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Emprendedores que participaron en el segundo foro 'Durangaldean Alkarregaz ekin!', en el Elkartegi de Durango. /
«En el emprendimiento está el avance», explica Silvia Formenti. Su pequeño negocio es uno de tantos que han surgido en los últimos años en Durangaldea y que, pese a la crisis y los cambios que ha traído consigo la pandemia, «resisten» ¿Qué hay detrás de este empuje?, ¿a qué dificultades se enfrentan una vez constituyen su empresa?, ¿a qué ayudas pueden acceder?, ¿qué hay tras un fracaso?. Expertos, responsables institucionales y los propios emprendedores abordaron sus preocupaciones y retos en la segunda edición del foro 'Durangaldean Alkarregaz ekin!'. La cita, organizada por la Mancomunidad, con la colaboración de la Asociación de Empresas del Duranguesado y el Gobierno vasco, reunió ayer a una decena de emprendedores. «Tras la ilusión por dar forma a un negocio y hacer de ello tu forma de vida, tiene detrás un riesgo y sacrificio añadido que hay que poner en valor», apuntó Mireia Elkoroiribe, presidenta del órgano supramunicipal.
Alhassane Dieng Lavandería Askatasun Etorbidea (Durango)
«Me negaba a hacer cola en Lanbide para cobrar ayudas»
La crisis del coronavirus abrió una salida a Alhassane Dieng. Fue la tormenta perfecta. Harto de hacer horas extras sin que se las pagaran, de la inestabilidad laboral que con más de 50 años comenzaba a convertirse en un bucle sin retorno, este guineano no se lo pensó dos veces y aprovechando los locales vacíos por el cierre de negocios, decidió abrir en Durango una lavandería. «Empecé por la necesidad de sobrevivir y me negaba a hacer fila en Lanbide para cobrar una ayuda». Admite, que ha llegado a tener estrés porque las cuentas no salían y la ayuda inicial de 5.000 euros «no es suficiente». Por ello, insiste en que las instituciones deben hacer un seguimiento para tratar de frenar el cierre de los negocios y ofrecer ayuda psicológica a aquellos que les vaya mal. «El fracaso también tiene que tener su espacio», señaló.
Yolanda Huerga Musicoterapia y rehabilitación Illary (Durango)
«He visto que se pueden conseguir los sueños»
Hija de autónomo, Yolanda Huerga tuvo claro desde pequeña que montaría su propio negocio. «He visto lo que es caerse, levantarse, que no existan ni sábados ni domingos, la incertidumbre… En definitiva, la realidad del autónomo, pero también he visto que se pueden conseguir los sueños, que estamos hechos de otra casta y no podemos negar lo que somos». Tras tiempo por cuenta ajena y formándose para dar forma a su idea de negocio, hace cinco años y medio, justo antes de la pandemia montó en Durango Illary, dedicada a la musicoterapia y la rehabilitación. Aunque admite que hubo momentos muy duros, «en ningún momento pensé en tirar la toalla». Hoy sigue buscando maneras de ampliar el negocio, porque admite que un emprendedor tiene que estar en «continua adaptación» para evitar el fracaso y ser apasionado con lo que hace.
Berenice López Productora ecológica Belaze (Elorrio)
«Me quedo con el aprendizaje diario que hay detrás»
El empujón que el confinamiento y las restricciones de movilidad dieron a los productores locales ha sido el tren al que se subió Berenice López. «La ciudadanía se empezó a interesar por los productos que se elaboraban en su localidad y fue una manera de darnos a conocer». En agosto de 2019, siete meses antes del confinamiento empezó su andadura en la producción de hortalizas, lácteos, huevos y ahora ha ampliado con visitas guiadas a la explotación. «La venta es algo que me gusta, pero cuando es diario, crece el stock y te das cuenta que tienes que buscar clientes para dar salida a todos los yogures, llegan las dificultades y dudas», señala. Para Berenice el emprendimiento es satisfactorio, divertido y bonito, pero hay aspectos como la logística o el marketing de una marca, que hasta que no llega el día a día no ves que van a existir en tu camino como emprendedora», admite. En su segundo año, asegura sentirse satisfecha y contar con buena respuesta por parte de los clientes. «Me quedo con lo que hay detrás de cualquier pequeño negocio, ese aprendizaje diario».
Silvia Formenti Consultoría Zentripeta (Elorrio)
«Mucho colchón psicológico y económico»
El embarazo empujó a Silvia a crear su propia empresa hace una década. Tenía 31 años, y no se veía con fuerzas para adentrarse en procesos de selección a las puertas de tener familia, consciente del rechazo que a priori causa en las entrevistas una tripa de embarazada. Vio en el autoempleo «una salida», y acertó. Montó una granja escuela en Abadiño y fue allí cuando advirtió un nuevo nicho de negocio como consultora de pequeñas empresas para guiarlas y acompañarlas en la optimización de su gestión, estrategias de productos y digitalización interna. «Creí en una idea» y a primeros de este año montó Zentripeta en Elorrio. Aunque con experiencia como autónoma, empezar un nuevo reto siempre es difícil. «Cuando emprendes pagas para trabajar y tienes que tener mucho colchón tanto psicológico como económico, o al menos una buena red de apoyo, para que te acompañen hasta poder vivir del nuevo proyecto», asegura.
Aitor Bilbao Iruko Sushi Gallery (Durango)
«Valoro mi independencia y disfruto con este trabajo»
Con seis años a sus espaldas a cargo de Iruko Sushi Gallery, Aitor Bilbao insiste en que aunque ha tenido que pelear mucho, «emprender tiene algo de diversión». «Es duro, pero valoro mi independencia y disfruto haciendo lo que hago», asegura. Aunque muchos le tildaron de «loco» cuando abrió un local de sushi en Durango, admite que sería interesante tejer una red de contactos para seguir creciendo. Por ello, sugirió a la Mancomunidad incluir a emprendedores de éxito y en expansión en los que fijarse y aprender. «He fallado en aspectos como creer que el marketing no era importante y fue un error, por eso juntarnos y cooperar puede ayudarnos a crecer», apunta.