Tomar un cable como adorno para el cabello, hizo que Sophie creara un producto innovador y que no causara dolores de cabeza.
Un cable de teléfono para amarrarse el cabello provocó que Sophie Trelles-Tvede originaria de Dinamarca, innovará la industria de accesorios para el cabello con las invisibobbles, ligas de plástico para el cabello que hoy se venden en diferentes países.
La historia de Sophie de emprendimiento comenzó una noche de fiesta en su universidad. Debía ir disfrazada con ropa “de mal gusto”, ridícula y que diera de qué hablar, para lo que añadió un cable de teléfono para hacerse una coleta, lo que sin querer le otorgó mucho beneficios como evitar el dolor de cabeza que las ligas comunes le causaban y sobre todo, comenzar su propia empresa.
En entrevista con El Empresario, detalló que aunque consideraba que se veía feo, acorde al disfraz, al día siguiente que despertó con el cable aún bien sujeto al cabello, descubrió que no le causaba dolor de cabeza. Sintió que había encontrado una propuesta interesante, para lo cual se acercó a su novio de entonces, Félix con quien dio vida a las invisibobbles.
Hoy cuenta su historia en su libro «100 millones de hair ties y un vodka tonic».
En el camino, Sophie ha enfrentado múltiples retos, comenzando con la timidez que la invadía desde niña, lo difícil que era expresarse ante otros, sobre todo para defender su idea.
Además, sufrió la inundación de la fábrica de producción por un tifón, lo que les obligó a racionar pedidos por cuatro meses y reponerse en seis meses, y el incendio de un camión que transportaba mercancía.
En 2014, leyó una queja de una clienta sobre la mala calidad de las invisibobbles, lo que la desconcertó y al averiguar más, descubrió que era una copia, a pesar de que tenía el mismo logo, eslogan, empaque y diseño, pero con un tamaño inferior y otro material. La primer sospecha fue que alguien en la fábrica lo hizo, aunque es difícil encontrar donde comenzó todo.
Aunque buscaron detener importaciones pirata de Europa, solo lograron una mínima parte y en China no lo consiguieron porque salían con otros nombres. A esto se sumó el enojo de los clientes pero que con el tiempo, aprendieron a identificar las originales.
Detectamos algunos pero no podíamos patentarla porque la forma ya existía como cable de teléfono”. Años después, sí se pudo patentar.
Otro golpe fuerte fue la estafa que sufrieron por parte de Mei, quien les ayudaba a gestionar con China pero que los estafó por 2.9 millones de dólares en tres años, ya que ella subcontrató fábricas para producir y empacar, y posteriormente subió enormemente el precio de producción, sumando sus propios honorarios y pasando el costo total a Sophie y Félix, haciéndolos creer que solo una fábrica lo hacía todo.
La pandemia fue otro desafío, ya que al tener presencia mayoritaria en tiendas, perdieron meses de ventas por el cierre de negocios en 2020, pero cuando reabrieron, vendieron como nunca.
Pensamos que en la crisis como la pandemia la gente no gasta tanto o no tiene, pero al reabrir quieren. En Europa, el paquete de invisibobbles cuesta 5 euros”.
Emprender en pareja también fue un reto, y aunque ya no son novios, son socios con una excelente relación.
Gracias al trabajo logrado, el impacto en las estéticas y las ventas en tiendas, invisibobble está en varias partes del mundo como México desde 2020, en Sally Beauty.
Actualmente, Sophie es CEO de New Flag, creada por el hermano de Félix; Dani y su socio Niki, enfocada en la distribución de cepillos para el cabello y otros productos de belleza que hoy alberga a invisibobble y emplea a más de 300 personas en Munich, Alemania.
Sophie ha trabajado con mucho esmero, pero también aprendió que el emprender no significa que te desvivas por ello. Hay que dedicarse, sí, pero también disfrutar la vida, tener tiempo para sí mismo después del trabajo, poder despejarse, pensar y hacer lo que a uno más le guste, sin relacionarlo con el negocio. “Así, si un día ya no tienes la empresa, tienes otras cosas”.
Mucha gente dice ‘si encuentras el trabajo de tus sueños, no trabajarás ningún día, lo que provoca meterte en un mundo que no existe. Hay que ser realista, ser consciente de que sí es un trabajo, con días que te la pasas mal y otros bien, y que tienes fines de semana que si no tienes que trabajar, no lo hagas. Se romantiza tanto que la gente se mete tanto en el trabajo que genera un shock”, finalizó.