Signing out of account, Standby…
Cuando no tengas qué invertir… invierte tu tiempo y tu inteligencia.
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En mi caso, el impulso inició una madrugada, a las 3 de la mañana. Me miré al espejo, con la cara mojada, respirando ruidosamente, como Darth Vader en pijama. Estaba enojado. Estaba decepcionado. Estaba confundido. Sobre todo, tenía miedo.
No sabía cómo iba a salir de ésta. Estaba aterrado. Y no era para menos –o al menos eso creía-. Hasta hacía pocas horas… yo tenía trabajo. El sueldo era bueno y el futuro pintaba fabuloso.
Pero todo se convirtió en nada cuando recibí la temida llamada: la inversionista principal del negocio, tras un terrible año en Colombia, decidió cancelar el proyecto en México. Así, sin más. Adiós. Muchas gracias. Buen trabajo y hasta luego.
Ayer era “director”. Hoy era desempleado. De pronto ese impresionante título que adornaba mis tarjetitas me pareció inadecuado y ridículo. La verdad es que era el director de nada.
Por si fuera poco, mi esposa estaba embarazada y me acechaban inmensas deudas. Esa noche fue una muy mala noche. Recé –balbuceé- antes de volver a tratar de dormirme.
Yo ya sabía que mi esposa confiaba en mí; y que veía en mí un hombre capaz de proveer al hogar. Eso debería haber sido una causa de tranquilidad; pero en ese momento fue un piano pesado sobre mi pecho. No quería fallarle… pero aquella noche dudaba de todo, especialmente de mí mismo.
Solo una pregunta quedó flotando en mi mente mientras mis párpados se cerraban. Si era yo un hombre supuestamente educado, preparado, con carrera, maestría… ¿Cómo es que había llegado hasta este punto desesperado? Una de dos: o el mundo era un fraude… o yo lo era.
Al día siguiente hice lo que tenía que hacer. Organicé mi currículum y lo envié a todos mis conocidos, apliqué a algunos puestos en línea, hice varias llamadas. Tras algunos días sin respuesta, mis llamadas se tornaron más desesperadas. Estaba dispuesto a trabajar en lo que fuera con tal de llegar a la siguiente quincena. A las dos semanas de asistir a varias entrevistas de trabajo, sin tener éxito, ya me cuestionaba todo: mi capacidad, mi inteligencia, mi preparación… todo. ¿Qué podía hacer?
¿Y en mi propio negocio? Para mí el impulso fue la desesperación, pero no tiene que ser así. Podrías, incluso, emprender sin dejar tu empleo actual ¿Qué te mueve a ti a emprender? Cuando el impulso llegue, atiende la regla de los 5 minutos y muévete.
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La situación tomó tintes desesperados. Pensé que, si no encontraba trabajo, tendría que empezar un negocio. ¿No es así? Lo que fuera. Busqué información en línea y en revistas sobre buenos negocios para empezar. Encontré cientos de oportunidades de negocios, productos y franquicias… pero todos requerían algún tipo de inversión: 20 mil, 30 mil, 100 mil o más. Pero cuando uno no tiene dinero, ni trabajo, es imposible pensar en esas cantidades. Además, cualquier dinero que pudiera recibir, pronto desaparecía en necesidades básicas: comida, doctores, renta… y en pagar deudas atrasadas.
Pensé en pedir otro préstamo, pero sería imposible -y, además, gravemente irresponsable- endeudarme más. Pensé en vender mi auto… pero me darían muy poco por él y verdaderamente lo necesitaba.
La respuesta llegó de Salvador, un buen amigo (con el que después escribiría un libro, precisamente, sobre emprendimiento y finanzas personales). “No necesitas dinero para empezar un negocio”, me dijo, “necesitas una idea. Si no tienes dinero, invierte tu inteligencia y tu tiempo”.
