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El diseño de Sogepsa para Poniente.
En ese momento solo era un rumor, pero fuentes autorizadas afirmaron, hace cinco lustros, que «una empresa gallega, cuya identidad no ha sido facilitada pero que podría ser Casinos del Atlántico, se ha interesado por la compra de uno de los solares del plan de Poniente con el fin de construir un hotel que, además, albergaría un casino». ¿Sería verdad? Sogepsa, por el momento, ni afirmaba ni desmentía, pero la noticia no pudo dejar de ser sorprendente para los gijoneses ya que por entonces se decía que este tipo de negocios iban a la baja. En Cantabria, por ejemplo, se había procedido a la privatización del Casino de Santander.
«Esta privatización», asegurábamos en EL COMERCIO, «no es más que una parte de la verdad sobre el negocio del juego en España, en franca revisión de sus dimensiones como consecuencia de la crisis de la mayoría de los casinos». Decían los expertos que el auge del sector ya había llegado a su final, al menos en lo que respectaba a los grandes locales «con centenares de empleados y destinados a clientes multimillonarios». Comenzaban a llevarse más, aunque aún no sabíamos el punto hasta el que llegarían, las pequeñas salas de juegos, «más modestas y más rentables». Y en esas, tristemente, seguimos.
Esa era, en fin, la novedad en torno a la urbanización de los espacios públicos de Poniente, que se aprobaba tal día como hoy en el consistorio gijonés y que prometía ayudar a crear «un nuevo paseo que prolonga el de Poniente con una inversión de 300 millones de pesetas». El solar que aparentemente interesaba a los empresarios de los casinos era el designado como 'J', aún sin valoración económica. Había otros ocho, siete de ellos ya con compradores. «Los terrenos de usos hoteleros son adyacentes al Palacio de Justicia», informamos. «El hotel, al igual que el edificio de los juzgados, tendría una fachada hacia la avenida de Juan Carlos I y otra hacia la calle de Mariano Pola». Allí se podrían construir edificios de un máximo de planta baja, cuatro alturas y un ático. El baile del ladrillo, y el de los empresarios, no había hecho otra cosa más que empezar.
