A partir del 25 de marzo, la aerolínea lanzará una nueva ruta a Roma desde la Ciudad de México, ofreciendo tres vuelos semanales y ampliando a cinco el 1 de junio, dijo en un comunicado.
La aerolínea dijo que comenzará a volar diariamente a Tokio el 25 de marzo, luego de haber descontinuado la ruta hace tres años | Reuters
Ciudad de México. La aerolínea mexicana Aeroméxico está ampliando sus vuelos a Europa y restableciendo una ruta a Asia, dijo la compañía el lunes.
A partir del 25 de marzo, la aerolínea lanzará una nueva ruta a Roma desde la Ciudad de México, ofreciendo tres vuelos semanales y ampliando a cinco el 1 de junio, dijo en un comunicado.
Un portavoz de Aeroméxico dijo a Reuters que el vuelo será desde el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, que ha lidiado con problemas de congestión y seguridad, en lugar de un nuevo aeropuerto más alejado del centro de la capital mexicana que ha promovido el gobierno.
La aerolínea también aumentará el número de vuelos directos semanales a Madrid desde las principales ciudades mexicanas de Monterrey y Guadalajara, de tres a cinco a partir del 27 de marzo, con vuelos diarios a partir del 1 de junio.
Las adiciones aumentarán los vuelos de la aerolínea a Europa en un 20% durante la temporada de verano de 2022, dijo la compañía.
La aerolínea dijo que comenzará a volar diariamente a Tokio el 25 de marzo, luego de haber descontinuado la ruta hace tres años.
La expansión se produce cuando las autoridades mexicanas están trabajando para recuperar una calificación de aviación de Categoría 1 de la Administración Federal de Aviación (FAA) de EE. UU., que despojó a México de la calificación de seguridad más alta en 2021.
Restaurar la calificación de Categoría 1 permitiría a las aerolíneas mexicanas como Aeroméxico agregar nuevos vuelos a los Estados Unidos.
Se trata de los resultados del documento “Radiografía a los Beneficios Laborales en las Organizaciones, que elaboró Buk en alianza con la consultora ThinkGo.
Dentro del quehacer de las organizaciones e indistintamente su rubro, tamaño o propósito, hoy se identifican importantes desafíos en lo que refiere a la atracción y retención del talento, donde la oferta de valor a los colaboradores es un factor decisivo, ya que, para muchos profesionales, determina su ingreso y pertenencia a una organización.
En esa línea, Buk en alianza con la consultora ThinkGo, dieron a conocer el primer informe del país en la materia titulado “Radiografía a los Beneficios Laborales en las Organizaciones”, dónde participaron empresas de más de 13 industrias, de diferentes tamaños y sectores económicos, con el objetivo de investigar qué han hecho las organizaciones en estos últimos dos años respecto a sus sistemas de beneficios. Levantando la información durante el mes de julio de este año.
“Un colaborador feliz es alguien que se desempeña mejor en su actividad laboral, tiene mayor compromiso y productividad. Por eso, hoy la tarea es encontrar un equilibrio entre los beneficios que están dentro de las posibilidades de la empresa y aquellos de mayor importancia para los trabajadores. Actualmente, los profesionales buscan oportunidades de crecimiento profesional, un buen ambiente laboral y otras prestaciones que aporten a su satisfacción”, explicó Teresita Morán, cofundadora de Buk y country manager en Chile.
Y agregó que, “un hallazgo importante y que hoy cobra relevancia, dada la tramitación en el Congreso del proyecto de ley que reduce la jornada laboral a 40 horas, y además que es un beneficio muy valorado por las nuevas generaciones es que solo 31% de las empresas que participaron en el estudio ofrece como beneficio una jornada menor a las 44 horas legales”.
La investigación arrojó que 34% de las organizaciones ha realizado estudios para medir la satisfacción de sus trabajadores respecto a los sistemas de beneficio que ofrecen en los últimos dos años.
En ese sentido, 59% de las empresas que participaron han actualizado su sistema de beneficios en los dos últimos años, lo que podría vincularse a la pandemia y el contexto actual. Tras la actualización, destacan los beneficios de salud como: seguro complementario, seguro de vida; y convenios o beneficios como; beneficios de tiempo libre, trabajo híbrido, jornada flexible, días libres al año y disminución de la jornada laboral, entre otros.
“Considerando que el entorno laboral ha cambiado debido a diversas situaciones de contexto, como cambios sociales, políticos y económicos, sumado a la pandemia que trajo consigo la necesidad de ajustar y flexibilizar varios temas vinculados al trabajo, nos pareció interesante conocer qué está sucediendo con los sistemas de beneficios en las empresas”, comentó María José Caraccioli, socia de ThinkGo Consultores.