Regresé a mi casa convenido con esta idea y me senté en una mesa a poner ideas en un papel. Aquel día, nada estaba fuera de la mesa. Pensé en lavar autos, dar clases particulares, pasear perros y pintar casas. No sabía hacer ninguna de estas cosas, pero pensé que sería una forma de moverme y empezar “algo” temporal, en lo que conseguía un trabajo serio. No lograba dar con una idea que me ilusionara.
Una nueva inspiración vino de mi esposa: “Tú siempre me has dicho que te gusta escribir. ¿Por qué no haces algún negocio con eso?”. En efecto, siempre me ha gustado escribir e, incluso, ya tenía una primera novela muy avanzada, pero eso no me daría dinero por mucho tiempo, aún asumiendo que alguien me quisiera publicar. Pero la idea me hizo replantarme todo. ¡Me estaba haciendo la pregunta incorrecta!
Hasta ese momento me estaba preguntando ¿Dónde puedo ganar dinero fácil? Y seguía sin encontrar salida. Pero el comentario de mi mujer me hizo cambiar la pregunta. La nueva pregunta, la correcta, era: Hay algunas cosas que sé hacer bien. ¿Cómo puedo hacer dinero con estas cosas?
Esta nueva pregunta aclaró el camino porque dejó fuera miles de ideas imprácticas, y limitó mis opciones, facilitando mi elección. Esa misma tarde decidí que quería empezar un negocio de escritura y redacción. Aún había mucho que hacer.
¿Y en tu propio negocio? Hazte las preguntas correctas y encuentra tu talento: las cosas que sabes hacer bien y que te gusta. Lo mío fue escribir, pero quizás lo tuyo son los animales, las computadoras, los deportes o los automóviles. No busques “un buen negocio” sino que construye un buen negocio desde lo que tú eres. Y ahora, empieza en donde estés.
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Cuando tomé la decisión y la comuniqué a mi esposa, nuestros jugos creativos empezaron a fluir. No tenía casi nada de dinero, así que todo lo hicimos en casa. En una sola mañana ideamos un nombre para el negocio, hice un logotipo sencillo, abrimos una página de Facebook y un sitio gratuito en Wix. También ideamos un “menú” de servicios que podía ofrecer y le pusimos precio.
Todo esto era nuevo para mí, y puse precios que, después, aprendí que eran demasiado bajos. Tampoco consideré muchos servicios que luego descubriría como importantes. Pero ya teníamos lo que llaman en el argot emprendedor un MVP, un “mínimum viable product”; algo que podía empezar a promover, vender y trabajar.
Ese día por la tarde envié un mensaje a todos mis contactos en mail y en redes sociales. Quizás, en total, unas dos mil personas. A todos mis amigos, conocidos nuevos y viejos e incluso a personas que no recordaba. Se los envié a todos. El correo era muy sencillo:
“¡Hola, qué gusto saludarte! Soy Francisco y te platico que acabamos de lanzar estos nuevos servicios. Si tienes necesidades de redacción creativa, edición o revisión de textos ¡no dudes en llamarnos!”, después una despedida amable y… ¡ENVIAR! Y después… esperar.
Afortunadamente no tuvimos que esperar mucho. El siguiente día llegó un primer cliente (que necesitaba un folleto) y, después, uno más (que necesitaba una página web). La primera semana cobramos 3 mil pesos por dos servicios. Era aún poco, pero era algo. Pudimos respirar ¡Estábamos en el negocio!
¿Y en tu propio negocio? No esperes al momento ideal, o hasta que tengas todo armado y planeado de manera perfecta. En este momento, lo perfecto es enemigo de lo bueno. Procura tener un MVP y después realiza cambios e iteraciones según la respuesta de tu mercado. Mantente abierto, mantente flexible y escucha a tus clientes.
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Los primeros meses fueron de aprendizaje. Aún nuestras ganancias eran bajas (pero nos ayudaron a salir adelante). Descubrimos nuevas necesidades, nuevos nichos y productos que podíamos explorar. Empezamos a ofrecer servicios de copy publicitario, redes sociales, traducción y comunicación estratégica. Cada cliente traía un nuevo problema que no habíamos pensado antes. Entonces nos dábamos a la tarea de investigar, aprender y resolver lo que nos pusiéramos en la mesa.
