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Construir un portafolio que esté estructuralmente diversificado será la verdadera clave del éxito en los mercados financieros a largo plazo.
Foto: Pexels
Por Darian Yané*
Cuanto más pasa el tiempo, más teorías de inversión surgen. Que hay que colocar el 100% en el S&P 500, que hay que diversificar mitad y mitad con bonos, que hay que centrarse solo en acciones defensivas, que lo mejor son los fondos comunes de inversión, etcétera, etcétera y etcétera.
Cientos de gurúes, a lo largo de la historia, han hablado sobre cómo invertir “adecuadamente” para poder aumentar el poder adquisitivo con el paso del tiempo, pero muy pocos han demostrado resultados positivos con sus recomendaciones.
No obstante, existió alguien que sí pudo popularizar una teoría de construcción de portafolios sensata, rentable y sencilla, capaz de hacerles frente a las adversidades de la economía. Estamos hablando de Harry Browne y su cartera permanente.
Es imposible predecir con un 100% de certeza y de forma consistente qué sucederá en un futuro con la economía, local y/o global, ya que se trata de un sistema no determinista, lo que quiere decir que no responde siempre de la misma forma a un determinado conjunto de eventos por estar guíadas por humanos.
Sin embargo, sean cuales sean las causas que conduzcan a tales eventos, lo que sí se sabe es que en el futuro la economía crecerá o caerá y habrá inflación o deflación. En base a estas cuatro variables, se crean cuatro entornos.
Cuando la economía crece, los negocios funcionan correctamente y el desempleo se reduce, lo que impulsa los ingresos de los trabajadores que son volcados en el consumo de bienes y servicios, aumentando la demanda y generando una inflación controlada. Además, las tasas de interés gestionadas por los bancos centrales normalmente son bajas y todo marcha como se debe. Es el escenario casi ideal.
A su vez, puede suceder que la economía siga creciendo, pero que los precios comiencen a bajar. Si bien podría parecer una buena noticia, lo cierto es que una deflación puede generar que se reduzcan los beneficios de las empresas, atentando contra los empleos y, por ende, la capacidad de ahorro y consumo de los trabajadores.
Recesión deflacionaria
En tanto, en la recesión deflacionaria, los precios de los bienes y servicios decaen, así como también el desempeño general de la economía. La (no) inflación no es un problema, pero la falta de crecimiento sí.
Estanflación
El cuarto escenario económico es uno de los más devastadores para la sociedad. Cuando hay estanflación, la economía no solo se contrae, sino que también hay una alta inflación, lo que repercute muy negativamente, tanto en el público general como en las grandes corporaciones.
Diversificación estructural
Sabiendo que se pueden dar solo cuatro escenarios económicos en un futuro, resulta inteligente poseer una cartera de inversión que esté compuesta por activos que se comporten bien en cada uno de estos entornos. Y esto precisamente es lo que se conoce como diversificación estructural.
Acciones
Cuando hay crecimiento económico, las empresas aprovechan el alto consumo y se expanden, lo que hace que sus acciones se revaloricen, beneficiando a sus inversores. Además, la ligera inflación permite incrementar la facturación.
Oro
Si la inflación se sale de control, el mercado migra hacia los activos que son refugios de valor, en donde el oro se destaca por su historia, solidez y aceptación mundial. Hay que recordar que gran parte de las potencias económicas tienen sus reservas volcadas en este metal.
Bonos
En contraposición, si los precios de los bienes y servicios caen, es decir que hay deflación, las tasas de interés de los bonos acompañan el retroceso, lo que impulsa la cotización de cada nominal por su propia estructura inversa.
Efectivo
Si, desafortunadamente, hay recesión, como escasea el dinero, lo mejor es tener capital líquido y listo para ser utilizado cuando la ocasión lo requiera, ya sea para subsistir o para aprovechar las oportunidades de inversión que surgirán.
Cómo armar una cartera permanente
Adoptando estos principios, el político, escritor y analista de mercados estadounidense Harry Browne (1933 – 2006) diseñó la famosa cartera permanente (CP o PP, por su sigla en inglés), muy cuestionada por los académicos, pero muy aceptada por los inversores minoristas.
Como se puede suponer, este portafolio se construye invirtiendo en partes iguales en los activos mencionados anteriormente: 25% en acciones, 25% en bonos, 25% en oro y 25% en efectivo.
La lógica de esta teoría es que existirá un activo que actúe como cortafuego, es decir que gran parte rendirá negativamente, pero el que se destaque retornará beneficios superiores, brindando estabilidad y protegiendo el capital en el largo plazo.
Es importante mencionar que cada cuarto de la cartera tiene que estar volcado en activos que realmente se beneficien en cada escenario. Es decir que en acciones no tiene que haber empresas defensivas, sino grandes tecnológicas, por ejemplo, ya que son las que más ganancias obtendrán en épocas de crecimiento.
