Por Dra. Joaquina Niembro. Profesora-Investigadora, Facultad de Ingeniería de la Universidad Panamericana.
Vivimos una época de altísima competitividad, donde los mercados son cada vez más abiertos y se han apuntalado con el e-commerce derivado de la pandemia. El índice de ventas minoristas por internet y por catálogo en México creció el año pasado un 37%, según datos de INEGI. Por otro lado, es notable el franco crecimiento de un sector particular con un matiz “verde”. Me refiero a lo que “simplificado al máximo” es el sector conformado el consumidor green / responsable / healthy / ecológico / etc. que prefiere productos más “sostenibles”. El Reporte de Impacto 2021 de Mercado Libre indica que entre marzo de 2020 y abril de 2021 se duplicaron los “compradores sustentables”, con respecto al año anterior y que el 64% de los compradores está “muy preocupado por la situación ambiental actual”.
Mencioné ya al e-commerce y al green consumer, pero, ¿quiénes hacen posible esta sinergia?: evidentemente “las empresas”. Cabe señalar que estas empresas pueden haber sentido el llamado a ser “responsables” en sus operaciones, en sus relaciones con clientes y con su entorno, aunque su core business no sea el de los productos verdes. También participan, evidentemente, las empresas que directamente se dedican a la producción de bienes o servicios verdes.
Es muy claro que el negocio verde, sí es negocio. Los ingresos por bienes y servicios ambientales están creciendo rápidamente y totalizaron US$1,6 billones en 2016, lo que representa alrededor del 4% de la facturación, según datos publicados por el Instituto de investigación Grantham para Cambio Climático de la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres. Lo que no es tan claro, es qué tanto lo es, e igual de importante: ¿cómo se relacionan competitividad y sostenibilidad? El mismo Instituto sugiere que los costos de capital en las empresas verdes son altos, aunque se pueden compensar con los cada vez mayores incentivos que están orientando la producción hacia lo verde y las políticas públicas alentadoras en el tema.
Por otro lado, y sólo para recordar, se dice que una empresa es competitiva cuando logra tener una cuota de mercado que la hace diferenciarse claramente de la competencia y así, ser mucho más rentable. Para ser más competitiva, la empresa puede seguir diferentes caminos desde la optimización de costos y procesos; pasando por el desarrollo de nuevos productos y hasta el tener mejores relaciones con el cliente. De un tiempo acá, otro de los caminos para la competitividad es el de la sostenibilidad.
De cara a las empresas, hablar de sostenibilidad es hablar de Responsabilidad Social Corporativa (RSC). El concepto ha llegado a ser tan complejo que ha perdido frescura ante mil vertientes. Por practicidad, digamos que RSC es una actitud empresarial estratégica que involucra la sostenibilidad de forma transversal en sus actividades y en las relaciones con sus grupos de interés. La RSC tiene gran alcance. En la Guía de Responsabilidad Social (ISO 26000) se indica que las empresas deben ser responsables de su comportamiento y de las consecuencias que estas tienen, al menos, en la salud y el bienestar de la sociedad, las expectativas de sus partes interesadas y la legislación aplicable. Me permito agregar, que, además, las empresas deben ser congruentes con su producción en términos de la extracción de su materia prima – agotamiento de recursos naturales y la salud del ecosistema natural-.
Así mismo, la RSC tiene una estrecha relación con el gobierno corporativo de una empresa y esto eleva incluso más el nivel de complejidad. Sabemos que la reputación de una empresa es consecuencia de las decisiones al más alto nivel, sin embargo, hoy, además, la reputación empresarial va de la mano del desempeño en materia de RSC. Así es como, la RSC puede hacer más o menos rentable a la empresa; hacerla más o menos competitiva.
Los estudios sobre RSC en México nos han permitido tener una aproximación a las capacidades de la empresa. La evolución en 20 años ha sido notable. Los indicadores reportados a través de las ediciones del reporte bienal de KPMG: Desarrollo Sostenible -de obligada lectura-, así lo demuestran. De la última edición publicada del reporte (KPMG; 2020) retomo algunos puntos y desarrollo brevemente las siguientes ideas sobre competitividad:
Finalmente, regresando a la pregunta inicial que detona este artículo: ¿cómo se relacionan competitividad y sostenibilidad? La respuesta es “simple”: la relación sólo sigue las pautas de la estrategia de la empresa, misma, que es dictada por su gobierno corporativo. Será una relación tan virtuosa y exitosa como sea el ser y hacer de la empresa. Hago constar que, en mi respuesta, la palabra “simple”, está entrecomillada como un recurso irónico que me permito usar ante la complejidad del problema de implementar RSC en una empresa y sus implicaciones. Dicho de otra manera, implementar sostenibilidad puede ser complicado e incluso requerir gran inversión, sin embargo, no por ello deja de ser en extremo importante para la rentabilidad de hoy y del futuro.
Cuando la empresa apuesta por incluir “sostenibilidad”, su quehacer cotidiano cambia. La empresa se renueva y emprende un nuevo camino más ético y con mayor potencial de éxito comercial. Gana la empresa en materia de cuotas de mercado y en una optimización de los procesos industriales y de servicios con la consecuente reducción de costos. También gana la sociedad al contar con un entorno limpio o menos contaminado, biodiverso, equitativo, etc. En conclusión: las empresas y organizaciones que 1) tienen claras las tendencias del mercado “verde” y como consecuencia logran adaptarse; y 2) las que decidieron incluir el “cromosoma Responsable” en su ADN: sí son más competitivas y rentables. Así, gana la empresa y gana la sociedad.
Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.
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