Extranjeros en Vitoria sin miedo a emprender – Gasteiz Hoy

Reportaje Extranjeros en Vitoria sin miedo a emprender
Alejandro, Olga y Alejandro nos cuentan por qué han decidido emprender en Vitoria
Alejandro Cuervo, Olga Berezhna y Alejandro Gonzales. Tres historias con nombre y apellido de tres personas extranjeras residentes en Vitoria-Gasteiz y que trabajan para emprender e impulsar sus propios negocios. Hace unos años dejaron sus países de origen y aterrizaron en la capital alavesa en busca de otro futuro.
En una época en que emprender es un salto al vacío, donde las trabas burocráticas se suceden, el éxito no está asegurado y toca aclimatarse a una nueva vida lejos de seres queridos, ellos no tienen miedo. El camino no es fácil, pero poco a poco lo están construyendo.
Un proyecto de Cruz Roja asesora a autónomos extranjeros para emprender y desarrollar sus negocios
Y, en ese trayecto, han encontrado el respaldo de la Cruz Roja. A través del programa ‘Impulsa tu autoempleo’, tienen acompañamiento para poner en marcha sus proyectos y consolidarlos una vez que el negocio se hace realidad. Una iniciativa que cumple una década en otras provincias españolas, pero que es pionera en Álava, donde comenzó en enero.
Cruz Roja Impulsa Autoempleo
«Es un proyecto piloto, el único en el País Vasco, que se puso en marcha para ver qué acogida tenía», explica su responsable, Ingrid Beltrán. Para conocerlo, basta acercarse a sus instalaciones, en Portal de Castilla, 52. Ya suman más de 24 personas atendidas en el programa. Y más que se han interesado, pero a las que no pueden ayudar. «Es un programa para personas autónomas que quieran emprender, pero tienen que ser inmigrantes que tengan el NIE, el número de extranjero que demuestra que están regularizados y autorizados para trabajar», indica Beltrán.
El motivo es que ‘Impulsa tu autoempleo’ lo financian el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones y el Fondo Social Europeo, y son estas instituciones las que marcan los requisitos.
Una vez que cumplen este primer trámite, llega el momento de escuchar su idea, asesorarles y orientarles. Desde cómo tramitar el alta de autónomo a conocer los diferentes impuestos que tendrán que pagar. También les ayudan con la viabilidad de su plan de empresa, su capacidad económica y sus objetivos, así como con el acceso a microcréditos de la Obra Social de CaixaBank, con los que pueden obtener un máximo de 25.000 euros para iniciar su propio negocio.
Alejandro Cuervo, en pleno montaje de una cocina.
Este proceso es el que ha vivido Alejandro Cuervo, venezolano de 51 años. Hace cuatro años huyó de su país con su esposa e hijo, y en abril de 2018 aterrizó en Madrid con lo puesto y apenas 1.000 euros. Poco después, a través de varias ONG, encontró un piso en Vitoria-Gasteiz y la familia inició su nueva vida en la capital alavesa.
Aquí firmó su primer contrato en diciembre de ese mismo año, una vez que obtuvo el permiso de trabajo. Carpintero de formación y profesión en Venezuela, Alejandro acumulaba más de tres décadas de experiencia en taller y montaje, haciendo sus propias cocinas y muebles. Aún así, quiso ampliar sus conocimientos con cursos de carpintería y montaje de muebles.
El microcrédito ha ayudado a Alejandro a conseguir el vehículo que necesita para su trabajo
La pandemia le llevó al paro. Y él, que no puede estar inactivo, no se resignó. Realizó varios cursos online sobre emprendimiento en el Ayuntamiento vitoriano. Tras el confinamiento, trabajó en la heladería Breda y no dudó en marchar a Madrid, Francia o Bélgica cuando le llamaban para algún empleo temporal. Mientras, había sido también voluntario en el Banco de Alimentos y en Cruz Roja en el área de empleo.
