El alto precio del carbón: ¿amenaza u oportunidad? – Revista Semana

La situación del carbón es paradójica. Mientras en el mundo los discursos y estrategias hablan de avanzar en procesos de descarbonización y de acelerar la transición para el desarrollo de energías limpias, los precios de este mineral alcanzan cifras históricas y su rol es cada vez más protagónico.
La crisis energética en Europa –antes de la invasión rusa a Ucrania– había disparado los precios. De hecho, en 2021 el carbón alcanzó máximos históricos de 200 dólares por tonelada, cuando venía de valores cercanos a los 50 dólares.
El aumento en la demanda, tras empezar a normalizar las operaciones que se afectaron por la pandemia, exigió una mayor generación de energía y los precios empezaron a subir. Países como Alemania, por el incremento del valor del gas y la escasez de renovables, volvieron a encender plantas térmicas de carbón.
¿Qué pasó? Las decisiones de ir dejando de lado el uso del carbón “no fueron acompañadas en los mismos tiempos con desarrollo tecnológico de las fuentes alternativas de energía para reemplazarlo porque se pensó con el deseo. Se llenó primero el ojo que la barriga. En realidad, el abastecimiento energético no estaba garantizado y no iba a los mismos ritmos ni tiempos y eso terminó evidenciándose en septiembre, octubre y noviembre, cuando el precio del carbón empezó a subir porque Europa no tenía cómo abastecerse en el invierno”, explica Juan Camilo Nariño, presidente de la Asociación Colombiana de Minería (ACM), para quien quedó en evidencia la vulnerabilidad de Europa.
Y ahora, con el conflicto entre Rusia y Ucrania, el escenario se vuelve aún más complejo. Como todos los energéticos, el precio del carbón va al alza y duplicó sus máximos de 2021: en las últimas semanas alcanzó a tocar techos de 400 dólares.
La presión aumenta porque el 38 por ciento del gas que consume Europa proviene de Rusia, que además es uno de los principales productores de carbón.
Los ojos están puestos en el efecto de las sanciones económicas a Rusia. Bloquear el sistema de pagos conduce a que no se pueda comprar, recibir, ni realizar negocios con empresas rusas y le quita capacidad al mercado energético en el mundo.
“Lo que estamos viendo ahora es un apetito por el carbón que hace mucho tiempo no se tenía. El consumo global de carbón está en cerca de 7.800 millones de toneladas al año y fácilmente en 2022 podríamos superar los 8.200 millones de toneladas”, dice Carlos Cante, presidente de Fenalcarbón.
Para él, los precios de la energía en Europa no aguantan más aumentos, la gente ya se está quejando y el efecto inflacionario es alto. “Al ahondar la crisis energética, lo que podemos empezar a ver es que las industrias a ese costo de generación eléctrica no son rentables y empezarán a hacer mantenimientos, lo que significa es que dejan de producir y eso puede llegar a una recesión en Europa”, advierte.
Según Bloomberg, con cifras de Fraunhofer ISE, durante la segunda semana de la guerra en Ucrania las plantas en Europa quemaron 51 por ciento más de carbón que un año atrás, situación que coincidió con la caída en la demanda de gas. Los países están comprando carbón para mantener los inventarios y garantizar el abastecimiento pensando en el recrudecimiento de las sanciones y el conflicto.
El problema es que no hay suficiente carbón en el mundo por varias razones. La primera es que no se están financiando nuevas operaciones de este mineral, la segunda es que las carboneras en el ámbito global habían iniciado un desescalamiento de sus plantas y están achicando sus proyectos.
Sin embargo, en un contexto de transición energética deben venir inversiones en nuevas tecnologías, como las de captura de carbono, las cuales permiten seguir usando infraestructura de plantas térmicas sin afectar el ambiente, explica Nariño.
Según la ACM, el carbón representa el segundo producto de exportación del país, con ventas al exterior que superan los 4.200 millones de dólares. Su principal destino, en lo que se refiere al térmico para la generación, es Turquía y Asia, con países como Japón y Corea. También Brasil es un mercado atractivo para el carbón colombiano, en especial para el coque.
El año pasado, en total, se exportaron cerca de 60 millones de toneladas de carbón y para este año se espera que la cifra llegue a los 65 millones, mientras que otros países como Australia o Indonesia ponen en el mercado global cifras cercanas a 270 millones y 490 millones, respectivamente. “Es un sector competido y cuando los niveles de precios se estabilicen, el factor determinante no va a ser si habrá mercado, porque lo habrá, sino si lo podemos sacar de manera competitiva”, dice Nariño.
