EMPRENDEDORES
El índice que mide la valoración de las principales empresas de tecnología, el Nasdaq, ha caído cerca del 25% en el último año. Y las start-ups españolas no son ajenas a esa reacción del mercado bursátil fruto de la inflación, la guerra en Ucrania, las sucesivas subidas de los tipos de interés de los bancos centrales y los vientos de recesión económica.
«Cuando las tecnológicas cotizadas pierden tanto valor, el inversor en capital riesgo baja el nivel de sus apuestas porque sabe que sus compañías objetivo valdrán menos cuando salgan al mercado», explica Emilio Gómez, director de Inversiones del ICF Capital. De esta manera, difícilmente se batirá este año el récord de 4.200 millones de euros de financiación en start-ups que logró España en 2021, según apuntan los expertos.
«Los profesionales del sector han pasado a tener mucha prudencia y a dilatar en el tiempo la toma de decisiones. Esperan que los precios sean más acordes a la coyuntura económica y que el retorno de la inversión sea más factible», subraya Gómez. Con todo, el capital riesgo cerró la primera mitad de 2022 con casi el 9% menos de operaciones y una inversión de cerca del 12% por debajo del porcentaje registrado en el mismo periodo del año pasado, según la firma TRR.
«La inversión se ha frenado y los datos apuntan a que actualmente se encuentra el 5% por debajo de lo que se consiguió el pasado año por estas mismas fechas. En los meses restantes no se espera que alcance las cifras de 2021», sostiene Miguel Kindelán, responsable para España de la firma GP Bullhound.
Esta desaceleración moderada de la inversión en empresas en crecimiento se refleja, en ocasiones, en despidos. De hecho, en los primeros nueve meses de 2022, las start-ups despidieron a casi 77.000 empleados a nivel mundial, según TradingPlatforms.com. «Hay despidos porque anteriormente había un modelo de negocio que era crecer mucho a pesar de gastar gran cantidad de dinero, y cada vez más los inversores buscan una mayor rentabilidad y menos crecimiento y costes», destacan desde GP Bullhound. A pesar de ello, la gran demanda de perfiles del sector tecnológico hará que el impacto sea mínimo en el empleo.
Las empresas en etapas de expansión y maduración -en rondas de financiación de serie B o serie C- son las más castigadas para recibir sustento económico. En el lado contrario, aquellas organizaciones que pueden mantener mejor su valoración son las más incipientes, es decir, las que accedan a rondas de financiación pre seed, seed y serie A -para empresas en las primeras fases de crecimiento de ventas-. «Sortearán mejor el impacto porque tienen valoraciones más correctas y siguen suponiendo oportunidades muy interesantes para los inversores», señala Ernest Sánchez, managing partner en Nuclio.
La tendencia es que también resistan mejor aquellas empresas con una base de clientes sólida y espacio para crecer, como las relacionadas con el ámbito de la sostenibilidad, la energía, la salud y la educación. Asimismo, las compañías con mayores correcciones serán aquellas que han tenido valoraciones más infladas anteriormente. Un ejemplo claro son las compañías de software, que han bajado hasta el 40% en los últimos meses después de presentar valoraciones que suponen 30 veces sus ventas, afirma Sánchez.
Como en cualquier situación de incertidumbre, también se abre un mundo de oportunidades. «La apuesta por sectores no sometidos al ciclo económico siempre es interesante» -explica el director de StartmeUP de Deloitte, Mario Teijeiro– y a su vez pone como ejemplos, el sector salud; las foodtech, que tratan de modernizar la industria agroalimentaria y hacerla más sostenible; las edtech, compañías de tecnología educativa, y las fintech, compañías de digitalización de servicios financieros.
Aunque la desaceleración ocurre en todo el mundo, no transcurre de igual forma en todos los puntos del planeta. «El mercado español no se ha visto tan perjudicado como el de otros países. Es más joven y tiene valoraciones más moderadas, muchas empresas con crecimiento destacado y una calidad de inversiones importantes», concluye Kindelán. Y los despidos dejarán menos huella: «Países como EEUU tienen mercados laborales más flexibles. En España no se contrata ni se despide tan frecuentemente, así que se verán menos», añade.
Con los malos augurios, «hay mucha oferta de capital, aunque cada vez sea más selectiva», expresa Gómez. Los inversores han continuado levantando fondos y algunas compañías alrededor del mundo han logrado cerrar grandes rondas de inversión en el último año. La start-up barcelonesa Factorial es un ejemplo de ello después de cerrar una de 120 millones el pasado octubre para cambiar el mundo de los recursos humanos; Paack, también, al levantar 200 millones en una ronda para potenciar sus servicios de reparto de última milla; y Seedtag, que consiguió 250 millones de inversión para seguir trabajando en soluciones de publicidad contextual.
El mercado de las start-ups se caracteriza por su capacidad de adaptación. Ahora, las compañías emergentes deberán tener una cantidad de caja suficiente para aguantar las turbulencias y además deberán explicar mejor su modelo de negocio y de monetización. «Lo que hacen las empresas es una estrategia de preservación de caja para intentar cerrar toda la financiación posible y alargar al máximo su runway [tiempo que tiene una empresa antes de quedarse sin efectivo]», señala Gómez.