Es entonces cuando se forja su presente. «Llegó 2022 y me llaman de Cruz Roja porque no tenía empleo estable. Una persona me pone en contacto con una empresa en la que necesitan un montador y hago las diligencias para ser autónomo», explica Alejandro. En su cabeza cobra forma una idea que llevaba gestando dos años, tras recibir asesoramiento en el semillero de empresas del Casco Viejo: ¿Por qué no montar su propio negocio?
Cruz Roja Impulsa Alejandro Venezuela
«Desde Cruz Roja me preguntan si quiero continuar, si necesito un plan de empleo y, como ya era autónomo, cumplía los parámetros del plan ‘Impulsa’. Empecé y el apoyo y sintonía fueron maravillosos», agradece. En apenas unos meses, desarrolla su plan de empresa y nace ‘Alejandro Cuervo montaje profesional de cocinas’.
Las firmas empiezan a llamar a su puerta para que se encargue de los montajes de cocinas para clientes y tiendas varias. «En primavera ya estaba trabajando con ellos, me contrataron empresas de Logroño y Madrid y trabajo en todo el País Vasco, me han dado la confianza para ser parte de ellos», agradece.
Aunque poco a poco había conseguido hacerse con la mayoría de herramientas necesarias para su trabajo, el vehículo le preocupaba. «Mi coche era muy viejo y tenía muchos problemas. Necesitaba algo más profesional para desplazarme y poder llevar todo. Pedí el crédito de CaixaBank en abril, en septiembre se concretó y ahora el concesionario ya me lo ha entregado», presume mientras muestra con orgullo su furgoneta.
Un microcrédito ha permitido a Alejandro conseguir el vehículo que necesitaba para su trabajo.
De esa forma completa el equipo indispensable para su empresa. Que, por ahora, solo está compuesta por él mismo. Muchas horas de lunes a viernes (los fines de semana son para la familia) que desarrolla con rapidez y eficiencia. No hay tiempo para el despiste o el estar ocioso, «hay que dar el 110%». Porque, si todo marcha como pretende, quiere ampliar plantilla en un futuro. «Primero tengo que crecer, echar raíces y ganar clientes, pero mi objetivo es tener más gente trabajando conmigo, que se formen y aprendan, porque tengo vocación de enseñar lo que sé», asegura.
Tiene claro quién quiere que le acompañe en este proyecto. «En los cursos he visto chicas que saben hacer muy bien este trabajo, y me gustaría ver todo ese talento canalizado aquí. También personas que tengan alguna discapacidad, parados de larga duración, gente en formación que necesite hacer prácticas…», enumera.
Durante la pandemia, Alejandro fue voluntario de Cruz Roja y del Banco de Alimentos.
Su cabeza no deja de planear. Tampoco olvida las tareas pendientes ni el aprendizaje continuo. Como hacer una imagen y logo de empresa, recopilar las cuentas para la asesoría, un posible curso de contabilidad si saca tiempo… «El programa ‘Impulsa’ no acaba aquí y voy a sacarle todo el provecho. Entraba en una etapa en la que necesitaba, como su nombre, impulso. Han sido exigentes y me han ayudado mucho», valora una vez más.
«No pienso regresar a Venezuela, quizá cuando esté jubilado voy, pero de visita»
Porque Alejandro está volcado en este proyecto. No tiene miedo al fracaso ni a la incertidumbre económica: «De donde yo vengo, de un día para otro la inflación puede ser de un 1000% y las dificultades para montar cosas son tan grandes. Donde trasladarte 30 kilómetros es toda una proeza por el estado de la carretera… Aquí, ese sobre esfuerzo, sobre pensar y analizar las cosas para tomar decisiones es mucho más fácil».
Ve su pasado como una ventaja. «Quienes venimos de fuera sabemos canalizar todo eso de forma positiva. Ya no estoy pendiente de si me van a robar o no, tengo tiempo para pensar muchísimas otras cosas. Este… y bueno, había un poquito de temor, sí, pero un 10% de inflación, eso no es nada», anima.
