Contra las acusaciones al fundador de la Compañía Trasatlántica (5): Atando cabos – NAUCHERglobal

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También se le debe cuestionar a Alharilla el aumento de cara a la trata del capital empresarial de la sociedad “Antonio López y Hermano” gracias a su familia política tras la disolución de “Valdés y López”. Es improbable por ilógica. La dote (9.000 duros en efectivo) más la comandita de Andrés Bru en la sociedad de “López y Hermano” (26.400) no igualaban los 40.000 pesos que había puesto Domingo Valdés en la sociedad conjunta de 1847 y que presumiblemente retiraría todo o en parte en 1849 al no ser socio en la nueva sociedad “Antonio López y Hermano”. De hecho, Valdés fue el accionista mayoritario en la también nueva sociedad “Valdés, López y Cía” que promovió en marzo de 1850 la línea marítima Santiago de Cuba-Guantánamo, iniciada con el vapor GENERAL ARMERO en mayo de 1852. Algo no cuadra. Pero de nuevo Alharilla asume lo que haga falta contra el marqués de Comillas.
La solidez patrimonial de Antonio López está más confirmada por los acuerdos matrimoniales firmados a principios de 1849. Basta hacer una comparación. La dote de Luisa Bru Lassús no desentonaba demasiado con la inicial de Carolina Vidal-Quadras (hija de acaudalados indianos) al casarse en Barcelona en 1844 con Manuel Girona Agrafel, notable exponente de la burguesía catalana, fundador y presidente del Banco de Barcelona y, por si fuera poco, miembro de una acaudalada saga familiar. Los 10.000 duros que aportó la hija mayor de los Bru-Lassús demuestran que Antonio López era un rico empresario antes de casarse. Dicha dote era de campanillas. Negarlo contribuye a mantener la falsedad de que el cántabro cuajó su rápida fortuna gracias a la trata sufragada, dice Alharilla, en buena parte por el dinero de su familia política a partir de 1849. Esto es peor que un error académico, supone otra de sus manipulaciones en el acoso y derribo de Antonio López.
No cabe duda alguna que la dote recibida por su matrimonio representará para López la oportunidad de iniciar operaciones de cierta envergadura que contrastarían con las que había podido realizar hasta 1849 con su escaso capital. (1996:17)
El “escaso capital” de Antonio López es un mantra que no se sostiene. Le quedaban sólo cuatro años para cerrar la mayoría de sus negocios en Cuba (1853) y empezaba a fijar su residencia en Barcelona. ¿Acaso fue un gran negrero visto y no visto? Alharilla no ha demostrado que el comillano amasase su fortuna de un día para otro. ¿Llegó a Cataluña habiéndose enriquecido con la trata de esclavos? Faltan las pruebas y el monto, siquiera aproximado, de lo que ganó con la presunta compraventa de bozales.
Los guarismos que maneja Alharilla tienen otra lectura que la que él fabula. La crónica escasez de capitales, que Alharilla atribuye más de una vez a López desde 1844 a 1849, no significa que tuviese problemas de solvencia y careciera de un patrimonio consolidado porque sus ganancias empresariales fuesen magras. Justo lo contrario. López necesitaba financiación para expandir sus rentables negocios en un rampante proceso empresarial siempre ávido de capitales durante una época excepcionalmente boyante de la economía cubana. Y conseguía financiarse porque garantizaba los créditos/inversiones con alta rentabilidad, amén de que estarían avalados por su patrimonio. Vuelvo a recalcar que conseguir financiación en Cuba era más que difícil en aquellos años en que no existía allí un sistema bancario como tal o crediticio acorde a su economía expansiva. Dependía de la seguridad personal que trasmitiese el empresario, de la solidez de su casa comercial y del aval de su patrimonio.
Hay que repetir que López fue desde muy pronto un gestor de capitales, no alguien que emprendía y expandía sus negocios conforme se le acumulaban en el arcón sus propios beneficios. Así fue siempre. Murió al día siguiente de la primera junta de accionista de la multinacional Tabacos de Filipinas, una de sus iniciativas empresariales, que aglutinaba a grandes inversionistas. La imagen de comerciante al por menor, ambulante, de tienda y mostrador y de baratillo no se corresponde al tipo de hombre de negocios que era Antonio López en Cuba ni siquiera hacia 1841. En caso contrario, habría que dar la razón al mentiroso y vengativo Francisco Bru que insistía de forma patética que su cuñado pasó “de baratillero a capitalista” gracias al saqueo patrimonial de la familia Bru-Lassus y, sólo a partir del libro de 1885, también a la trata de negros.  
