Hace escasamente dos años el mundo se enfrentó a un enemigo hasta ese momento desconocido. La pandemia provocada por la Covid-19 hizo que reaccionáramos con prudencia y tomáramos medidas extremas para evitar una catástrofe sanitaria aún mayor: aislamiento; cierre de negocios, playas, parques nacionales y fronteras; restricciones a la libertad de comercio, movimiento y reunión; y suspensión del curso lectivo, entre muchas otras acciones necesarias para dar tiempo a que el mundo científico se familiarizara con el virus, se desarrollaran nuevas vacunas y medicamentos, y se impidiera el colapso de los sistemas de salud y que el número de víctimas se multiplicara por doquier.
Cualquiera que sea el ganador el próximo 3 de abril, deberá procurar dar certidumbre y confianza a la población en general, pero en particular al sector productivo, con el fin de que este retome con fuerza la iniciativa y se atreva a seguir invirtiendo
Los indicadores económicos del 2020 reflejan que los efectos de las medidas sanitarias no se hicieron esperar: el derrumbe de la actividad turística y la drástica reducción de la actividad comercial produjeron una contracción económica de -4,1%, un aumento aterrador de la tasa de desempleo, y que volviera a surgir la amenaza de una creciente inflación. Afortunadamente, en medio de la incertidumbre, nuestro moderno sector exportador mostró una resiliencia extraordinaria, no obstante las distorsiones sufridas por las cadenas globales de valor, la crisis de los contenedores y los ajustes experimentados en la oferta mundial de bienes y servicios, en lo que se reconoce haber sido la peor crisis del sistema de comercio global desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
A su vez, ese decaimiento económico produjo una disminución de los ingresos fiscales del Gobierno, a pesar de la aprobación previa y reciente de una robusta reforma tributaria, reducción que vino acompañada de nuevos y mayores gastos para poder atender la emergencia sanitaria, en rubros como la adquisición de vacunas y la puesta en marcha de un agresivo plan de inoculación, la adaptación de la infraestructura hospitalaria para la atención de una imprevisible cantidad de nuevos pacientes, y el pago de subsidios alimentarios para las familias que se habían quedado sin sustento alguno, factura que se calcula asciende a aproximadamente ¢700.000 millones.
El paulatino regreso a la nueva normalidad apenas da muestras de una recuperación. El crecimiento económico del año anterior fue de un 7,6% como consecuencia del “efecto rebote” y las proyecciones estiman que este año llegue a 2,5% y a 3% en el 2023. El número de empleos también se recupera, aunque lentamente, mientras que el déficit fiscal tiende a disminuir. Además, la aprobación definitiva de la Ley Marco del Empleo Público nos permitirá tener acceso a recursos frescos negociados con el Fondo Monetario Internacional y, más importante aún, da una señal positiva a nuestros sectores productivos de que se avanza en la corrección de los excesos que se han venido dando en materia salarial del sector público.
Con todo, las amenazas para el país siguen siendo muy grandes. La invasión de Rusia a Ucrania, además de la inestabilidad política y militar que provoca, está teniendo efectos muy drásticos en el precio del petróleo, el gas y algunos granos básicos, situación que tenderá a empeorarse conforme el conflicto se extienda en el tiempo y se endurezcan las sanciones económicas y comerciales, con el consecuente incremento en las distorsiones, la inflación y las tasas de interés para contenerla. Internamente, el cambio de mando en los Poderes Ejecutivo y Legislativo provocará alguna incertidumbre inicial mientras el nuevo gobierno se acomoda y da señales claras del norte que se fijará, la velocidad con que querrá y podrá avanzar hacia esas metas, y los actores con que contará para hacerlo.
Cualquiera que sea el ganador el próximo 3 de abril, deberá procurar dar certidumbre y confianza a la población en general, pero en particular al sector productivo, con el fin de que este retome con fuerza la iniciativa y se atreva a seguir invirtiendo, arriesgando y generando aún más empleo. Para ello es indispensable la selección de un equipo de trabajo serio, experimentado y bien orientado que mantenga el país a flote en tiempos tan convulsos y que el nuevo gobierno demuestre un compromiso inquebrantable con las medidas y reformas que se requieren para corregir distorsiones y desatar las amarras y grilletes que le impiden levantarse y retrasan la tan traída reactivación. Ningún control tenemos sobre las amenazas externas ni de la naturaleza; pero hay todavía mucho trabajo por hacer en lo que sí podemos y debemos resolver para reclamar el sitial de un país óptimo para invertir y producir.
© 2021 Todos los derechos reservados, cualquier uso requiere autorización expresa y por escrito de Grupo Nación GN S.A.
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