« El contexto actual afecta más a los negocios que a los inversores, ya que los fondos – en su mayoría – levantaron capital hace meses», apunta Teijeiro. Oriol Pinya, presidente de la asociación de capital riesgo SpainCap. Y defiende que lo que ha bajado son las valoraciones de las start-ups, pero que no se ha notado ningún descenso en el volumen de inversión a pesar de la incertidumbre. Aniol Brosa, socio TIC de la gestora de capital riesgo Inveready, destaca que en el venture capital se trabaja con fondos cerrados desde hace tiempo: «Los cambios coyunturales se notan al cabo de un tiempo porque los inversores comprometen su capital por un periodo», añade.
Cara al futuro, el socio fundador de Nuclio pronostica que «2023 va a ser duro y difícil», pero que puede cambiar en cualquier momento si la inflación y las consecuencias de la guerra se corrigen. La firma GP Bullhound, por su parte, cree que ya en la primera mitad del año estas operaciones tendrán más visibilidad para poder acelerar. En definitiva, aunque el mercado no se encuentra en una situación estable, no está cerrado y mantiene una salud firme cara al futuro.
El auge de las empresas de reparto de comida a domicilio se desinfla. Atrás quedan las rondas de financiación levantadas por nombres como Gorillas y Glovo que superaban los 600 millones. Ahora, si consiguen cifras altas, como Getir, lo hacen a costa de recortar drásticamente sus gastos para ser rentables. Las señales de alarma se observan desde hace meses en empresas más maduras del sector. En un año, las acciones de Just Eat Takeaway se han hundido el 78% en bolsa. Uno de sus grandes competidores, Deliveroo, ha visto caer el valor de sus títulos en un 69% en el mismo periodo temporal y se ha visto obligado a reajustar por segunda vez sus previsiones de crecimiento ante «el enfriamiento de la demanda» de sus clientes. Y a Delivery Hero aún no le salen las cuentas tras convertirse en propietaria de Glovo en diciembre de 2021 con más del 80% de sus acciones. En su caso, la valoración de sus títulos se ha desplomado cerca del 70% en 12 meses. ¿Por qué ha pinchado la burbuja de popularidad del delivery?
«Ha pasado lo que tenía que pasar», apuntan fuentes del mercado. Para el sector, el principal problema reside en la misma filosofía diseñada por las empresas de quick commerce, aquellas que entregan la compra a domicilio en menos de 10 minutos. El método para conseguirlo requiere de una infraestructura consolidada en las ciudades desde donde distribuir la mercancía, una mano de obra bien coordinada y una logística asentada. Así se genera un círculo vicioso bien conocido por los fondos de inversión: estas start-ups demandan financiación más alta para ejecutar expansiones agresivas en las mayores urbes de cada país, disparan sus gastos y queman el dinero en poco tiempo sin conseguir la ansiada rentabilidad. Una estrategia que no goza de interés por parte de los inversores, quienes buscan mayor estabilidad en un contexto económico turbulento.
«Dentro de un contexto de desaceleración económica con inflaciones muy altas, el hecho de tener la compra en 15 minutos no es de primera necesidad». Para el sector, estas start-ups han creado una necesidad artificial que no existía y que ahora se ha visto afectada por una cierta vuelta a la normalidad, además de por una inflación desbocada que limita el consumo.
Sin embargo, uno de los mayores escollos del delivery es su regularización. La entrada en vigor de la llamada ley Rider en España y de legislaciones similares en otros países, como EEUU, ha sentenciado a gran parte de las compañías del sector por el uso de falsos autónomos como repartidores. La ley ya se ha cobrado sus primeras víctimas: Deliveroo abandonó el mercado español para no verse afectada y Glovo se enfrenta a una multa histórica de 78,9 millones por emplear a 10.614 repartidores como falsos autónomos. «Las delivery están en una fase complicada y el tema de los falsos autónomos no está ayudando nada», afirma el director de Oryon Ventures, Joan Albà. «Según las últimas declaraciones de la ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, van a por Glovo», prosigue.
Fuentes del mercado coinciden en que a medio o largo plazo no tiene cabida intentar generar negocio con precariedad y que estas empresas necesitan elaborar una política social que certifique su actividad. Y si además basan sus operativas en el uso de falsos autónomos, su futuro se tambalea peligrosamente. «Estas plataformas los necesitan», señala el cofundador del fondo paneuropeo Samaipata, José del Barrio. Una vez más, la regularización de su plantilla ha supuesto un incremento de costes para la empresa que no ha podido subsanar con nueva financiación. «El usuario va a notar el giro a la rentabilidad en el coste», afirma Del Barrio, «habrá que ver qué impacto tiene esto sobre la demanda».