Poco a poco fuimos encontrando nuestro espacio en el mercado, y dejando atrás los productos y servicios que nos requerían mucho tiempo y poca ganancia. Los clientes -gracias a Dios- seguían llegando y a los pocos meses empezó a ser evidente que necesitábamos más manos en el negocio, mejores sistemas de administración y sistematizar los procesos.
Pensamos, además, que podíamos ser una empresa con sentido humano, que ayudara a las personas. Lanzamos una convocatoria para escritores que pudieran trabajar desde su casa: amas de casa, hombres que cuidaran a sus hijos y personas con algún tipo de discapacidad. Al cumplir el año, pasamos de un colaborador (yo mismo), a ocho colaboradores con tiempos flexibles. También lanzamos programas para ayudar a personas con necesidades, poniendo nuestro grano de arena, por muy pequeño que fuera.
Eso nos implicó implementar sistemas de pago de nómina, impuestos, control de clientes y de procesos para garantizar que todo saliera bien y en orden. Aprendimos a contratar, a capacitar y a vender. Cometimos muchos errores y aprendimos de ellos; pero la mayoría de nuestros clientes nos acompañaron durante el proceso.
¿Y en tu propio negocio? Este tercer paso es el más difícil en el brinco de un autoempleo a un negocio formal, porque implica delegar funciones, invertir, confiar en la gente y “soltar” el control directo de todos los pasos del negocio. Encuentra sistemas que te funcionen y encuentra gente de confianza que quiera trabajar. Poco a poco irás encontrando tus respuestas.
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Una vez que los sistemas empezaron a funcionar, me di cuenta de que mis manos estaban mas libres. Al principio gastaba todo mi tiempo en hacer las redacciones, incluso las más sencillas. Ahora, con un equipo de redactores, tuve libertad cerebral para reanimar el impulso creativo; pensar en nuevos clientes, proyectos más grandes y buscar nuevos negocios para mi negocio.
Eventualmente pudimos atender a clientes más grandes, nacionales e internacionales y lanzar nuevas líneas de productos y servicios que atrajeron a nuevos clientes. Abrimos una división editorial. El negocio hoy tiene distintas áreas, distintas fuentes de ingreso, encargados y operadores que funcionan aún cuando no estoy yo presente. Es decir: es un negocio real y no un autoempleo. Más tarde, en efecto, me ofrecieron un excelente empleo, que aún hoy mantengo. Lo acepté porque me gustaba, y no solo porque estaba desesperado. Como el negocio camina, puedo atender ambas cosas.
Aún estamos muy muy lejos de las listas de Forbes 500. Seguimos siendo una Pyme con muchos ánimos de seguir creciendo. Pero, sobre todo, ya no me siendo como me sentí aquel día a las 3 de la mañana. Tengo otras preocupaciones, pero tengo libertad, vivo donde quiero, hago lo que me gusta y no paro de soñar. ¿Estoy cansado? ¡Esto agotado! Pero es un agotamiento del que sabe que está en la carrera correcta.
He contado con la ayuda de personas fantásticas en mi familia y fuera de ella y, además, mi familia a crecido bastante. Créeme, vale la pena.
¿Y en tu propio negocio? Reconoce que hay mercado y espacio para todo tipo de empresas, productos y servicios. No tengas miedo a crecer. Claro que da miedo y, a veces, flojera. Pero del otro lado del miedo está la libertad. Son la libertad y la pasión (no el dinero) los que mueven el alma de los verdaderos emprendedores.
Quizás tu primer negocio no levante, pero si has invertido tu tiempo y tu inteligencia, entonces no hay forma de que sea una pérdida total. Habrás crecido, aprendido, emprendido y enfrentado. Ya no eres el mismo de antes. ¡Es hora de iniciar otra vez! Una vez que has aprendido a emprender, no podrás dejar de hacerlo.
Ines Ruiz
Itzel Cruz Macías
An Bui
Alejandro Urbán
March Violante
Stacey Alcorn
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