cartera que, no obstante, tienen comisiones más bajas que si se adquieren de forma directa. El pasado año, según Inverco, que declinó participar en el reportaje, se abundó en el uso propio de fondos en la gestión de carteras. En 2020, de cada 100 euros invertidos, 65 euros iban a los fondos de la casa, y en 2021 la cifra se ha elevado hasta los 73 euros.
También desde la CNMV recuerdan que esta gestión discrecional de carteras tiene un coste independiente al intrínseco de los propios fondos. Y aquí, las diferencias son muy notables. En general, las carteras gestionadas mediante algoritmos son más baratas, frente a aquellas en la que la elección la hacen analistas. Entre las automatizadas destaca como la más barata la comisión de carteras de la firma MyInvestor, con el 0,30% anual (entre gestión y depositaría) sobre el capital gestionado. El 0,45% o 0,6% suelen ser las más habituales en este tipo de gestión. En cuanto a las que se realizan de forma activa, suben las comisiones anuales hasta superar en algunos casos el 1% como en Santander, según refleja la OCU en su estudio. Pero también estas oscilan dependiendo del saldo de la cartera. Por ejemplo, Indexa cobra el 0,6% que baja al 0,43% cuando el saldo supera los 100.000 euros, u Openbank cobra el 1,02% para saldos inferiores a 20.000 euros que se reduce al 0,42% cuando el ahorrador tiene más de un millón de euros bajo esta fórmula.
Dentro de la gestión de carteras es habitual cobrar una comisión de éxito que oscila entre el 9% y el 10% y que se aplica únicamente sobre las ganancias obtenidas. Por tanto, cuanto no hay rendimientos, la gestora no percibe ninguna comisión, salvo la anual de gestión y la correspondiente a la depositaría. Esta fórmula de cobro adicional por éxito es muy ocasional en los fondos de inversión.
El consejero delegado de Indexa, Unai Ansejo, explica que estas comisiones “incrementan el riesgo de las carteras”. Y apunta también a que pueden cobrar varias veces por las ganancias. “Si un año ganas, al otro pierdes y al siguiente vuelves a ganar con tu cartera, te están cobrando dos veces por el supuesto éxito de la cartera”, explica. De ahí surge el concepto de Marca de Agua, que sirve para impedir que un inversor pague dos veces por la misma rentabilidad al establecer que la comisión sobre rentabilidad solo pueda aplicarse cuando el fondo está por encima de un nivel previamente alcanzado.
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