En cuanto a los bonos, tienen que ser de larga duración y de alta calidad crediticia, porque el objetivo es que no se desplomen por falta de pagos y que no haya que rotar constantemente por sus vencimientos.
A su vez, el segmento líquido puede estar directamente en efectivo o bien colocado en bonos o fondos de inversión de muy corta duración y de muy bajo riesgo. La idea es que este capital pueda utilizarse de la noche a la mañana.
Para armar la cartera permanente de Harry Browne, hay dos formas de hacerlo: individualmente o mediante fondos cotizados.
Concentración
La cartera concentrada será aquella compuesta por activos financieros individuales, escogidos tras un exhaustivo análisis y operados manualmente. Este desarrollo se asemeja al de un portafolio más convencional, ya que se debe tratar de acertar qué acciones se comportarán mejor en un escenario de crecimiento y qué bonos serán los idóneos en épocas de deflación.
Claramente, esta actividad necesita de una mayor capacidad de análisis y no siempre garantiza los mejores resultados, además de costar más tiempo, energía y comisiones.
Simpleza
La otra forma de construir el portafolio es simplemente mediante los fondos cotizados (ETFs). Si bien hay decenas de estos vehículos financieros, hay que optar por los más globales y clásicos: algún ETF de acciones que replique, por ejemplo, el comportamiento del S&P 500; otro que siga la evolución del bono del Tesoro a 10 o 30 años, y otro que emule al metal precioso. Con solo tres activos y el efectivo, la cartera permanente queda perfectamente construida.
De todas formas, independientemente de las combinaciones escogidas, la CP se comporta de forma muy similar a largo plazo siempre y cuando se mantengan “las bases” de la teoría.
Si el inversor minorista pasa mucho tiempo pensando cómo armar la CP, entonces pierde parte de su sentido de existencia, el cual es simplificarles la vida a quienes deseen invertir en bolsa.
Rotación anual
Luego de tener ya lista la CP, hay que tener mucha paciencia y alejarse de los mercados. La volatilidad diaria de los activos puede hacer que tomemos malas decisiones y afectemos al potencial futuro de la cartera.
Solo nos acercaremos a ella una vez al año para verificar que la distribución siga siendo de 25% para cada tipo de activo, aproximadamente. Si alguna porción baja del 15% o supera el 35%, entonces es momento de comprar y vender los respectivos instrumentos financieros para conseguir nuevamente el equilibrio. Pero solo una vez al año.
Una técnica rentable y estable
El principal atractivo de la cartera permanente es que brinda un retorno muy estable en el largo plazo y una baja volatilidad, tal como lo demuestran las estadísticas.
De acuerdo a la información provista por la plataforma digital Portfolio Charts, en base a datos recopilados desde 1970 hasta la actualidad, la cartera permanente tuvo una rentabilidad base de diez años de alrededor del 4,3%, con un riesgo de algo más del 2%, analizado con el Índice de Úlcera (Ulcer Index), el cual se basa en un cálculo entre la mayor caída entre máximo y mínimo y el tiempo de recuperación.
En el mismo periodo de tiempo, todo el mercado accionario rindió un 3,5% y tuvo un riesgo del 17%, aproximadamente. En tanto, una clásica cartera con 60% de acciones y 40% de bonos logró una rentabilidad del 3,5% y un riesgo de alrededor del 10%.
Es importante tener en cuenta que, contemplando el promedio de rendimiento, todo el mercado accionario sí rindió mejor que la CP (8,5% vs. 5%), pero para esto el inversor tuvo que haber mantenido la inversión intacta por 52 años, algo, desafortunadamente, muy poco viable para la mayoría de los inversores.
Proteger el patrimonio, participar del crecimiento
Si bien no es una teoría de inversión muy popular, lo cierto es que la cartera permanente de Harry Browne se trata de una de las mejores para el público promedio, ya que otorga estabilidad y una rentabilidad muy decente sin que sea necesario “quemarse la cabeza” pensando en formas de administrar activos y con alta viabilidad.
Además, va más allá de la inversión y roza la gestión patrimonial, porque en el 25% de efectivo se pueden englobar los ahorros. Así, el inversor solo tendría que enfocarse en trabajar y generar ingresos y en ser constante colocando constantemente dinero en su portafolio.
Todo esto para proteger el patrimonio de la inflación y al mismo tiempo participar del crecimiento de los diversos activos financieros.
*Darian Yané es economista y magíster en Administración de Negocios y editor en Inversor Global de CryptoDividendos, CryptoInsider y CryptoWar Room.
Domicilio legal: Arístides Villanueva 444, Mendoza, Argentina.
Director Editorial responsable: Pablo Icardi | Propietario: Territorio Digital S.A. | Registro DNDA N° 11804985 | N° de Edición: 5491 | Sábado 20 de Agosto 2022 .
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