Elon Musk y la máquina de crear futuro – infobae

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La reciente aceptación del Consejo de Administración de Twitter a la propuesta de compra realizada por el emblemático Elon Musk reaviva el debate en torno a su figura, sus motivaciones y propósitos. Más que nunca, todos nos preguntamos que ideas y objetivos reales habitan la cabeza de este emprendedor sudafricano que parece desafiar las premisas más arraigadas en el mundo de los nuevos negocios, las inversiones y el management.
Muchos apostaron que sólo se trataba de una nueva provocación de Elon en su canal de comunicación preferido, Twitter. Pero no, sus expresiones fueron la antesala de la acción: la compra del 9% de las acciones de la compañía del Pajarito, en primera instancia, y luego la temeraria decisión de comprar el 100% de la misma a cambio de U$$ 44 mil millones, a razón de USD 54 la acción. Invertir semejante suma en una compañía con grandes dificultades para construir rentabilidad, enroscada globalmente en crecientes polémicas en torno a la libertad de expresión y la censura, y sacarla de la Bolsa de Valores hacia el mundo de la gestión privada, conforman elementos de una apuesta tan audaz como sólo Musk podría protagonizar. Más aún si consideramos que, del total ofrecido para comprar la empresa, U$$ 21 mil millones provienen de su propio capital y el resto de enormes préstamos bancarios avalados con su capital accionario en la joya de su portafolio empresarial, Tesla.
Las opiniones están divididas. Hay quienes auguran la entrega sin reservas de este foro digital de opiniones universales a los designios de Elon Musk, casi como una rendición frente al capricho del hombre más rico del mundo. También quienes se alarman por el fin de los intentos de civilizar la conversación global que viene implementando Twitter, considerando las declaraciones de Musk en torno a la defensa de la libertad de expresión ilimitada. Y por supuesto, quienes celebran este hito bajo la premisa muskiana de que sólo barriendo con la censura discrecional, Twitter podrá apuntalar las amenazadas democracias y consagrar su misión de dar voz pública a cualquier persona en el mundo.
Opinamos y hacemos pronósticos de acuerdo a nuestras maneras particulares de ver el mundo, en función de esos modelos mentales que vamos adoptando y orientan cada una de nuestras posturas y decisiones. Todas las miradas son legítimas. Pero quizás lo más aproximado a la realidad sea que ni Musk sepa con exactitud que hará con Twitter y deba ahora afrontar el afinamiento de sus ideas centrales, armar un equipo y definir una estrategia para operar la compañía. En definitiva, lo que aquí nos interesa es poner esta decisión de Elon Musk en el contexto de su obra empresarial completa y a partir de allí compartir nuestras especulaciones hacia adelante. Mirar la película y no sólo la foto estelar del momento es siempre una práctica sensata, en cualquier circunstancia.
Entonces, debemos preguntarnos primero: ¿qué hay de especial y particular en la obra empresarial de Elon Musk? Sería necio no afirmar que casi todo es original en su trayecto. Estudiar física y economía, comenzar muy tempranamente sus iniciativas emprendedoras, vender su primera gran compañía (Paypal) en U$$ 1.500 millones y usar una buena parte de su capital para un proyecto de altísimo riesgo como la compañía aeroespacial SpaceX sin haber cumplido 30 años aún, parecen ya hitos suficientes para configurar un perfil extraordinario en el mundo de los grandes hacedores. Con menos de 20 años de vida, SpaceX lidera la innovación en el mundo para llevar la civilización humana al espacio, mostrando avances cada día más concretos en el desarrollo de la tecnología capaz de ponernos en Marte y devolvernos a la Tierra con vida.
Pero el repertorio sigue con Tesla, compañía que Musk no creó pero sí llevó a ser el verdadero faro que nos invita a creer en la transformación de la industria automotriz antes que el Planeta Tierra entre en zona de colapso. Tesla no para de crecer, diversificar su cartera de productos, batir pruebas de rendimiento y seguridad y también marcar hitos hacia la conducción autónoma de vehículos que promete liberarnos de accidentes y tiempos muertos. Acaba de inaugurar su nueva “Gigafactory” en Berlín, capaz de producir 500 mil autos eléctricos al año y avanza a paso firme en el desafío de fabricar más y mejores baterías capaces de soportar la transición del mundo hacia las energías limpias.
Pero también Solarcity, adquirida hace unos años para revolucionar la penetración en el mercado de la tecnología de energía solar domiciliaria, The Boring Company, cuyo enigmático nombre encierra la misión de transformar el transporte humano a través de tecnología de túneles y trenes de alta velocidad; Neuralink como startup enfocada en el fascinante sector que promete estimular y potenciar nuestras capacidades cerebrales a través de la conexión con tecnologías de Inteligencia artificial; Starlink, cuyos servicios de conexión a Internet a través de tecnología satelital ya se expande por el mundo entero, ayudando incluso en la actualidad a mantener conectado al invadido país de Ucrania y también OpenAI, organización cofundada por Musk para impulsar el desarrollo transparente y explicable de la inteligencia artificial, atento a los riesgos verosímiles de que esta pueda desconectarse de la conducción humana y hacerse inmanejable.