 Sin embargo, está por dilucidar cómo López se enriqueció de veras antes de casarse. El mismo afirmó en su testamento de 1856 que “durante mi matrimonio (…) he adquirido la mayor parte de mis capitales”. Alharilla cita esto dándole el sesgo de que la trata tuvo que ver con ese aumento espectacular del patrimonio. Habría que advertir que esto podría haberlo dicho el comillano en otras ocasiones de su vida, pues era un empresario que cada pocos años multiplicaba su fortuna, no sólo entre 1848 y 1856. Podría haber dicho lo mismo en 1840, en 1848, también en 1864 y 1872… así hasta que falleció en 1883 con unos 20 millones de pesetas, siendo uno de los españoles más ricos de su tiempo. Descontextualizar la compraventa de esclavos (crisis del café), el crédito recibido de Valdés o la cita del testamento de 1856 supone aportar información parcial y engañosa. 
Lo evidente es que en torno a 1850, López incrementó mucho su fortuna después de haberse consolidado como empresario gracias también a su familia política, obteniendo esa masa crítica por la cual el dinero llama a dinero para quienes nacieron pobres y supieron gestionar las ganancias. Fue cuando empezó a comprar ocho fincas (cuatro ingenios y cuatro cafetales) y obtuvo la concesión de la línea marítima Santiago-Guantánamo (1851). El salto cualitativo es patente con sus iniciativas empresariales en Cuba insufladas por capitales ajenos (Claudio López, Andrés Bru, Patricio Satrústegui, Joaquín Eizaguirre, José Gayón, Tomás Brooks, Domingo Antonio Valdés…). Sin olvidar el gran capital humano que le supuso contar ya en Cuba con un excepcional equipo de colaboradores.
Planea la duda de en qué negocios participó Antonio López en Cuba cuando los tratos e intercambios comerciales no siempre debían registrarse en las escribanías ni había controles fiscales y patrimoniales al uso de hoy. Hacia 1850, figuraba al menos en tres sociedades: “A. López y Hermano”, un comercio con García Pinillos y la compañía naviera en ciernes. Se supone que faltan archivos perdidos o extraviados y quedan otros sin investigar. Se ignora más de lo que se sabe. De aquí que Alharilla se permita la ligereza de afirmar que la compraventa de esclavos se convirtió para López en la principal fuente de ingresos. Esto es una suposición maliciosa, otra más con las que rellena sus lagunas. Tendría que haber explicado que estas operaciones, por afectar a personas, requerían unos preceptivos trámites y registros oficiales, cosa que no afectaba a otras transacciones, sean de maquinaria, exportaciones, ganado… Pongamos un ejemplo actual. Comprar un mísero local comercial supone pasar por notaría, pero no hace falta hacerlo si se gasta el doble que en dicho local en bienes de consumo (ej. relojes de lujo). Fiar cuáles eran los mayores negocios de Antonio López a lo que trasluzcan las escribanías es un acto de fe que, manipulado sin escrúpulos, nos lleva a declarar culpable a quien queramos. El problema es que para rebatir las erróneas presunciones de Alharilla hay que investigar en Cuba.
López pudo hacer muchos negocios legales sin tener que reflejarlo en las escribanías. No todo en Cuba era azúcar y esclavos. Es el típico error de indagar archivos con prejuicios y sin contextualizar los hallazgos. El negocio en sí de la trata era solo una parte, menor aunque clave, de lo que hoy llamaríamos Producto Interior Bruto de Cuba, contando o no los contrabandos de diverso tipo y la fuga de capitales que asolaban la Isla. Era perfectamente posible enriquecerse allí sin estar relacionado con la trata. Era suficiente con que participase con fuertes beneficios en una economía esclavista. Por tanto, no es de recibo sacar conclusiones de índole negrera contra López investigando primordialmente los archivos y sin dilucidar si eran o no legales sus compraventas de esclavos. Siendo un joven investigador, Alharilla se convenció de que Antonio López fue negrero y hasta 2021 no lo corroboró con una prueba digna de tenerla en cuenta: el episodio de la goleta DESEADA.    