La disminución de capital circulante por la coyuntura internacional, el descrédito de su modelo de negocio y la presión gubernamental por mejorar las condiciones laborales han causado los primeros efectos. A pocos meses de su llegada a España, la start-up californiana GoPuff anunció el despido del 13% de su plantilla global, conformada por 10.000 trabajadores, el cierre de 76 almacenes y el abandono de actividad en varios mercados, entre los que se encontraba el español. El siguiente en anunciar un expediente de regulación de empleo (ere) fue Gorillas. Con una valoración de 3.000 millones, la compañía alemana de envíos ultrarrápidos replanteó su estrategia mediante la concentración de operaciones en cinco países con el objetivo de limitar sus gastos. En España, Gorillas inició un ere de su plantilla en junio y anunció su intención de permanecer en el país por mediación de un socio. De hecho, su rival directo, Getir, está en negociaciones avanzadas para comprar la empresa. La compañía turca también se vio abocada en las mismas fechas a despedir al 40% de sus empleados, en total unas 4.500 personas, con el objetivo de reducir costes operativos.
De las fuentes consultadas, solo Joan Albà confía en la recuperación del sector. «Al final, a la fuerza se recuperarán -confirma-, porque son el futuro». En general, el sector cree que si estas compañías desaparecen significa que no están generando suficiente demanda. «Va a pasar mucho tiempo hasta que estos modelos de negocio consigan refinanciarse», argumenta Del Barrio, en parte porque durante estos dos últimos años había mucho capital disponible y sus valoraciones eran muy altas, pero «ahora toca volver a la normalidad». «El problema es conseguir de nuevo esas valoraciones», subraya.
El primer unicornio de entregas ultrarrápidas se gestó en Berlín de la mano de Kağan Sümer y Jörg Kattner. Gorillas inició operaciones en mayo de 2020 desde la capital alemana y pronto dio el salto al Reino Unido, los Países Bajos, Francia e incluso a EEUU (concretamente, a Nueva York). La compañía desembarcó en España en junio de 2021 y extendió una red de 20 almacenes urbanos instalados en Madrid, València, Alicante y Barcelona, centros desde donde repartía hasta dos pedidos al mes a más de 40.000 usuarios. Tres meses más tarde, levantó una ronda de financiación de 800 millones, lo que catapultó la valoración de la start-up hasta los 3.000 millones. Pero a partir de ese momento, las cifras empezaron a descuadrarse. Gorillas anunció en mayo de este mismo año el despido de 300 empleados en su sede central de Alemania, así como la concentración de esfuerzos en sus cinco principales mercados -es decir, aquellos que le aportan más del 90% de sus ingresos-, donde España no tenía cabida. Su directora general en España, Magdalena Szuszkiewicz, espera encontrar un socio local en nuestro país para conseguir la rentabilidad en 2024 mediante una inversión conjunta de 25 millones.
Nazim Salur creó Getir en Turquía y desde entonces ha desplegado una estrategia agresiva de expansión que le ha llevado a conseguir duplicar sus pedidos en la primera mitad de 2019 y a generar unos 120 millones de dólares al final del mismo año. Gracias a adquisiciones como Weezy en el Reino Unido, Frichti en Francia y la catalana Block en España, la compañía ha conseguido entrar en distintos mercados europeos. Concretamente en el caso español, Getir se estrenó en verano de 2021 en Madrid, Barcelona, València, Sevilla y Zaragoza, y pronto lo hará en Bilbao. Aunque su valoración supera los 10.500 millones gracias a la última ronda de financiación levantada en marzo de este año, de 768 millones de dólares, el contexto económico internacional ha impactado en sus cuentas de forma importante. El pasado mayo anunció el despido del 14% de su plantilla, lo que supone unas 4.000 personas, con el objetivo de recortar gastos. Por ahora, el último movimiento que se conoce de Getir es la posible compra de su competidor directo, Gorillas, en España. Si consigue cerrar la operación, se convertirá en la principal compañía de delivery del país.
Las mochilas amarillas de reparto a domicilio empezaron a circular por Barcelona en 2014. Oscar Pierre puso los cimientos de Glovo desde su ciudad natal a partir de una primera financiación de 140.000 euros, a los que se sumaron otros dos millones en 2015. En su primer año de vida, la compañía facturó 260.000 euros. Solo cuatro años más tarde, Glovo se convirtió en uno de los primeros unicornios españoles al conseguir una valoración de 1.000 millones de euros, presencia en 26 países y acuerdos con más de 20.000 comercios. Poco antes de iniciarse el 2022, el grupo alemán de empresas de entregas a domicilio Delivery Hero cerró la compra de Glovo al quedarse con el 94% de la compañía. Entre los requisitos se incluía el respeto de la denominada ley rider, promulgada por el Gobierno de coalición (PSOE y Unidas Podemos) meses antes de la operación. Y aunque hasta ahora han respetado las condiciones laborales, Inspección de Trabajo ha multado a Glovo con 78,9 millones por emplear a más de 10.000 falsos autónomos en España. Al mismo tiempo, la start-up catalana acumula pérdidas de hasta 475 millones, cifras que arrastran en bolsa a su propietaria desde la venta de la compañía.
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