Ban Ki-Moon, exsecretario general de la ONU, afirmó hace unos años: “Somos la primera generación capaz de acabar con la pobreza, y la última que puede poner fin a los impactos adversos del cambio climático”.
La cita ilustra la gran paradoja del mundo contemporáneo: mientras disponemos de herramientas tecnológicas cuyo potencial de desarrollo es infinito, nos enfrentamos a una crisis medioambiental de proporciones mayúsculas con graves implicaciones sociales y económicas que se vislumbran a mediano plazo.
¿Seremos capaces de superar como humanidad los retos propios del siglo XXI?
Si bien se dice que el optimista corre el riesgo de caer en desilusiones, considero que es posible imaginar escenarios alentadores, en la medida en que comienzan a construirse paradigmas novedosos que buscan poner sobre la mesa soluciones para atender problemas complejos.
En este sentido, el emprendimiento cobra particular relevancia como pieza clave para transformar la realidad. Sin embargo, para abordar este concepto, lo primero por hacer es definirlo.
En palabras simples, emprende quien inicia un proyecto novedoso; crear es emprender y existen muchos modos de hacerlo. La innovación incremental se da a través de acumulación de conocimientos en aspectos técnicos, como ocurre, por ejemplo, con la tecnología de los teléfonos celulares año tras año.
Por otro lado, la innovación disruptiva se presenta cuando se rompe con esquemas y se abre camino hacia nuevas formas de optimizar recursos para llegar a obtener resultados.
Ahí tenemos a SpaceX de Elon Musk como muestra de que incluso lo inimaginable se puede lograr al expandir la mente y poner manos a la obra.
El auténtico emprendedor es una persona con liderazgo que, además, destaca por su perseverancia. Quien cuenta con el talento especial para tomar las buenas ideas y convertirlas en negocios rentables, es digno de ser llamado emprendedor.
Empero, la época de cambios actual nos trae desafíos sin precedente, que obligan a repensar la noción del emprendimiento.
El fenómeno de la globalización, la incertidumbre económica y el desastre ambiental son variables en constante movimiento. Dentro de este contexto, el emprendedor visionario será capaz de reinventarse.
Así, el líder se hace, pero también se rehace con base en las experiencias y circunstancias, aunque siempre conservando su esencia. Aprender, adaptarse e influir: de ello depende, en buena medida, el éxito en un entorno de caos.
Debemos transitar hacia un nuevo emprendimiento más humanitario, más solidario y con mayor conciencia. Necesitamos de mujeres y hombres que estés dispuestos a invertir en un cambio social.
La motivación es el motor del progreso, porque nada es tan poderoso como la suma de voluntades encausadas en un mismo objetivo. Por eso quien emprende es líder; porque inspira a los demás a dar lo mejor de sí con base en sus talentos y habilidades.
Por supuesto que se puede tener un negocio rentable y que al mismo tiempo contribuya a mejorar el entorno. Más aún, la empresa del futuro será socialmente responsable, o no será.
El emprendimiento del siglo XXI decididamente buscará lograr un retorno de impacto económico, un retorno de impacto social y un retorno de impacto ambiental. Es previsible que las buenas prácticas empresariales más demandadas en el futuro inmediato sean la transparencia, el compromiso social y la sostenibilidad.
Con certeza, cada vez surgirán más empresas sociales que trabajen por crear soluciones para favorecer a los grupos poblacionales vulnerables, generando un efecto multiplicador.
Pronto superaremos el falso dilema entre rentabilidad y contribución social. Las eras de cambio deben ser coyunturas de oportunidad para avanzar. Un nuevo emprendimiento nos permitirá pensar con optimismo en un mejor futuro.— Mérida, Yucatán.
fournier1993@hotmail.com
Licenciado en Derecho, maestro en Administración
Nos comentan que… en cuestión de política algunos tienen muy claras sus ambiciones y hasta tienen sus equipos con estrategias para el frente en 2024, mientras otros nombres resuenan en medio de sonados conflictos.