Lo cierto es que las trazas de gran empresario de Antonio López resaltaron en 1848 (boda), se confirmaron hacia 1851 (compra de las fincas de Ricardo Bell y la construcción del vapor GENERAL ARMERO), y más aún al fundar la naviera “A. López y Cía.” (1857). Queda sin resolver la incógnita de cómo se enriqueció, salvo con sus tiendas, con la compraventa de esclavos y de ocho fincas, y con el vapor GENERAL ARMERO. ¿Dinero? Parte de lo ganado en Cuba figura en la disolución de la sociedad “Antonio López y Hermano” (1853) que saldó con un primer balance después de una década de actividades bajo tres denominaciones de su casa comercial. Con dicho capital se provisionó una fuerte suma para asumir los costes y pleitos de las fincas Bell, siendo de 1863 el balance final.  
Sin realizar algún tipo de cambalache, vedado al rigor histórico, no es posible por ahora cifrar la fortuna que López sacó de Cuba, a la cual habría que sumar a partir de 1856 el importante patrimonio heredado por su esposa Luisa Bru Lassus tras las muertes de su padre Andrés Bru, de su tía María Bru de Baradat y de otra pariente rica. La incógnita no se resuelve aunque se relea en los registros notariales de Barcelona el balance final de su casa comercial cubana. Pudo colocar su fortuna en París, en la Casa Mitjans de un indiano banquero catalán que era amigo suyo. Puestos así, solo se logra especular. Alharilla no se arriesga a dar cantidades definitivas porque sigue sin conocerse el dinero con que López salió de Cuba.
Hasta publicar su libelo de 1885, Francisco Bru explicó las fuertes ganancias obtenidas por su cuñado Antonio en que supo aprovecharse aviesamente de la ingenuidad de su familia y del hacendado cubano Ricardo Bell. Y solo muchos años después de morir, se empezó a acusar de negrero al marqués de Comillas. ¿Hasta qué punto su fortuna sacada de Cuba era fruto de más de dos décadas de trabajo y negocios legales? Se ignoran los detalles, se desconoce demasiado. Un modo tramposo de resolver la incógnita es recurrir a su participación en la trata de esclavos por ser este un negocio clandestino y ofrecer altas ganancias. Ser negrero es el comodín que Alharilla se saca de la manga para explicar que, a pesar de llegar a Cuba, según él, en 1838 y andar escaso de dinero todavía en 1849, López logró un explosivo enriquecimiento en torno a 1850 coadyuvado por la fortuna de su familia política y por un barco propio que recogía y distribuía los bozales que acababan de desembarcar:    
El capital familiar incorporado (como dote, o como comandita) permitió a la empresa ampliar sus actividades en la compra-venta de esclavos, hasta el punto que el 2 de marzo de 1850 Antonio solicitaba (junto con su ex socio Domingo Valdés) permiso para establecer una línea de vapores entre Guantánamo y Santiago de Cuba. (…)  Todo parece indicar que el General Armero fue utilizado para la introducción ilegal de esclavos en el oriente cubano. No en vano, su puesta en marcha coincidió con un aumento del número de esclavos vendidos por `A. López y Cía.´ (2000:155; y otras obras).
He aquí otra imprecisión y una falsedad más, que solo en parte rectifica en su último libro. Domingo Antonio Valdés era el principal socio/accionista del barco GENERAL ARMERO y la nueva empresa se llamaba “Valdés, López y Cía”. Y por ahora nadie ha encontrado pruebas al respecto contra este vapor en los Parlamentary Papers que reunían los informes remitidos al comité de Londres encargado del control del tráfico de esclavos en el océano Atlántico y Caribe. Algo sabrían Joseph T. Crawford, cónsul general británico en Cuba (1842-1862) y James Forbes, cónsul británico en Santiago de Cuba (1843-1861) presentes en la Isla durante la época que cubre la supuesta complicidad negrera de Antonio López. Es más, los 19 meses que estuvo en servicio el GENERAL ARMERO no coincidieron con el aumento de esclavos, supuestamente bozales, vendidos por “A. López y Hno.” Lo habría tenido difícil. Valentín Cañedo, capitán general de Cuba durante todo ese tiempo, fue especialmente intransigente con la trata.
No basta con la única referencia a la goleta DESEADA. Y eso que le sobraba celo al personal británico destinado en Cuba. Al tratarse de un negocio clandestino, ellos no dudaban en sumar un tercio a las cifras de bozales que, sabiendo de oídas, habían desembarcado en Cuba. Algunos de ellos militaban en la abolicionista Anti Slavery Society; y para crear alarma en Londres también daban los nombres de los sospechosos. Aun así, hasta lo que hoy se sabe y ha aportado Alharilla, el naviero López solo figura relacionado con la goleta DESEADA (AHN, 1850). Y nadie ha sacado a colación de los archivos que el vapor GENERAL ARMERO estuviese involucrado en la trata.  

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