Respecto a las empresas que cuentan con un sistema flexible de beneficios, solo 22% dice tener, siendo el sector económico “Comercio/Retail” el que con mayor frecuencia lo brinda, con 57% específicamente. Los sistemas flexibles son aquellos en los cuales el trabajador o trabajadora escoge las medidas de beneficio que mejor se adaptan a sus necesidades.
En relación con el trabajo híbrido como beneficio, 66% de las empresas participantes cuenta con esto. Nace en su mayoría como una forma de enfrentar la pandemia y dar continuidad a la operación de una organización, pero actualmente queda como una práctica instalada y parte de la oferta de valor de algunas empresas.
Foto: Unsplash.com
Tanto en esta columna como en un libro que acabamos de publicar Clemente Rodríguez y el suscrito (Tiempos Violentos: Rusia, Ucrania, China, Estados Unidos y el Nuevo Desorden Mundial), sostengo que los partidos de derecha radical no son aliados naturales entre sí. Lo parecen porque comparten enemigos (lo que denominan “globalismo liberal”, los inmigrantes, las izquierdas y el Islam), pero el hecho de que el nacionalismo étnico sea el núcleo fundamental de su ideología tiene dos implicaciones: de un lado, lo que consideran el interés de la propia nación se antepone a cualquier forma de solidaridad internacional. Por ello, pese a sus afinidades ideológicas, Viktor Orban y Matteo Salvini se enfrentaron cuando se debatía en la Unión Europea la necesidad de reasentar en países como Hungría a los inmigrantes que llegaban a Italia.
De otro lado, el enemigo habitual de un nacionalismo suele ser otro nacionalismo. Y, para la derecha radical rusa y ucraniana, el suyo es además un nacionalismo irredentista.
Es decir, son nacionalismos que se perciben como víctimas de las maquinaciones de rivales poderosos: Rusia, en el caso del nacionalismo étnico ucraniano; Occidente, en el caso del nacionalismo étnico ruso. Por ello, suelen buscar un resarcimiento histórico a expensas de esos rivales.
Esto viene a colación porque, en los países de la OTAN, la derecha radical (y, en menor proporción, también la izquierda radical), muestran una oposición creciente al envío de ayuda a Ucrania. El primer síntoma público fueron manifestaciones en la República Checa que, entre otras cosas, se oponían a enviar más ayuda a Ucrania bajo la consigna de “Chequia Primero” (inspirada en el “América Primero” de Donald Trump). A su vez, Trump hace lo mismo al declarar que “los demócratas están enviando otros 40.000 millones de ayuda a Ucrania, mientras algunos padres estadounidenses luchan para poder alimentar a sus hijos”. Es decir, el argumento es que los recursos que se envían a Ucrania deberían destinarse a los ciudadanos del propio país. Un argumento capaz de suscitar respaldo en países que no solo atraviesan por una recesión, sino que, además, padecen (en parte por la propia guerra), la mayor inflación en cuatro décadas.
Se trata de un argumento bastante más persuasivo que los que solía esgrimir Trump antes de la guerra, o el que esgrime aún hoy en privado Silvio Berlusconi. Días antes de la invasión Trump sostenía que Putin era “un genio” que había “capturado un país a cambio de dos dólares en sanciones”. Por su parte, aún hoy Berlusconi respalda a Putin, como dejan en claro grabaciones de una reunión con parlamentarios de su partido que se filtraron a la prensa (y en las que, paradójicamente, sostiene que si su opinión se filtrara a la prensa “sería un desastre”).
En el caso de Trump, a su vez, su posición refleja los cambios que vienen sucediendo entre los votantes republicanos. Así, por ejemplo, mientras en una encuesta de marzo solo un 10% de quienes se identificaban como republicanos creía que su país hacía “demasiado” por respaldar a Ucrania, en Octubre esa proporción alcanzaba el 29%. Ya en una encuesta de julio pasado un 43% de los republicanos se mostraba contrario a enviar más dinero a Ucrania.
Es decir, es probable que esté operando la siguiente secuencia. De un lado, la guerra en Ucrania empeora los problemas de bajo crecimiento e inflación que ya estaban en curso y, a su vez, esos problemas contribuyen al crecimiento electoral de la derecha radical (por ejemplo, en Suecia, Italia y, pronto, en los Estados Unidos). De otro lado, una influencia creciente de la derecha radical en las decisiones políticas haría que el respaldo entre los países de la OTAN a Ucrania tienda a declinar con el paso del tiempo.