A pocos meses de estrenarse la 6º temporada de «Peaky Blinders» (BBC, Netflix) nos parece interesante reflexionar sobre el lugar que ocupan las mujeres en esta historia a partir de un caso testigo: la militante del PC británico Jessie Eden, que hace su aparición en la 4º y 5º temporada.
La serie está ambientada en las décadas del 1920 y 1930 y sigue el derrotero de los Shelby, una familia de gangsters de origen gitano que pelea por hacerse un lugar en el negocio de las apuestas de carreras de caballos en la ciudad obrera de Birmingham. El foco está puesto en Thomas Shelby, hermano del medio, que encuentra en la actividad gansteril la única forma de continuar en pie, luego de haber participado de una guerra que marcó un antes y un después en su vida y la de sus hermanos y amigos. Con el tiempo van tomando el control de otros “negocios” como el contrabando, el narcotráfico, los bares y la venta de alcohol, y no solo en Birmingham sino en Londres y otras ciudades. Rápidamente el dinero empieza a abundar y la opción es “lavarlo” comprando algunas de las fábricas que por entonces empiezan a poblar la Inglaterra de la post revolución industrial. Así, los integrantes de la banda se transforman en “respetados” y adinerados empresarios, dueños de la mitad de los negocios más rentables -legales e ilegales- en todo el Reino Unido e incluso en Estados Unidos.
Un elemento a rescatar de la serie es cómo logra reflejar -a partir de los hechos que le ocurren a los distintos personajes- distintos sucesos históricos: las terribles consecuencias de las guerras para quienes pelearon en ellas y el abandono de parte de los gobiernos; las sombrías condiciones de vida de la clase obrera inglesa; la lucha de clases; el impacto de la Revolución Rusa de 1917; y el ascenso del fascismo. Más allá de licencias que los autores pudieron tomarse para ajustar la historia al guion y varias inexactitudes cronológicas, la reconstrucción de estos hechos es muy interesante. Quizá el elemento que más destaque es cómo el Estado (representado por la policía y más directamente por el mismísimo Winston Churchill) no solo conoce las actividades delincuenciales y violentas de los Peaky Blinders, sino que las protege y las permite a cambio de información o incluso de “trabajos” que incluyen la liquidación física de distintos enemigos.
Todas las mujeres que aparecen en la trama juegan un rol importante. Sin dudas la tía Pol –matriarca de la familia que se hizo cargo de los “negocios” mientras los hombres estaban en la guerra- es la principal de ellas. Ahora que han vuelto, debe aceptar el segundo lugar luego de que Thomas Shelby tome el control. A lo largo de la historia, van a apareciendo distintas protagonistas que tratan de hacerse un lugar en la familia y en la historia. Es interesante cómo esos lugares van adquiriendo una forma ya predeterminada por los roles de género asignados para las mujeres en la sociedad: la espía que se cambia de bando por amor; la prostituta que se reconvierte en mujer respetable a partir de que se transforma en madre y esposa del jefe del grupo, también por amor; la madre que es capaz de tolerar cualquier vejación por su hijo; la hermana que adopta las ideas de su esposo solo para oponerse a su familia, aunque luego las abandona para regresar a la protección y la vida de lujos que sus hermanos le ofrecen, y así. En todos los casos se resalta el rol de estas mujeres en lo que refiere a salvar, curar, tolerar, aguantar, entender, proteger, contener, sostener. A cambio no reciben gran cosa, más bien todo lo contrario, pero eso es lo de menos.
Un caso testigo para realizar esta lectura es el de Jessie Eden, una dirigente sindical de masas y militante comunista. Resulta llamativo cómo para los autores es importante mostrar que ni siquiera la militancia y el activismo de una mujer podrían evitar que caiga en las redes del amor romántico. La delegada Jessie se acerca a Shelby para exigirle aumento salarial para el sector femenino de sus fábricas. Es buena la respuesta porque muestra cómo veían (y ven aun hoy) los empresarios al trabajo femenino: Shelby le propone aumentar el salario femenino a 5 chelines, pero le advierte que les rebajará el salario a los hombres en la misma proporción. Una forma muy clara de generar división y enfrentamiento entre la clase obrera y de socavar la lucha por la igualdad salarial de las mujeres. Eden amenaza con una huelga que lleva a cabo, haciendo retroceder la acción patronal de Shelby. Sin embargo, este descubre que Jessie Eden puede servirle para sus planes: obtiene información de los sindicatos y el movimiento obrero a través de ella, la que usa como moneda de cambio para obtener favores del gobierno. Incluso utiliza el apoyo de a la activista sindical para iniciar su carrera política, lo que lo lleva a ser elegido como representante del distrito de Birmingham en la Cámara de los Comunes de la mano del pujante Partido Laborista en las elecciones de 1924.
Pero lo más interesante es que Jessie Eden sí existió. Fue una delegada sindical que jugó un rol central en la organización de las luchas reivindicativas de su fábrica, Lucas Electronics, que reunía a mas de 10.000 obreras. Jessie logró sumar a su fábrica y a otras del distrito a la histórica huelga general de 1926, huelga de masas de características revolucionarias, que marcó un antes y un después en la historia de la lucha de clases de Inglaterra y de Europa también. Luego de esto y ya incorporada al Partido Comunista (PCGB), organizaría otras huelgas en 1931, y en 1939 dirigió un muy interesante proceso huelguístico en Birmingham por el derecho a la vivienda protagonizado por mujeres. Fue importante su rol como organizadora de la resistencia al fascismo en la década del 30, estando a cargo de las brigadas que enfrentaban a la BUF (Unión Británica de Fascistas) de Edward Mosley, quien también aparece en la serie.
Eden es una gran representante del devenir del movimiento de mujeres en Inglaterra. Las luchas por igualdad de derechos civiles de las sufragistas radicales, como Emmeline Pankhurst y Emily Davison, de principios del siglo XX dejaron lugar a las luchas de las mujeres trabajadoras, quienes fueron convocadas a las fábricas en tiempos de la I Guerra para trabajar por salarios miserables y en condiciones inhumanas. Fue así como se fueron organizando al calor de la lucha sindical que crecía en Gran Bretaña de la mano de sindicatos de masas.
Lamentablemente, como muchos y muchas dirigentes de origen revolucionario, Eden se acopló al stalinismo. Viajó a Moscú donde estuvo dos años en 1931 y volvió a Gran Bretaña como enlace entre el Partido Comunista de la Unión Soviética y el británico. Militó hasta su muerte en 1986 en el PCGB, aun luego de hechos como el apoyo a la intervención soviética para aplastar el levantamiento popular en Hungría y otras complicidades con distintas acciones criminales de la burocracia de la URSS.
Desde ya que es posible disfrutar de la serie, sin el “feministómetro” al lado. Es una serie con una fotografía de excelente calidad, con un gran guion y una fenomenal estética. Pero no podemos dejar de reflexionar acerca de cómo deliberadamente quieren mostrar que ni la conciencia revolucionaria es un antídoto para el amor romántico, e incluso -siempre según los guionistas- tampoco es posible evitar que las mujeres traicionemos nuestras propias causas como mujeres y trabajadoras, una vez atrapadas en las redes de una historia de amor (burgués).
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