La segunda pregunta relevante que deberíamos hacernos es: ¿existe un hilo conductor y una filosofía común en semejante derrotero de creación de valor empresarial protagonizado por Musk? Es decir, ¿existen valores y propósitos que definen y articulan las distintas manifestaciones de su capacidad de crear y escalar empresas? O más bien, ¿estamos en presencia de un conglomerado más de iniciativas empresariales guiadas por el principio de oportunidad y el motor de conseguir rentas y poder? Si miramos con detenimiento los sectores elegidos para invertir, la naturaleza de sus empresas y las estrategias de negocios que impulsa en las mismas, hay mucho más que una secuencia compulsiva de creación de riqueza. Hay, en la obra global de Elon Musk, una filosofía común que centralmente tiene que ver con la apuesta por resolver los grandes problemas que amenazan la supervivencia de la Humanidad. Cada una de sus empresas tiene una misión directamente conectada a las grandes problemáticas que amenazan la sustentabilidad humana. El “amor a la Humanidad” constituye el gran fundamento y el gran motor que hace avanzar a todas sus empresas, relata expresamente Musk en su reciente entrevista con Chris Anderson en TED.
Para Elon Musk, en definitiva, ni las buenas intenciones, ni el Estado inteligente, ni la cooperación internacional entre países, ni la filantropía a gran escala constituyen las herramientas de mayor impacto para preservar y mejorar la Humanidad. Es la acción empresarial, basada en innovación, tecnologías y capacidad de gestión para vencer imposibles, el camino que realmente mueve el amperímetro en las grandes causas. Todo ello enmarcado en un profundo optimismo acerca de las posibilidades humanas para construir futuros siempre mejores. El progreso, para Elon Musk, puede representarse en una secuencia de curvas logarítmicas: se alcanza un determinado estándar hasta que llega un relativo estancamiento y luego las fuerzas de la innovación y la determinación habilitan nuevas etapas de expansión que concretan soluciones a gran escala. No es un camino lineal amigable a las proyecciones, más bien una secuencia de desafíos evolutivos que claman por la aceleración que pueden darle emprendedores comprometidos.
Esta es la filosofía que sustenta esta verdadera máquina de crear futuro de Elon Musk, a través de los distintos equipos y organizaciones que lidera. Lo fue Paypal con las transacciones digitalizadas. Lo es SpaceX con sus naves cada vez más aptas para dar forma a la civilización interplanetaria, Tesla con sus vehículos y baterías decisivos para descarbonizar el Planeta, The Boring Company con sus túneles pensados para hacer más inteligentes a las ciudades transformando el transporte, Neuralink con su apuesta por alcanzar simbiosis entre la inteligencia biológica y la artificial como plataforma para mejorar las capacidades humanas. Todas ellas apuestas de magnitud para crear futuro, barriendo con el pesimismo que suele acunarse en la idea de aquello inevitable y tomando distancia de visiones más románticas asentadas en la idea de que los desenlaces positivos llegarán automáticamente. Hacerse cargo de crear futuro a través del riesgo empresarial es el mantra de Elon Musk y sus empresas, aún con sus debilidades y zonas oscuras (¿qué líder de impacto no las tiene?), y los costos de las batallas contra el statu quo que suele desplegar de forma políticamente incorrecta en distintos terrenos (la miopía cortoplacista de Wall Street, por ejemplo).
Llegamos así a la pregunta final: ¿puede ser la adquisición de twitter una manifestación más de esta filosofía? ¿Es real que el gran móvil para semejante apuesta es fortalecer la plaza pública de las democracias del Siglo 21, abriendo sus algoritmos al código abierto, combatiendo a los trolls y evitando censuras arbitrarias desde una compañía? ¿Es acertado afirmar que el daño que genera cancelar y censurar fácilmente es mayor que el daño de respetar todas las voces, aún las que denotan mayores niveles de intolerancia y desprecio por las evidencias? No tenemos certezas, claramente. Y aún creyendo en estas causas que supuestamente impulsan a Musk, no hay dudas que se trata de apuestas de alto riesgo. Ahora bien, ¿no merece Elon Musk y su obra empresarial una cuota de crédito en lo que hasta ahora se conoce como sus propósitos de fondo para hacerse del control de Twitter? ¿No valen más, para el arte de creer y proyectar, la perseverancia que ha demostrado en las elevadas misiones de sus empresas que las pulsiones emocionales que suele poner en evidencia en algunos de sus tuits? ¿No merece la historia de Musk creer que podrá manejar el conflicto de intereses entre empresas que necesitan vender más en países no democráticos, como Tesla en China, y el Twitter que pretende preservar de trolls, influencias y censuras ideológicas?
Aún con las reservas del caso y haciendo un esfuerzo para superar los sesgos que suelen llevarnos siempre al lado más oscuro y crítico de los acontecimientos, quizás valga la pena abrir un espacio de optimismo acerca del impacto para la Humanidad que pueda tener la twitter propiedad de Elon Musk, es decir formando parte de la máquina muskiana de crear futuro. Jack Dorsey, el fundador más trascendente de Twitter, declaró días atrás “creo con todo mi corazón que la decisión de vender Twitter a Musk es el camino más correcto para preservar la red social como lo más parecido a la conciencia global que tenemos”. Quizás así sea. Veremos. Lo cierto es que el mundo, sin Elon Musk, sería enormemente mas lento y limitado en sus posibilidades de crear futuro.
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