Por delante, un panorama que, reconoce, le encanta. Una mezcla de trabajo con madera, carpintería, transformación, construcción, fabricación y contacto con personas. «Yo en un taller me moriría como un pájaro encerrado pero salir a la calle, tratar con proveedores, el cliente final… Me entusiasma», se sincera.
Su alegría evidente tan solo se empaña al recordar su país y a los que quedaron atrás. «Salí huyendo, dejamos todo allá, familia, mascotas… Mi padre murió tras la pandemia y no he visto a nadie de mi familia desde que vinimos, pero no pienso regresar allí. Igual, cuando esté jubilado, voy pero de visita», admite con firmeza.
Con la solicitud hecha y los trámites realizados, confía en tener la nacionalidad española pronto. Mientras, se confiesa «enamorado» de Vitoria-Gasteiz. «Cuando me dijeron que veníamos aquí estudié y sé muchas cosas sobre ella y el País Vasco. No la cambio por otras ciudades, mi hijo hace su vida aquí y mi esposa está muy contenta», argumenta. Un lugar al que Alejandro ha venido a «sumar y multiplicar, construir con lo que pueda, con la sociedad y con la gente».
Olga ya ha creado su propia web para mostrar sus fotografías de producto.
Para Olga Berezhna, Vitoria-Gasteiz guarda muchas similitudes con su Kremenchuk natal. Dos ciudades de población muy similar, con protagonismo industrial y un ritmo de vida tranquilo. Aunque aquí llueve más y allí el invierno es más frío. Lógico, porque Kremenchuk está situada en el centro de Ucrania.
Hace cuatro años decidió dar un giro a su vida y empezar de cero en España, adonde había viajado en numerosas ocasiones como turista. Como tenía amistades en Vitoria-Gasteiz y conocía la ciudad, no se lo pensó dos veces. La capital alavesa sería. Apostó por dedicarse al turismo y compaginó su formación en ese sector con el estudio intensivo, sobre todo al principio, del castellano.
Los padres de Olga están en Ucrania, y los primeros meses de la guerra ella se bloqueó
La pandemia cortó de raíz sus aspiraciones y después tampoco tuvo suerte con otros proyectos laborales. Así que, a sus 39 años, Olga empezó a pensar qué podía hacer. «Me di cuenta de que tenía conocimientos y experiencia en fotografía y dije, vamos a empezar, no tienes que estar sin trabajo, tienes que moverte«.
En Ucrania ya había estudiado fotografía y durante más de 8 años trabajó como tal de autónoma. «Tengo experiencia, tengo conocimientos, tengo motivación y me gusta mucho», enumera. Sin embargo, su proyecto actual de negocio difiere un poco del que desarrolló antes. En Ucrania, Olga trabajaba con personas, eventos, retratos… Ahora quiere centrarse en la fotografía de producto.
«Empecé a estudiar el mercado y veo que el mundo es más grande, puedo trabajar no solo en Vitoria con retratos, sino en todo el mundo con productos. Mucha gente tiene tiendas online, RRSS, catálogos, páginas webs… Creo que puedo tener más oportunidades y trabajo», reconoce. Su intención es convertirse en la profesional que las empresas de venta online necesitan para capturar de forma atractiva los productos que comercializan en sus plataformas digitales.
Al principio fue difícil. La decisión estaba tomada, pero llegó la guerra a Ucrania. «Los tres primeros meses de la invasión a gran escala no podía hacer nada más, tu cabeza está bloqueada, todos los días en las noticias… Es muy difícil, pero llega un momento en el que tienes que avanzar», admite Olga.
Cruz Roja Impulsa Olga fotógrafa
Y se puso manos a la obra. «Empecé a sacar fotos a todo lo que tenía por casa para probar». Porque hacer fotos atractivas a un objeto es diferente de retratar a una persona. «He estudiado cursos online de fotos de productos con profesionales internacionales», apunta.
Esa internacionalización es a la que aspira en su negocio. «Quiero desarrollarlo en Vitoria, claro, pero también puedo trabajar con gente global, porque mi trabajo es online y sin fronteras. Ellos me envían el producto, yo les hago las fotos y se las mando», resume.