La pregunta es si llegarán, con este nivel de precios, las inversiones para producir más. Como advierten algunos empresarios, estos recursos se planean con mucho tiempo de anterioridad y dependen de los planes. Es decir, no se dan cambios que respondan inmediatamente al precio.
Además, hay factores que determinarán un mayor volumen de producción. Por ejemplo, Cerrejón está a la espera de una decisión de la Corte Constitucional para avanzar en la producción de un tajo de unos 10 millones de toneladas. De otro lado, aún no está claro el futuro de la mina de Prodeco –propiedad de Glencore, al igual que Cerrejón–, cuyos títulos fueron devueltos al Estado, pero este no se los ha recibido.
Volver a asignar esta mina y que reactive su producción puede ser una tarea que dure un par de años más.
La posibilidad de avanzar con más producción y aprovechar estos buenos precios podría disparar los aportes que la minería le entrega al país. Según la ACM, el sector en su conjunto, jalonado por el carbón, en un año le aporta al país –en impuesto de renta y en regalías– más de 4 billones de pesos con precios de 2019, que fueron de cerca de 60 dólares por tonelada de carbón. “No me atrevo a dar cifras, pero se puede multiplicar”, agrega Nariño.
Pero si bien el precio ayuda, hay efectos colaterales. Los carbones de pequeña minería que se dan en el interior del país (Cundinamarca, Boyacá, Santanderes) han garantizado el abastecimiento del consumo nacional, que está en unos 15 millones de toneladas, de los cuales entre 7 y 8 millones es carbón térmico. Los usan las generadoras térmicas de energía y la industria (cementeras, ladrilleras, papeleras).
El problema es que con los precios actuales para ese carbón de la pequeña minería es más atractivo exportar y hay un déficit de abastecimiento nacional.
“Esa es una noticia compleja hoy. El déficit de abastecimiento nacional va a presionar los precios de generación”, dice Cante, de Fenalcarbón.
Agrega que se está evaluando la posibilidad de ampliar la capacidad productiva de Córdoba. “Las empresas de Córdoba están haciendo su máximo esfuerzo para garantizar confiabilidad en el suministro porque eso es lo que garantizan las térmicas. Pero si no tienen carbón no habrá confiabilidad. En el momento en que haya un problema con una hidroeléctrica o que baje el nivel de los embalses se pierde la confiabilidad y eso lo entra a suplir el carbón y el gas”, agrega Cante.
De hecho, Colombia empezó a sentir la escasez de materias primas para las plantas de generación, especialmente las que usan carbón térmico, alertó la Asociación Nacional de Empresas Generadoras (Andeg). “Esto –dice Alejandro Castañeda, director ejecutivo del gremio– ha derivado en la insuficiencia de este combustible para las plantas de generación térmica en el país, aumentando sus costos”.
El incremento de los precios de los energéticos podría afectar la competitividad de las tarifas en el mediano plazo y los precios de generación en la bolsa de energía. Aunque los buenos precios del carbón y las necesidades de un mundo en crisis pueden dar luces de un futuro no tan negro para este mineral, como se preveía hace apenas unos meses, hay que seguir monitoreando su desarrollo para que se pueda capitalizar el buen momento.
Cerro Matoso fue una de las pocas plantas que no pararon en la pandemia. Por el contrario, en esos momentos de dificultades ejecutó una estrategia que le ha permitido mantener estable su producción de ferroníquel, en cerca de 43.000 toneladas, y capitalizar los buenos precios. A diferencia del carbón, toda esta producción en Colombia se va para el exterior.
Para finales de 2020, la empresa reparó algunos de sus hornos y puso en marcha el proyecto de Queresa y Porvenir, que le permite acceder a mineral ubicado a 80 kilómetros de la planta. Además, concretó las licencias ambientales para esta iniciativa en cumplimiento de una orden de la Corte Constitucional. De hecho, su estrategia para mantener la producción le permitió invertir en proyectos como estos cerca de 85 millones de dólares, lo que realizó con caja propia de la compañía.
Según Ricardo Gaviria, presidente de Cerro Matoso, dos hechos han impulsado los precios al alza que llegaron a 100.000 dólares por tonelada y que obligó a la suspensión de las transacciones en la Bolsa de Londres. “Los buenos precios venían antes del conflicto y tienen que ver con el desajuste que se dio en los commodities a raíz de la pandemia. Por ella, distintas operaciones en el mundo pararon y muchos productos que requieren níquel se dejaron de producir, pero ahora se requieren. Y también unas operaciones importantes en el mundo pararon, bajando los inventarios del níquel durante los dos años de pandemia”, explica.
Calcula que si en 2021 se pagaron entre regalías e impuestos 334.000 millones de pesos, para este año la cifra puede llegar a 450.000 millones.
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