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El anuncio de la venta de Citibanamex abre una encrucijada sobre cuál es la arquitectura bancaria que como país debiéramos tener debido a los argumentos e interrogantes que sobre está operación se han planteado, y se plantearán. En este artículo se presenta un punto de vista sobre una operación que iría más allá de una transacción comercial.
Foto EE: Archivo
Desde el 11 de enero ha corrido mucha tinta sobre la decisión de Citi de salir de los negocios de consumo y banca empresarial en México. Algunos argumentos giran en torno a la pobre gestión de Citi y otros en el sentido de que el gobierno actual no genera confianza ni da las condiciones para ello. En esos sentidos algunos plantean que es el primero de los bancos extranjeros que sale ante lo que denominan una caótica gestión económica, otros más que Citi ha seguido esta estrategia en Asia y Europa y es parte de su modelo de negocios.
Unos más señalan que la salida de Citi se debe a que no ha sabido manejar el riesgo y fraudes internos (Oceanografía dentro de ellos), así como los laxos e ineficientes controles ante las nuevas provisiones en las enmiendas de la Ley de Lavado de Dinero que se dieron en 2021 en Estados Unidos. Otros más aseguran que haber dado un anuncio tan precipitado se debe a que hay temas que las autoridades americanas les ultimaron por multas, más significativas de las que han tenido en años pasados, y que mandarían la rentabilidad y la reputación a un deterioro significativo.
No quisiera precisar en este espacio todas las notas periodísticas soportando los argumentos. La decisión de Citibanamex —sin duda muy analizada en el Consejo de Administración del Banco— da para mucha especulación y teorías de distintos tipos, no obstante, el objetivo de estas líneas es plantear la relevancia sobre lo estratégico que es para el sector financiero, no solo para el bancario porque la manera en cómo se lleve a cabo la venta de una institución así impactará en el rediseño del sistema para que impulse el desarrollo del país de la mejor manera, de acuerdo con el plan que se tenga trazado para acelerarlo.
En consecuencia, sería muy importante conocer el resultado del análisis que seguramente está haciendo la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), apoyada en la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), para conocer los detalles de cómo se alinean los objetivos de inclusión financiera, competencia económica y enfoque a sectores estratégicos y prioritarios para decidir que postura o propuesta apoyar.
El desarrollo del mapeo de regiones, sectores y rubros estratégicos que se tienen que apoyar es parte de una política pública y regulatoria de mayor calado y rebasa lo que una sola institución pueda hacer, pero se ha hecho mucho énfasis en que el que quede en manos de nacionales, pudiera apoyar a que el foco, interés y compromiso sería mayor que el que tendrían manos extranjeras.
Sobre esto, vale la pena hacer una revisión para ver qué entidades (nacionales y extranjeras) han pagado más dividendos, cuáles los han reinvertido más en las operaciones en México (en caso de los extranjeros) para no caer en una visión maniquea que por definición nos lleve a una hipótesis de que los extranjeros solo “toman rentabilidad”.
Asimismo, es necesario conocer cuáles han gestionado mejor el riesgo, sobre todo en temas de ciberseguridad y fraudes; cuáles tienen una mayor satisfacción de su clientela; quiénes han tenido más disposición para invertir en carteras importantes para el país como podrían ser los sectores agrícola, industrial o maquilador; cuáles apoyan más a las empresas medianas y pequeñas y no solo a los corporativos; cuáles han recortado las líneas de crédito de manera más agresiva a su clientela después de la pandemia y cuáles han mantenido su apoyo.
También es importante conocer cuáles tienen más exposición en el otorgamiento de créditos al gobierno federal, a las entidades paraestatales y a los gobiernos estatales y municipales, así como sus entidades, además de una serie de indicadores que son muy relevantes para saber cómo “dibujar” el sistema financiero que queremos tener, qué comportamientos queremos incentivar y a cuáles va a apoyar el gobierno en estos momentos para acelerar su crecimiento por que se consideran ad hoc a la práctica adecuada para fomentar el crecimiento con la palanca del sector financiero.
En términos generales, la postura del presidente Andrés Manuel López Obrador se sintetiza en: “Que se mexicanice; que quien compre tenga solvencia económica para respaldar a los clientes; que no tengan adeudos fiscales con el SAT; que paguen los impuestos a México y que el fondo cultural del banco sea para el disfrute y en beneficio de los mexicanos”.
Sobre su postura surge una serie de interrogantes:
En términos generales me salta un cuestionamiento que considero muy importante: Si Citi estuviera siendo forzada a vender por las autoridades americanas este segmento del negocio, ¿Quién compre no estaría adquiriendo una serie de operaciones que no están “vacunadas” y que a la postre le llevarían a tener un problema estructural operativo heredado y, en consecuencia, la revisión de las autoridades recaería en el nuevo dueño del banco, quien tarde o temprano pudiera estar inhabilitado o restringido en sus operaciones con los Estados Unidos?
Aquí sólo algunas preguntas. No puedo estar en desacuerdo con los postulados presentados por nuestro mandatario, ni tampoco con el sentido que quiere dar sobre el sentido del fortalecimiento del sistema financiero; mi reflexión es que nos estamos quedando cortos en todo el planteamiento que se podría hacer en términos de una política pública y económica que se podría instrumentar con esta coyuntura para lograr una transformación más de fondo para el bienestar de la población. Hoy en día creo que surgirán más interrogantes.
* Exvicepresidente de Política Regulatoria Comisión Nacional Bancaria y de Valores.
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