«Buscábamos un punto de venta en la capital para el producto» – El Comercio: Diario de Asturias

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La capital asturiana ya había decidido homenajear en vida al poeta, dando su nombre al gran teatro que se inauguraría en 1892, dos años después de denominarlo como aún hoy se conoce. Pero en 1901, el 15 de febrero –tres días después de que falleciera Ramón de Campoamor y Campo Osorio–, acordó también dar su nombre a una de las calles de la ciudad. Concretamente, a la que une la calle Doctor Casal, a la altura de la basílica de San Juan el Real, a la avenida de Santander. En total, unos 400 metros de vía, atravesada por la calle Fray Ceferino a media altura.
Se trata de una vía peatonal, por la que no pueden transitar vehículos y que es utilizada por cientos de peatones al día para acudir a la Estación del Norte. Apenas a unos metros del centro comercial de Salesas, es una de las calles más céntricas de la capital asturiana.
Isabel Caso. / ÁLEX PIÑA
Hace ya cincuenta años, el padre de Nacho Caso decidió abrir su ferretería en el local que más se adaptaba a sus necesidades. Cuando buscaba no tenía cerrado que fuera a ser en la calle Campoamor pero «aquí fue donde encontró lo más cercano a lo que buscaba». Así instaló su negocio en el número 10 de la calle, con vistas directas a la fachada posterior de la basílica de San Juan el Real. Cuando el progenitor del actual dueño del local llegó a esta calle lo hizo por varios motivos: su cercanía con el centro de la ciudad, el tránsito de gente y el paso de vehículos. Porque entonces, no era peatonal. Así la conoció también Nacho Caso que, ahora, hace balance y «por nuestro tipo de negocios, nos viene peor que sea una calle peatonal».Porque los vehículos solo pueden pasar durante determinadas horas de la mañana. Lo que es una ventaja para el paso de peatones, no lo es para la recogida de grandes y pesadas compras en los locales de la calle. Además, en este medio siglo en la calle Campoamor, Caso ha visto cómo «muchos locales se han ido vaciando, otros esperan su marcha o traslado próximamente». Pero si algo bueno tiene la calle es «lo céntrica que está».
Bryan Owen y Estefanía Novo. / C. D. N.
Hubo para quien la pandemia fue sinónimo de fin. Pero hubo para quien fue sinónimo de principio. El matrimonio formado por Estefanía Novo y Bryan Owen son del segundo saco. Hace dos años y medio, ambos comenzaron con su obrador en El Palomar, en el concejo de Ribera de Arriba, y de ahí al chigre El Caleyón, en la misma ubicación. Pero entonces, cuando comenzaron a ver que «queríamos especializarnos en un único producto, las empanadas», fue cuando vieron que «necesitábamos buscar un punto de venta en la capital asturiana». Así nació Tío Lucas, en Oviedo. La calle fue escogida por «su cercanía con el centro y el tamaño del local», que tenía «todo lo que buscábamos».Y comenzó la aventura en el mes de diciembre de 2022, después de un viaje a casa, a Lugo. «Allí conocimos el secreto de mi abuela al hacer las empanadas y decidimos copiarlo», explica Novo. «Nosotros no inventamos nada, pero ofrecemos algo que se puede comer a cualquier hora y en cualquier lugar», resume Owen. Y eso, en estos tiempos, es casi sinónimo de éxito. Tanto que ahora se van a mudar al interior del centro comercial de Salesas. «Es el siguiente paso para seguir creciendo y encontrando nuevos clientes».
Belén Fernández. / A. P.
Cuando uno decide emprender y abrir su propia idea de negocio tiene que tener claras ciertas cosas. Una de ellas es, sin duda, que las cuentas tienen que cuadrar a final de mes. Es decir, han de buscar «el local idóneo, céntrico pero espacioso y sin que el precio del alquiler sea desorbitado». Ese es el resumen de Belén Fernández, de La factoría de los sueños, una juguetería del número 24 de la calle Campoamor, ya superado el cruce con Fray Ceferino.
Fernández lleva doce años regentando la juguetería y «he ido afianzando a mis clientes», pero tiene una cosa clara sobre esta vía, de la que no tiene intención de moverse. «Es una calle por la que no pasas, sino a la que acudes cuando necesitas algo», explica. Porque «la gente viene directamente a los comercios que conoce, pero no pasea por estas». Ni siquiera, a su juicio, cuando se dirige a la estación de tren. «La gente suele preferir Uría», lamenta Fernández.
Mientras en la paralela, Manuel Pedregal, la hostelería tiene clientes, esta «no termina de tener bares y restaurantes que aguanten en el tiempo». Lo que, de manera indirecta, repercute en los negocios: «Pasa menos gente y nos ve menos posible clientela».
María Rodríguez. / A. P.
Hace dos años y medio, en octubre de 2020, después de la primera ola de coronavirus, María Rodríguez decidió trasladar su negocio de calle. Antes se ubicaba en Foncalada, pero «me mudé buscando una calle más céntrica para el negocio». Así terminó en la calle Campoamor y desde entonces Rodríguez percibe que «han ido cerrando establecimientos hosteleros» que «nos hacen la calle cada vez menos movida». Todavía queda alguno, pero en verano cerró, concretamente, uno que «movía a bastante gente joven, que siempre puede ver nuestros escaparates». Aun así, los negocios que sí siguen abiertos «nos beneficiamos unos de otros», porque en su caso se dedica «a ropa de niños, jóvenes y por aquí sí pasa bastante familia».También los garajes de alrededor. «Muchos vecinos tienen aquí la cochera, algo que siempre es bueno», pero encuentra problemas a la calle. «Estamos un poco abandonados, apenas nos iluminaron la vía durante la Navidad o cuentan con nosotros para citas como la noche del comercio o Noche Blanca», lamenta María Rodríguez. Pero ella sigue «muy contenta» con el cambio porque «sí hay más movimiento que en otras calles y está muy céntrica».

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