«Tengo fe en esto, creo que he encontrado un hueco y espero que salga bien»
Con sus nuevos conocimientos y su cámara de fotos en ristre, llegó la temida pregunta. ¿Y ahora qué? «Dije, necesito clientes, vamos a buscarlos», sonríe. Con su propia web ya desarrollada, Olga necesitaba consejos sobre cómo continuar. Un folleto del programa ‘Impulsa tu autoempleo’ resultó providencial. «Tenía mi nombre. Estaba buscando quién me podía ayudar, porque en Internet tengo ejemplos de planes de empresa, pero necesitaba a algún profesional para explicarme y orientarme», detalla Olga.
Desde septiembre, sus encuentros periódicos con Ingrid en la sede vitoriana de Cruz Roja le han ayudado a llevar a la práctica los planes que tenía en mente. «Veo las cosas más claras, hacia dónde ir, qué cursos hacer para estar preparada, por ejemplo, de marketing», reconoce ilusionada. Ya cuenta con algunos clientes (porque, como bien dice, «fotógrafa sin clientes, malo») que espera aumentar en breve. «Tengo fe en esto, creo que he encontrado un hueco y espero que salga bien», desea.
Su sonrisa solo se atenúa al pensar en sus padres, que se han quedado en Ucrania. «Mi padre no puede salir de allí y mi madre sí, pero no quiere. Quiero visitarlos pero tengo miedo. Ellos me han ayudado mucho y puedo tener que ayudarlos yo más adelante», admite, renuente a hablar de un tema tan doloroso.
Su objetivo es quedarse en Vitoria-Gasteiz «el resto de mi vida». La ciudad «me gusta mucho, estoy cómoda y quiero asentarme. No sabemos el futuro, pero esa es la idea», se despide.
Alejandro ha reabierto hace poco la frutería El Olivo de Luarca.
Hace ya 17 años que Alejandro Gonzales cruzó el charco y dejó atrás Lima. Una ciudad y un «buen» barrio donde cada día la inseguridad ganaba terreno. Hasta entonces, él se desenvolvía como pez en el agua entre el locutorio de la familia y las apuestas callejeras.
Alejandro ha reabierto la frutería El Olivo de Luarca, en Federico Baraibar
Pero sufrir robos en el negocio familiar, y ver cómo varios policías de civil disparaban ametralladoras muy cerca de su casa para neutralizar un asalto, le incitaron al cambio. «Yo tenía mi vida formada allí. Pero ese día me marcó y decidí irnos. En Perú estaban comenzando los problemas que ahora se escuchan más de seguido: robos, muertes… Ahora allí sales a la calle y no sabes qué te va a pasar. No quería eso para mi familia», asume.
Barajaron ir a Estados Unidos o Bolivia, «que entonces era muy tranquilo», o venir a España. «Pero teníamos que salir y, como hermano mayor, quise venir por la seguridad que hay aquí y traer a mi familia«. Comenzó su nueva vida en Madrid y contactó con una persona que trabajaba en las ferias de alimentación ambulantes. «Llevaba el tema de embutidos y conservas. Me he recorrido todo el país y conozco más sitios que mucha gente, aunque de muchos no sé ni el nombre», admite risueño este peruano de 46 años.
Tras varios años en Madrid, Alejandro encontró en Vitoria la «tranquilidad» que buscaba
Gracias a ese empleo consiguió traer también a sus hermanos. Sin embargo, el mundo de las ferias fue decayendo. «Se empezó a vender menos, las ferias perdieron importancia y nos quedamos sin trabajo», explica Alejandro. Para entonces ya estaba en Vitoria-Gasteiz. De eso hace 8 años. La vida en la capital madrileña no le convencía y, durante las visitas a su hermana, que residía aquí, le atrajo «la tranquilidad» de la ciudad.
En la capital alavesa probó suerte como responsable de una frutería.  Pero entonces, su desconocimiento del negocio le llevó rápido a la quiebra. «Hacía una caja de 20-50 euros al día. Los impuestos te quitan mucho dinero y, para cuando te das cuenta estás en quiebra, no pude levantarla. Tienes que tener un capital básico que te dé tiempo a producir y, si no controlas el sector, no has estudiado el mercado, te vas a la calle como me pasó a mí», asume.
De allí pasó a El Olivo de Luarca, situada en Federico Baraibar, donde trabajó durante unas vacaciones y, ahí sí, aprendió los entresijos del sector y se ganó a la clientela del barrio. Allí también conoció a Mari Mar, con la que ahora ha formado equipo. Pero la necesidad apremiaba y encontró trabajo en el Burguer King.
«Me vino genial, podía haber estado buscando trabajo por todos los lados y no encontrarlo. Con ellos no me ha faltado nunca que lo he necesitado. Me hicieron fijo, además de encargado y, aunque no se cobre un montón, ese poco ya es mucho», asegura Alejandro.
Alejandro quita horas al sueño y compagina su trabajo actual con la frutería para afrontar los gastos
Porque ese ingreso es el que le ha permitido abordar esta aventura, convertida en su proyecto vital. Ha vuelto a El Olivo de Luarca, esta vez al mando de la tienda, que ha tenido varios gestores previos fallidos. «En agosto me enteré de que el local estaba libre, hablé con el dueño y me dijo que si me interesaba era mío. Hablé con Mari Mar si quería apuntarse y, en cuanto dijo que sí, cerré el contrato», indica.
Comenzó un frenesí de papeleos, gestiones, cuentas, contactos y proveedores que germinó hace poco más de dos semanas. Una reapertura para la que, esta vez sí, Alejandro se siente confiado y muy preparado. Junto a él tiene a su mujer, Dora, y a su amiga y compañera Mari Mar. «Ella ha trabajado muchos años aquí, sabe de dónde viene cada fruta, sus características… Yo quería formar un equipo de confianza y seriedad», alaba mientras las señala.
Su mujer Dora y su amiga Mari Mar acompañan a Alejandro en este proyecto.
¿Pero no siente vértigo de que salga mal? «Ninguno, no me suelo asustar. Nos va a ir bien porque somos buenos en esto, conocemos el negocio y trabajamos mucho», insiste. De lo último no hay duda, porque por ahora Alejandro compagina este proyecto con su labor en Burguer King. Roba horas al sueño y tira de tesón para no decaer. «Aún hay muchos gastos que afrontar y hasta que la frutería vaya asentándose… Luego ya recortaré horas. Es un sacrificio que merecerá la pena», promete ante la atenta mirada de Ingrid Beltrán.
«Conocemos el negocio y nuestros clientes son más nuestros amigos, nos conocen y les ayudamos»
Ella ha acudido para explicarle los nuevos pasos a seguir en el plan de empresa que ultiman para solicitar un microcrédito. Lo necesita para poner en marcha la otra parte de la tienda, dedicada a charcutería y pollería. «Aquí siempre ha habido ambas partes y quiero recuperarla y sacarle provecho. Espero que esté listo para diciembre, porque es uno de los meses que más se vende este producto, y así puedo ir pagando las deudas», razona sin dejar de echar cuentas en su cabeza.
Su encuentro con el programa ‘Impulsa tu autoempleo’ estaba cantado. Alejandro necesitaba inversión y la buscó con denuedo. En una de sus indagaciones de abogados y asistentes sociales, dio con Cruz Roja y allá que se dirigieron Dora y él. «Fui a proponerles un préstamo de dinero, no una ayuda. Yo se lo devolvía y luego, a cambio, les ayudaba con lo que necesitaran», propone. Allí le encaminaron hacia el proyecto de Ingrid. «Era lo que buscaba», sostiene.
No tiene miedo a perder. «En la vida he aprendido a levantarme. Además, vine aquí a caballo ganador, porque nuestra ventaja es que conocemos el negocio, y que nuestros clientes son más nuestros amigos, nos conocen, les escuchamos y, si tienen un problema, les ayudamos. Somos parte de ellos y del barrio», añade.
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